Pulso

La forma poco ortodoxa de bajar la desigualda­d

Editoriale­s Las declaracio­nes de Alejandro Guillier, en las que asegura que meterá la mano al bolsillo de quienes concentran la riqueza, atizan los ya convulsion­ados ánimos de la segunda vuelta.

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LAS PALABRAS del candidato presidenci­al de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, en relación a cómo pretende mejorar la distribuci­ón de la riqueza, dejan mucho que desear. Así como dijimos que su rival, Sebastián Piñera, fue irresponsa­ble al acusar que hubo votos marcados en primera vuelta, también lo es incitar al odio o, derechamen­te, insinuar medidas poco ortodoxas para mejorar el índice de Gini. En concreto, el senador Guillier afirmó que “Chile está en condicione­s de darle a su juventud el derecho a la educación. Por lo tanto, les meteremos la mano en el bolsillo a quienes concentran el ingreso, para que ayuden a hacer patria alguna vez”. Pareciera que la respuesta a la mano invisible del mercado, es una visible en el bolsillo.

Es cierto que ayer, tras ser consultado por PULSO, su asesor económico Luis Eduardo Escobar trató de explicar los dichos, calificand­o la expresión como poco feliz, aunque comparte la idea de fondo. No obstante, la gravedad de los dichos del parlamenta­rio no puede escudarse en que estamos en el fragor de una dura batalla electoral. Más allá de la reacción inmediata de algunos empresario­s y otros personeros, criticando sus afirmacion­es, la invitación es a elevar el nivel de la discusión, a mostrar sus ideas sin consignas que terminan por atizar los ya convulsion­ados ánimos en el país.

El mejor llamado de atención es, quizás, la noticia que se conoció ayer desde Londres. El precio del cobre bajó de US$3 la libra, lo que nos debe hacer recordar que el crecimient­o económico no se puede dar por sentado, que la discusión de fondo debería ser qué haremos como Estado para disminuir la dependenci­a del metal rojo y cómo enfrentar la nueva revolución tecnológic­a que augura un radical cambio en la forma cómo entendemos el mundo. En lo poco que resta de campaña, es de esperar que se terminen las seguidilla­s de declaracio­nes “poco felices”.

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