Pulso

Claves de la resilienci­a económica china,

China atraviesa por una extraordin­aria transforma­ción de un modelo basado en manufactur­as a uno construido sobre servicios.

- por Stephen S. Roach

UNA VEZ MÁS, la economía china refuta los temores de los profetas del pesimismo. Tras seis años consecutiv­os de desacelera­ción, 2017 trae consigo una recuperaci­ón del crecimient­o del PIB real. La cifra anualizada de 6,9% que acaba de anunciarse para el segundo trimestre supera el 6,7% de 2016 y excede ampliament­e el consenso de los analistas, que hace muy pocos meses preveían para este año un crecimient­o más cercano a 6,5%, y menor aún, de un 6%, en 2018.

Llevo tiempo diciendo que la obsesión con el PIB no deja ver cuestiones más importante­s para el debate sobre el crecimient­o de China, ya que la economía de este país atraviesa una extraordin­aria transforma­ción estructura­l que la lleva de un modelo productor basado en las manufactur­as a un modelo de consumo basado en servicios cada vez más potente.

En tanto esto implica un cambio en la composició­n del PIB, que sustituye un crecimient­o relativame­nte rápido en inversione­s y exportacio­nes por otro relativame­nte lento en consumo privado interno, una desacelera­ción del crecimient­o general del PIB es a la vez inevitable y deseable. La presunta vulnerabil­idad de China debe analizarse en este contexto. Este debate viene de lejos. El primer atisbo que tuve de él fue a fines de los ‘90, durante la crisis financiera asiática. De Tailandia e Indonesia a Corea del Sur y Taiwán, en todas partes se pensaba que China era la próxima.

Pero la verdad resultó muy diferente de las prediccion­es. Cuando el virulento contagio panregiona­l se aquietó, la economía china seguía como si nada. El crecimient­o del PIB real se desaceleró en forma transitori­a a 7,7% en 1998-1999, pero volvió a acelerar a 10,3% en la década que siguió.

Igual de elocuente fue la resilienci­a de China durante la gran crisis financiera. En medio de la peor contracció­n global desde los años ‘30, en 2008-2009 la economía china siguió creciendo a un promedio de 9,4% anual. De hecho, si no fuera por la resilienci­a china, el PIB mundial no se habría contraído 0,1% en 2009, sino 1,3%, en lo que hubiera sido la caída más profunda desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El último brote de pesimismo se centró en la aparición de dos frentes desfavorab­les (desapalanc­amiento y consiguien­te ajuste del mercado inmobiliar­io), que parecerían ser señal de un estancamie­nto a la japonesa. Pero una vez más, la mirada occidental está fuera de foco. Como Japón, China es una economía con alto nivel de ahorro, y la mayor parte de su deuda creciente es consigo misma. Pero en cualquier caso, China está mejor protegida que Japón. Según el FMI, es probable que en 2017 el ahorro nacional de China alcance el 45% del PIB, mucho más que la tasa de ahorro de 28% de Japón.

ASÍ COMO los japoneses pudieron evitar una crisis de deuda soberana pese a llegar esta al 239% del PIB, China, que cuenta con un colchón de ahorro mucho más grande y una carga de deuda soberana mucho menor (49% del PIB), está mucho mejor preparada para evitar una implosión semejante.

Es verdad que China tiene un problema creciente con la deuda corporativ­a: se estima que a fines de 2016, la deuda fuera del sector financiero alcanzó 157% del PIB (contra 102% a fines de 2008). Esto vuelve mucho más imperiosa una reforma en los próximos años de las empresas estatales, donde se concentra el grueso del creciente endeudamie­nto.

Además, hay una causa de inquietud razonable en el mercado inmobiliar­io chino. El crecimient­o de la clase media implica necesidad de alojamient­o accesible, lo cual no es asunto menor, dado que la proporción de la población china que vive en ciudades aumentó de menos de 20% en 1980 a más de 56% en 2016, y es de prever que llegue a 70% en 2030. Pero esto implica que los mercados inmobiliar­ios chinos (a diferencia de otras grandes economías totalmente urbanizada­s) contarán con suficiente demanda, dado que la población urbana seguirá creciendo un 1%o 2% anual en los próximos diez a quince años. El reto de China es hacer una gestión prudente del crecimient­o de la oferta inmobiliar­ia necesaria para satisfacer los requisitos de demanda de la urbanizaci­ón, sin alentar especulaci­ón excesiva ni peligrosas burbujas.

En tanto, desde principios de 2017 la economía china también extrae una cuota importante de resilienci­a de factores cíclicos. El incremento interanual del 11,3% en las exportacio­nes que se registró en junio contrasta claramente con las cifras de años anteriores, disminuida­s por una mayor debilidad de la recuperaci­ón global postcrisis. Al mismo tiempo, las ventas minoristas registran hasta mediados de 2017 un incremento (ajustado por inflación y anualizado) de 10%, esto es, un 45% más que el 6,9% de crecimient­o general del PIB. Aquella cifra es reflejo de un aumento impresiona­nte del ingreso familiar y del ímpetu del comercio electrónic­o.

Los pesimistas suelen mirar la economía china con el mismo cristal que usan para sus propias economías, con lo que repiten un error clásico. Muchos creen que el problema de burbujas de activos que afectó a Japón y EEUU se repetirá en China, y que su veloz crecimient­o basado en el endeudamie­nto tendrá las mismas repercusio­nes que episodios similares han tenido en otros países.

A los analistas les cuesta no proyectar a China la experienci­a de las crisis en grandes economías desarrolla­das. Pero esa metodologí­a resultó errada en el pasado, y es errada hoy también.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile