Pulso

Raspando la olla,

Lo razonable es que el gasto público tenga un crecimient­o mínimo en 2018 y de todos modos inferior al 2,5% que se ve para el PIB.

- Por Alejandro Fernández

LA RECIENTE rebaja en la clasificac­ión de riesgo de Chile por parte de Standard & Poor’s es otro de los “honores” con que se retirará el actual Gobierno, al que le quedan 230 días para concluir su mandato y, se puede presumir, al menos algunos de quienes participan en este deben estar deseando que los días que les quedan pasen lo más rápido posible para que no se sigan acumulando bochornos en su currículum.

La rebaja en la clasificac­ión, como señaló el ente evaluador en su comunicado, se explica por el muy bajo crecimient­o de la economía, por un lado, y el deterioro sostenido en la situación fiscal, por otro. Ninguno de los dos problemas se va a resolver en el corto plazo, pero un servicio que le puede hacer el Gobierno saliente al país es dejar aprobado un presupuest­o fiscal austero, que detenga el crecimient­o del tamaño del Estado en la economía, reduzca el tamaño del déficit fiscal y, en consecuenc­ia, la velocidad en el crecimient­o de la deuda pública como porcentaje del PIB.

Recordemos que, en 2016, el gasto público alcanzó a 23,8% del PIB, la cifra más elevada desde 1990, y que subirá hasta alrededor de 24,4% este año, consideran­do el aumento esperado de 4% en el gasto público y un crecimient­o de 1,4% en el PIB (proyección del Banco Central en junio). Recordemos también que, en el mejor de los últimos años, 2011, los ingresos del Fisco alcanzaron a 22,6% del PIB, cuando el precio del cobre promedió US$4 la libra, escenario que parece poco probable que se repita y, este año, con los efectos casi plenos del alza de impuestos de 2014, se llegará a 21,3% del PIB.

Por lo tanto, la única forma en que se puede reducir el déficit fiscal efectivo en los próximos años es limitando el crecimient­o del gasto público por debajo de aquel que registre el PIB. Dicho de otra manera, salvo en el caso de que el precio del cobre suba permanente­mente no sería posible terminar con el déficit fiscal y, por lo tanto, con la posibilida­d de que la clasificac­ión de riesgo baje de nuevo.

Si se considera que la proyección de largo plazo del precio del cobre está por debajo de los US$2,60 la libra y que la estimación revisada de Hacienda para este año es de US$2,5 la libra, parece improbable que se pueda reducir el déficit sin imponer un severo control sobre el crecimient­o del gasto.

En vista de lo anterior, lo razonable sería que el gasto público tenga un crecimient­o mínimo en 2018 y, en cualquier caso, claramente inferior al 2,5% que hoy se vislumbra como crecimient­o posible para el PIB, de acuerdo con la encuesta de expectativ­as del Banco Central.

SI ES QUE el gasto creciera a la misma tasa que el PIB, lo razonable sería proyectar que el déficit fiscal se mantendría en torno a 3,1% del PIB, suponiendo que los ingresos logran crecer a una tasa similar y, en general, cualquiera sea el crecimient­o del PIB en el futuro, si el gasto mantiene una tasa de expansión similar a este, el déficit no disminuirá porque parece difícil que, en el escenario tributario y de precio del cobre actual, los ingresos puedan exceder sistemátic­a y claramente aquellos que se alcancen este año como porcentaje del producto.

Hay que reconocer, eso sí, que es muy distinto, desde la perspectiv­a de la dinámica de la deuda pública, que el déficit sea permanente­mente 3% del PIB con un crecimient­o de menos de 2% al año versus un escenario en que el PIB crece, digamos, 3,5% o 4%, por lo que, junto con contener la expansión del gasto, es fundamenta­l lograr acelerar el crecimient­o.

Consideran­do todo lo anterior, parece muy improbable que el déficit fiscal en 2018 esté por debajo del 2,5% y esto ya sería un logro en las circunstan­cias actuales, toda vez que no es posible descartar que siga subiendo. También parece poco probable que el déficit se reduzca en más de 0,5% del PIB por año desde 2019, aun suponiendo que el crecimient­o de la economía se acelera a 3% en promedio y, por lo tanto, es poco probable que el déficit desaparezc­a antes del año 2023.

Recapitula­ndo. El deterioro en las cuentas fiscales ha sido muy significat­ivo, explicando la baja en la clasificac­ión de riesgo de Standard & Poor’s. Sólo una política fiscal austera permitirá que el déficit en 2018 no vuelva a crecer, de manera que el Gobierno, que está en cuenta regresiva para entregar el poder en marzo próximo, puede hacerle un servicio al país dejándole al nuevo Gobierno un presupuest­o que asegure que el déficit disminuirá en 2018.

Necesariam­ente esto implica un crecimient­o modesto del gasto público, menor al 2,5% previsto de crecimient­o en el PIB. Aun en estas circunstan­cias, la situación deficitari­a se mantendrá durante todo el próximo período presidenci­al. Evitar una nueva rebaja en la clasificac­ión de riesgo requiere, por una parte, acelerar claramente el crecimient­o de la economía en los próximos años, la parte relativame­nte sencilla, y mantener una clara austeridad fiscal, acotando la expansión del gasto a tasas que estén por debajo del crecimient­o de la economía y hacerlo más eficiente. Esta es la parte difícil que enfrentará quien asuma el poder en marzo próximo.

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