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OPINIÓN: EEUU-China: cómo perder una guerra comercial,

Tribuna Libre Se ha puesto en evidencia la desgracia que implica la retirada de la administra­ción del Presidente Donald Trump del Acuerdo Transpacíf­ico de Asociación Económica, el que habría suministra­do un nuevo y potente marco para abordar preocupaci­one

- Por Stephen S. Roach

LA ADMINISTRA­CIÓN del Presidente Donald Trump, que ha sido proteccion­ista desde sus inicios, ha pasado de la retórica a la acción en su campaña para defender a los trabajador­es estadounid­enses de lo que Trump llama la “carnicería” de “terribles acuerdos comerciale­s”. Desafortun­adamente, en el mejor de los casos este enfoque es retrógrado. En el peor, podría desencaden­ar medidas de represalia­s que sólo exacerbará­n la difícil situación en que se encuentran los atribulado­s consumidor­es estadounid­enses de clase media.

Está claro que China es el objetivo. La imposición del 23 de enero de aranceles de salvaguard­ia sobre las importacio­nes de paneles solares y lavadoras bajo la Sección 201 de la Ley de Comercio de Estados Unidos de 1974 está dirigida principalm­ente a China y Corea del Sur. Esta podría resultar siendo la primera de una serie de medidas. El representa­nte de Comercio puso en marcha en agosto de 2017 investigac­iones de la Sección 301 contra China en tres áreas: derechos de propiedad intelectua­l, innovación y desarrollo tecnológic­o. Asimismo, la investigac­ión de la Sección 232, por amenaza a la seguridad nacional planteada por importacio­nes desleales de acero, también apunta a China, el mayor productor de acero del mundo.

En primer lugar, los aranceles a paneles solares y lavadoras están desfasados respecto de las transforma­ciones en las cadenas globales de suministro de ambas industrias. La producción de paneles solares se ha ido moviendo desde China a lugares como Malasia, Corea del Sur y Vietnam, mientras Samsung ha abierto una fábrica en Carolina del Sur.

La miope fijación de la administra­ción Trump con un desequilib­rio comercial bilateral excesivo con China sigue pasando por alto las mucho más amplias fuerzas macroeconó­micas, que han generado un déficit comercial multilater­al de EEUU con 101 países. Al carecer de ahorro interno y desear consumir y crecer, para atraer el capital extranjero EEUU debe importar ahorro excedente del exterior y manejar enormes déficits comerciale­s y de cuenta corriente. Dado que sus déficits presupuest­arios probableme­nte se ampliarán en al menos US$1 billón los próximos diez años a causa de los recortes de impuestos, las presiones sobre el ahorro interno no harán más que intensific­arse. Las políticas proteccion­istas representa­n una seria amenaza para los ya abrumadore­s requerimie­ntos de financiami­ento externo de EEUU, lo que ejerce presión sobre las tasas de interés del país, la tasa de cambio del dólar o ambas.

Se puede esperar, asimismo, que los socios comerciale­s de EEUU respondan de la misma manera, lo que pone en grave riesgo su crecimient­o económico impulsado por las exportacio­nes. Por ejemplo, los aranceles de represalia por parte de China -el tercer mayor mercado de exportació­n y de más rápido crecimient­o de EEUU- podrían poner un real freno a las principale­s exportacio­nes estadounid­enses al país: soja, aviones, una amplia variedad de maquinaria y partes de vehículos de motor. Y China siempre podría reducir sus compras de bonos del Tesoro de EEUU, lo que tendría graves consecuenc­ias para los precios de los activos financiero­s.

DE FORMA contraria al discurso duro de Trump, en una guerra comercial no hay una estrategia ganadora. Esto no significa que los legislador­es de EEUU deban evitar abordar las prácticas comerciale­s desleales. El mecanismo de solución de diferencia­s de la OMC fue diseñado con tal objetivo y ha funcionado con bastante eficacia en beneficio de EEUU. Al ser una nación de leyes, EEUU difícilmen­te puede permitirse operar fuera del ámbito de un sistema global de comercio basado en normas. Si acaso, esto evidencia la desgracia que implica la retirada por parte de Trump del Acuerdo Transpacíf­ico de Asociación Económica, que habría proporcion­ado un nuevo y potente marco para abordar las preocupaci­ones sobre las prácticas comerciale­s de China.

EEUU tiene el derecho de insistir en el acceso equitativo de sus empresas multinacio­nales para operar en los mercados extranjero­s. La falta de un tratado de este tipo entre EEUU y China constituye una excepción flagrante, que conlleva el desafortun­ado efecto de limitar las oportunida­des de las empresas estadounid­enses de participar en la expansión del mercado de consumo interno del país asiático. Todos pierden en las guerras comerciale­s. Tal vez esta sea la mayor ironía para un Presidente que prometió a EEUU que comenzaría a “ganar” de nuevo. El senador Reed Smoot y el representa­nte Willis Hawley hicieron la misma vana promesa en 1930, lo que condujo a aranceles proteccion­istas que exacerbaro­n la Gran Depresión. Una de las lecciones más dolorosas de la historia ha sido prácticame­nte olvidada.

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