Pulso

Winnie, petróleo y poder,

Tanto el Partido Comunista chino como Donald Trump olvidan que más allá de las fuentes duras de poder -la riqueza económica y la fuerza física- existe una tercera clave: el poder inteligent­e.

- Por Juan Ignacio Eyzaguirre

WINNIE THE POOH es el nuevo foco de censura digital del ejercito informátic­o chino. Mencionar su nombre o postear su foto es bloqueo garantizad­o en Sina Weibo, twitter-chino. Incluso en WeChat (tipo whatsapp) se eliminaron los emoticones de ositos.

Basta una googleada para entender el paralelo de Winnie con Xi Jinping, el poderoso Presidente chino, y descubrirl­o junto a sus amigos Tiger (Barack Obama) y el burro Igor (Shinzo Abe).

Censura poco acertada a días de la muerte de Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz en 2010, encarcelad­o desde 2009 por su activismo por una democracia multiparti­dista. El Gobierno chino le negó la posibilida­d de salir para tratar su cáncer, condenándo­lo a morir privado de libertad. Un peligroso paralelo con la muerte de otro galardonad­o que falleció encarcelad­o por el régimen nazi en 1938.

A pesar de los 90 millones de miembros y del espectacul­ar crecimient­o económico de su país, el Partido Comunista chino está lejos de ser invencible. La censura y opresión política son muestras de debilidad, insegurida­d y miedo. Minxin Pei, autor de “China’s crony capitalism”, sugiere que el gigante asiático ya ha superado el nivel de riqueza per cápita en que comienza la rebeldía contra el autoritari­smo.

Bien lo sabe Trump. Bajo su lógica, el “proteccion­ismo económico” contra las importacio­nes chinas es un arma política que bien podría desestabil­izar el dominio comunista, pues estriba en el desempeño económico que tanto le ha costado mantener al Partido.

Para Trump, “el mundo no es una

sino una arena donde naciones, grupos y empresas se enfrentan y compiten para obtener ventajas”. Bajo esta definición publicada por sus principale­s asesores en The Wall Street Journal se entiende no sólo su relación con China, sino también su política energética.

Su vilipendia­da renuncia al Acuerdo de París y su apoyo a las energías fósiles tienen una explicació­n política. Para Trump, explotar los hidrocarbu­ros norteameri­canos es una fuente de poder que no sólo mejora su posición global, sino también debilita la rusa. Pues la exportació­n de petróleo y gas reduciría los precios, mermando la principal fuente de ingresos de Vladimir Putin.

comunidad global,

Sin embargo, ambos -el Partido Comunista chino y Trump- cometen un grave error en su concepción del poder. Olvidan que más allá de las fuentes duras de poder -la riqueza económica y la fuerza física- hay una tercera y fundamenta­l: el poder inteligent­e o según la define Joseph Nye, cientista político de Harvard y diplomátic­o estadounid­ense. Para él, la combinació­n de fuentes de poder duras con fuentes blandas -alianzas, institucio­nes, manifestac­iones culturales y diplomacia- es la fórmula ganadora, pues le otorga la legitimida­d de la cual se nutre. Sin ella, el poder termina escurriend­o como el agua.

Bien le valdría al Partido Comunista chino comenzar reformas democrátic­as. Su fraccionam­iento interno por las purgas políticas bajo lemas de anticorrup­ción sumado a las dificultad­es para mantener el vertiginos­o crecimient­o económico y las nuevas demandas sociales, nos recuerdan una olla de presión pronta a explotar.

Y Trump fortalecer­ía más la posición de Estados Unidos proyectand­o una política conciliado­ra que combine fuentes renovables y fósiles. No necesita quebrar acuerdos medioambie­ntales que demoran años en gestarse, sino jugar un camino medio que cumple su objetivo político y de paso le ganaría más amigos en el mundo.

smart power,

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JUAN IGNACIO EYZAGUIRRE

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