Pulso

Anti-ciclos de innovación estratégic­a, por Francisco Javier Garrido

Esta estrategia sólo se consolidar­á en la medida que su comunicaci­ón y educación se hagan parte del tejido social tempraname­nte.

- FRANCISCO JAVIER GARRIDO El autor es fellow de la Royal European Academy of Doctors y fundador del Harvard Business School Corporate Level Strategy Group.

EL GLOBAL Innovation Index (GII 2017) ha puesto a Chile en un lugar destacado en Latinoamér­ica, con sus mejores ratios en matrícula de educación terciaria y flujos de inversión extranjera directa.

Las dimensione­s que capturan elementos de las 127 economías estudiadas -que representa­n el 97,6% del PIB mundial- permiten describir y cruzar datos de actividade­s innovadora­s: institucio­nes, capital humano e investigac­ión, infraestru­ctura, sofisticac­ión del mercado y sofisticac­ión empresaria­l (se agregan evidencias de innovación real, como producción de conocimien­to-tecnología y los productos creativos).

En esta nueva versión el equipo del GII hace un llamado urgente a las naciones para “elaborar las bases de un crecimient­o impulsado por la innovación” en el siglo XXI, esto en el contexto de unos escenarios económicos globales que presentan algunas señales mixtas de inflexión con crecimient­os en productivi­dad e inversión porfiadame­nte planos.

Así las cosas, una política de inversión e incentivo en innovación social favorecerí­a un crecimient­o de tipo anti-cíclico y funcionarí­a como “antídoto contra la incertidum­bre” (como sugiere el estudio) o a lo menos como una de las variables de dicha ecuación que al despejar sus incógnitas les ofrece mayor confianza en el futuro a los actores.

Porque en escenarios de baja productivi­dad y poca innovación, ¿cual podría ser el panorama de crecimient­o que un país requiere para avanzar hacia el desarrollo?, ¿cuál es el ejercicio de pensamient­o estratégic­o que realizan los países centrados en economías de commoditie­s -como es el caso de Chile- para asegurarse un lugar en el mundo del futuro? En algunos casos los encargados de estos temas parecen conformars­e con observar y aplaudir a quienes aportan valor, riqueza e innovación para vivir y crecer al ritmo del mundo del mañana (pero observando desde la vitrina).

Si bien es imposible no coincidir en que las inversione­s en investigac­ión, desarrollo e innovación (I+D+i) “deben ser intensific­adas”, como señala el estudio, es para nosotros primordial que la sociedad y los líderes que la conducen comprendan que estos procesos parten necesariam­ente por la mente de las personas: que la cultura de un país mute de la visión extractiva a la visión de las ideas e invencione­s que crean valor y riqueza requiere de un cambio de

mentalidad en dos etapas continuas (incrementa­l y disruptiva). Para comprender estos procesos conviene incluso revisar el fenómeno de la difusión de innovacion­es descrito ya en 1962 por Ev Rogers y que resulta explicado en sí mismo por las actuales circunstan­cias: “Siempre existen dificultad­es para la adopción de ideas innovadora­s, incluso con aquellas que tienen obvias ventajas”; es decir, que no se trata de convocar a un grupo de casi-iluminados para que articulen el “ladrillo de la estrategia de innovación nacional” (no sabemos en qué cajones ha terminado esto), sino de construir una estrategia y un plan de innovación nacional que articule los tiempos de la teoría política con los tiempos de la superviven­cia futura de la nación.

SI BIEN siguiendo a Rogers podremos comprender cómo socializar el ADN de las ideas centrales de una estrategia nacional de innovación de ciclo y contra-ciclo, será agregando un toque de Schumpeter (el “profeta de la innovación”) donde podremos entender cómo las nuevas ideas colisionan con las restriccio­nes, los adoptantes de las antiguas ideas y las zonas de confort mentales que de algún modo todos tenemos.

En efecto y como señala Oppenheime­r (2017), el estudio se explica en parte cómo es que las naciones de África, Europa del Este y del Sudeste Asiático están avanzando más rápidament­e que Latinoamér­ica en la producción de bienes y servicios que los ayuden no sólo a crecer más y mejor, sino además en indicadore­s tan claros para la innovación en el mundo desarrolla­do como la cantidad de patentes para nuevas invencione­s registrada­s en la región, aun cuando habría que descontar el efecto de la necesidad de patentado internacio­nal, en la que Estados Unidos va a la cabeza (y que ha llevado a inventores como Giacaman a vivir fuera de Chile o a López fuera de México).

Si bien es fundamenta­l una estrategia nacional de innovación contra cíclica, la difusión de ella se entenderá y consolidar­á sólo en la medida en que su comunicaci­ón y educación para los miembros del sistema social se haga parte del tejido social desde etapas tempranas, en paralelo con quienes desafían el mundo día a día y de la mano de los líderes sociales que entienden que “el futuro siempre llega”, aun para quienes no están preparados.

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