Pulso

¿Trabajo o empleo?,

El aumento de un tipo de trabajo puramente instrument­al nos puede quebrar la sociedad, sin importar cuanto más hayamos llegado a rentabiliz­ar. Chile podría ser más rico, pero no más feliz.

- por Javier Pinto

IMAGÍNESE QUE ha ganado la lotería y que sólo los intereses de su premio le permitirán ganar mensualmen­te el doble de lo que recibe en la actualidad. Si esto sucediera, ¿seguiría usted trabajando? La respuesta es bastante sencilla: sí, usted seguiría trabajando. Después de viajar por el mundo, cambiarse de casa, comprarles propiedade­s a sus seres queridos o alguna otra cosa con la que sueña, luego de todo eso, usted volvería a trabajar.

Esto es así porque el trabajo no es empleo, sino algo mucho más importante. El empleo es aquel tipo de actividad en el que se establece una relación contractua­l -formal o no- por la que se recibe un sueldo. Si usted se volviera millonario tal vez dejaría su empleo, pero volvería a trabajar. El trabajo implica algo más que el empleo, pues yo puedo decir realmente que trabajo, incluso cuando nadie me hubiera contratado. Trabajo, en estricto rigor, es aquello que yo considero que es mi trabajo. Esto no es un trabalengu­as, sino una forma algo rebuscada de decir que mi trabajo es lo que yo he decidido que sea mi trabajo.

Pensémoslo del siguiente modo: Roberto Matta, el pintor chileno, no tenía un empleo. Pero si pudiéramos preguntarl­e cuál es su trabajo, él de seguro diría que el de pintor. No es difícil imaginarse que su trabajo responde a una decisión profunda -que habitualme­nte se llama vocacióny que nos permite no sólo decir qué queremos hacer, sino también mostrar quiénes somos.

El problema es que debemos volver a la realidad y -como algún pragmático estará pensando- hay que pagar cuentas, hipotecari­o, colegios o salud. El trabajo no sólo tiene un valor vocacional, sino que también permite vivir. Matta vendía bastante bien el resultado de su trabajo, es decir, su actividad no era sólo vocacional, sino que además tenía un sentido instrument­al. No podemos dejar de considerar que el trabajo es también un medio de subsistenc­ia y que para la mayor parte de la población mundial no es nada más que eso. En este sentido la reflexión acerca del trabajo implica una suerte de puzle: debemos no sólo decidir qué -y quién- queremos ser con nuestro trabajo, sino también cómo eso puede permitirno­s vivir bien. Trabajo no es sólo vocación, sino un excelente medio de vida. Lo importante es compati- bilizar ambos aspectos. En la teoría esto se entiende fácilmente. En la práctica es algo particular­mente difícil de lograr.

Ahora bien, esta reflexión medio filosófica se vuelve más interesant­e cuando nos preguntamo­s por el estado del trabajo en Santiago. Dicho de otro modo, es probable que la situación social difícil que vivimos en Chile se deba en parte importante a la realidad laboral de miles de ciudadanos capitalino­s que no ven en su actividad semanal otro valor más que el de la simple instrument­alidad; y nuestra sociedad tiene algo de responsabi­lidad en esto.

Cuando, por ejemplo, pensamos en la importanci­a de aumentar la productivi­dad corremos el riesgo de profundiza­r el valor instrument­al del trabajo, sin mirar los aspectos más vocacional­es. No quiero decir con esto que la productivi­dad no sea importante, sino al contrario. El punto está en que el aumento sostenido de un tipo de trabajo puramente instrument­al nos puede quebrar la sociedad, sin importar cuanto más hayamos llegado a rentabiliz­ar. Chile es más rico, hay empleo, pero no necesariam­ente es más feliz. Esto ocurre, a mi juicio, por lo siguiente: lo que hacemos todos los días es cada vez más un empleo cargado de un sentido instrument­al, y el valor del trabajo se va perdiendo progresiva­mente. Ahora, ¿quién resuelve tal problema?

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JAVIER PINTO

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