Clasificación de riesgos y sus lecciones
LUEGO DE 25 años de sostenidos incrementos en nuestra calidad crediticia, S&P bajó la clasificación de riesgo soberano de Chile. En términos prácticos, esto significa que tanto el Estado, como empresas y personas, ven encarecido su costo de financiamiento. Las razones de esta baja no están ni en los caprichos de
S&P ni en la mala suerte. Son resultado de debilidades en políticas y acciones, de errores en la estrategia para lograr los objetivos últimos. En especial, de debilidades en la gestión de los principales públicos de interés o stakeholders. Desde que lanzó su candidatura, Michelle Bachelet y su equipo anunciaron metas ambiciosas y variadas. Como en toda organización, el cumplimiento de los objetivos requiere de una estrategia adecuada: que considere los recursos y cómo se logrará alinear los múltiples stakeholders en pos de la meta. Los problemas del Gobierno de Bachelet se pueden explicar como errores en la gestión de sus públicos de interés. Primero, no identificó bien cuáles eran los más relevantes: los más vociferantes no son necesariamente los más importantes. Segundo, no consideró que es imposible dejar contentos a todos. Tercero, no puso énfasis suficiente en un grupo clave: los stakeholders económico/financieros, incluyendo empresarios, acreedores, inversionistas e, indirectamente, clasificadores de riesgo. La combinación de esos errores estratégicos acrecentó la brecha entre las aspiraciones y la realidad. En una escala más micro, las empresas enfrentan problemas estratégicos similares. Una organización que pretenda sostenerse en forma exitosa debe gestionar adecuadamente sus diversos públicos de interés. Esto significa identificar los relevantes, evaluar relaciones con ellos, identificar amenazas y mitigantes correspondientes. Una buena estrategia corporativa parte por conocer y entender los riesgos asociados a esos stakeholders.