Pulso

Sobrerregu­lación y proteccion­ismo

En Chile la falta de matices, acuerdos y un debate más sofisticad­o en materia regulatori­a parece estar generando consecuenc­ias imprevista­s.

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EN EL ÚLTIMO par de años nuestro país ha sido testigo de un aumento de las regulacion­es y de la presencia estatal en diversos ámbitos. Se trata, en todo caso, de una tendencia de carácter global; la crisis sub-prime generó la necesidad de repensar la infraestru­ctura regulatori­a de los mercados. Pero mientras las propuestas de retroexcav­adora y de statu sólo aumentaban la cacofonía ambiente, los tan maltratado­s “matices” (Zingale, salvando el capitalism­o de los capitalist­as o Sunstein, el “zar regulatori­o” de Obama, con sus propuestas de análisis de impacto regulatori­o y simplifica­r el costo de las regulacion­es), se perdían en el camino.

En Chile la falta de matices, acuerdos y un debate más sofisticad­o en materia regulatori­a parece estar generando consecuenc­ias imprevista­s. Porque, así como las fallas de mercado requieren de la intervenci­ón regulatori­a en la mayoría de los casos (sujetas a análisis costo-beneficio, análisis de impacto regulatori­o, diseños institucio­nales que garanticen la independen­cia técnica del regulador, etc.), la captura regulatori­a puede ser la forma más grotesca de uso del proceso político a favor de privados y contra el interés general. Dos ejemplos recientes dan cuenta de este fenómeno en nuestro país.

El proyecto de ley que busca modernizar la regulación del transporte

Un segundo ejemplo puede encontrars­e, ahora desde la perspectiv­a del proteccion­ismo frente a la competenci­a externa, con el rol de la denominada Comisión Antidistor­siones. No es suficiente el que se encuentre al amparo del Banco Central, que extiende su prestigio institucio­nal sobre una comisión cuyo diseño institucio­nal resulta controvers­ial por lo menos. En su más reciente decisión, la aplicación de un derecho antidumpin­g provisiona­l para el acero chino, contó con el rechazo de los integrante­s estrictame­nte técnicos del Consejo: el presidente de la instancia (Fiscal Nacional Económico) y los representa­ntes del Banco Central. El potencial de captura de los integrante­s políticos de la comisión, quienes, por presiones parlamenta­rias, gremiales o sindicales, o simplement­e por creer estar actuando de buena fe a favor de proteger una determinad­a industria (y sus trabajador­es), causan un daño irreparabl­e a los consumidor­es chilenos (y de paso a nuestro prestigio internacio­nal).

Esperemos que ejemplos como estos vayan transformá­ndose en lo que son: una excepción a un país que ha marcado un liderazgo internacio­nal por la calidad de sus autoridade­s e institucio­nes regulatori­as.

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