Claves de la resiliencia económica china,
China atraviesa por una extraordinaria transformación de un modelo basado en manufacturas a uno construido sobre servicios.
UNA VEZ MÁS, la economía china refuta los temores de los profetas del pesimismo. Tras seis años consecutivos de desaceleración, 2017 trae consigo una recuperación del crecimiento del PIB real. La cifra anualizada de 6,9% que acaba de anunciarse para el segundo trimestre supera el 6,7% de 2016 y excede ampliamente el consenso de los analistas, que hace muy pocos meses preveían para este año un crecimiento más cercano a 6,5%, y menor aún, de un 6%, en 2018.
Llevo tiempo diciendo que la obsesión con el PIB no deja ver cuestiones más importantes para el debate sobre el crecimiento de China, ya que la economía de este país atraviesa una extraordinaria transformación estructural que la lleva de un modelo productor basado en las manufacturas a un modelo de consumo basado en servicios cada vez más potente.
En tanto esto implica un cambio en la composición del PIB, que sustituye un crecimiento relativamente rápido en inversiones y exportaciones por otro relativamente lento en consumo privado interno, una desaceleración del crecimiento general del PIB es a la vez inevitable y deseable. La presunta vulnerabilidad de China debe analizarse en este contexto. Este debate viene de lejos. El primer atisbo que tuve de él fue a fines de los ‘90, durante la crisis financiera asiática. De Tailandia e Indonesia a Corea del Sur y Taiwán, en todas partes se pensaba que China era la próxima.
Pero la verdad resultó muy diferente de las predicciones. Cuando el virulento contagio panregional se aquietó, la economía china seguía como si nada. El crecimiento del PIB real se desaceleró en forma transitoria a 7,7% en 1998-1999, pero volvió a acelerar a 10,3% en la década que siguió.
Igual de elocuente fue la resiliencia de China durante la gran crisis financiera. En medio de la peor contracción global desde los años ‘30, en 2008-2009 la economía china siguió creciendo a un promedio de 9,4% anual. De hecho, si no fuera por la resiliencia china, el PIB mundial no se habría contraído 0,1% en 2009, sino 1,3%, en lo que hubiera sido la caída más profunda desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
El último brote de pesimismo se centró en la aparición de dos frentes desfavorables (desapalancamiento y consiguiente ajuste del mercado inmobiliario), que parecerían ser señal de un estancamiento a la japonesa. Pero una vez más, la mirada occidental está fuera de foco. Como Japón, China es una economía con alto nivel de ahorro, y la mayor parte de su deuda creciente es consigo misma. Pero en cualquier caso, China está mejor protegida que Japón. Según el FMI, es probable que en 2017 el ahorro nacional de China alcance el 45% del PIB, mucho más que la tasa de ahorro de 28% de Japón.
ASÍ COMO los japoneses pudieron evitar una crisis de deuda soberana pese a llegar esta al 239% del PIB, China, que cuenta con un colchón de ahorro mucho más grande y una carga de deuda soberana mucho menor (49% del PIB), está mucho mejor preparada para evitar una implosión semejante.
Es verdad que China tiene un problema creciente con la deuda corporativa: se estima que a fines de 2016, la deuda fuera del sector financiero alcanzó 157% del PIB (contra 102% a fines de 2008). Esto vuelve mucho más imperiosa una reforma en los próximos años de las empresas estatales, donde se concentra el grueso del creciente endeudamiento.
Además, hay una causa de inquietud razonable en el mercado inmobiliario chino. El crecimiento de la clase media implica necesidad de alojamiento accesible, lo cual no es asunto menor, dado que la proporción de la población china que vive en ciudades aumentó de menos de 20% en 1980 a más de 56% en 2016, y es de prever que llegue a 70% en 2030. Pero esto implica que los mercados inmobiliarios chinos (a diferencia de otras grandes economías totalmente urbanizadas) contarán con suficiente demanda, dado que la población urbana seguirá creciendo un 1%o 2% anual en los próximos diez a quince años. El reto de China es hacer una gestión prudente del crecimiento de la oferta inmobiliaria necesaria para satisfacer los requisitos de demanda de la urbanización, sin alentar especulación excesiva ni peligrosas burbujas.
En tanto, desde principios de 2017 la economía china también extrae una cuota importante de resiliencia de factores cíclicos. El incremento interanual del 11,3% en las exportaciones que se registró en junio contrasta claramente con las cifras de años anteriores, disminuidas por una mayor debilidad de la recuperación global postcrisis. Al mismo tiempo, las ventas minoristas registran hasta mediados de 2017 un incremento (ajustado por inflación y anualizado) de 10%, esto es, un 45% más que el 6,9% de crecimiento general del PIB. Aquella cifra es reflejo de un aumento impresionante del ingreso familiar y del ímpetu del comercio electrónico.
Los pesimistas suelen mirar la economía china con el mismo cristal que usan para sus propias economías, con lo que repiten un error clásico. Muchos creen que el problema de burbujas de activos que afectó a Japón y EEUU se repetirá en China, y que su veloz crecimiento basado en el endeudamiento tendrá las mismas repercusiones que episodios similares han tenido en otros países.
A los analistas les cuesta no proyectar a China la experiencia de las crisis en grandes economías desarrolladas. Pero esa metodología resultó errada en el pasado, y es errada hoy también.