Pregunta fundamental
EN POCOS días más se cumplirán tres años desde la última elección presidencial, que ungió a Michelle Bachelet como la Presidenta número 39° de nuestra historia republicana. Con un impresionante 62% de adhesión, se confirmaba un retorno cargado de expectativas. El principal desafío era transformar de raíz nuestro modelo económico y social, basado en los privilegios y el abuso, de forma de poder derrotar al gran enemigo de nuestra historia reciente: la desigualdad. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente. El respaldo ciudadano a la Presidenta y la Nueva Mayoría se evaporó en forma acelerada, llegando a mínimos históricos. El ánimo reformista ha quedado seriamente dañado tras los pobres resultados y las dificultades en la conducción política. La relación entre el Gobierno y su coalición está en punto muerto. Y prácticamente la totalidad de los indicadores económicos y sociales evidencian un severo deterioro: el crecimiento, el empleo, el aumento de los salarios, la caída de la pobreza, entre otros, se han reducido a menos de la mitad. Incluso la reducción de la desigualdad que venía observándose en el período previo parece haberse estancado. Ello ha postergado (a lo menos) para la próxima década la posibilidad de alcanzar estándares de país desarrollado. Así, pese a quedar todavía un tercio del actual mandato, el debate giró de La Moneda a las candidaturas presidenciales del oficialismo, las que paradójicamente pelean por tomar la posta de la continuidad. Porque, contraintuitivamente, todos los aspirantes han sido explícitos en manifestar un denominador común: continuar por la senda que trazó la actual mandataria hace ya tres años. De esta forma, Lagos e Insulza pretenden seguir impulsando el mismo tipo de reformas, pero con mayor orden y gradualismo, mientras que Guillier aspira a acelerarlas, aunque con algo más de empatía ciudadana. Es por eso que el desafío para quienes busquen constituirse como alternativa a la Nueva Mayoría parece ser unívoco. Considerando que hoy cerca del 70% de los chilenos está rechazando las reformas y la gestión gubernamental, y que ese mismo porcentaje cree que el país transita por mal rumbo, no hay que ser tan sagaz. La pregunta fundamental de 2017 parece ser una sola: ¿quiere usted seguir por cuatro años más con más de lo mismo?