OPINIÓN: EEUU-China: cómo perder una guerra comercial,
Tribuna Libre Se ha puesto en evidencia la desgracia que implica la retirada de la administración del Presidente Donald Trump del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, el que habría suministrado un nuevo y potente marco para abordar preocupacione
LA ADMINISTRACIÓN del Presidente Donald Trump, que ha sido proteccionista desde sus inicios, ha pasado de la retórica a la acción en su campaña para defender a los trabajadores estadounidenses de lo que Trump llama la “carnicería” de “terribles acuerdos comerciales”. Desafortunadamente, en el mejor de los casos este enfoque es retrógrado. En el peor, podría desencadenar medidas de represalias que sólo exacerbarán la difícil situación en que se encuentran los atribulados consumidores estadounidenses de clase media.
Está claro que China es el objetivo. La imposición del 23 de enero de aranceles de salvaguardia sobre las importaciones de paneles solares y lavadoras bajo la Sección 201 de la Ley de Comercio de Estados Unidos de 1974 está dirigida principalmente a China y Corea del Sur. Esta podría resultar siendo la primera de una serie de medidas. El representante de Comercio puso en marcha en agosto de 2017 investigaciones de la Sección 301 contra China en tres áreas: derechos de propiedad intelectual, innovación y desarrollo tecnológico. Asimismo, la investigación de la Sección 232, por amenaza a la seguridad nacional planteada por importaciones desleales de acero, también apunta a China, el mayor productor de acero del mundo.
En primer lugar, los aranceles a paneles solares y lavadoras están desfasados respecto de las transformaciones en las cadenas globales de suministro de ambas industrias. La producción de paneles solares se ha ido moviendo desde China a lugares como Malasia, Corea del Sur y Vietnam, mientras Samsung ha abierto una fábrica en Carolina del Sur.
La miope fijación de la administración Trump con un desequilibrio comercial bilateral excesivo con China sigue pasando por alto las mucho más amplias fuerzas macroeconómicas, que han generado un déficit comercial multilateral de EEUU con 101 países. Al carecer de ahorro interno y desear consumir y crecer, para atraer el capital extranjero EEUU debe importar ahorro excedente del exterior y manejar enormes déficits comerciales y de cuenta corriente. Dado que sus déficits presupuestarios probablemente se ampliarán en al menos US$1 billón los próximos diez años a causa de los recortes de impuestos, las presiones sobre el ahorro interno no harán más que intensificarse. Las políticas proteccionistas representan una seria amenaza para los ya abrumadores requerimientos de financiamiento externo de EEUU, lo que ejerce presión sobre las tasas de interés del país, la tasa de cambio del dólar o ambas.
Se puede esperar, asimismo, que los socios comerciales de EEUU respondan de la misma manera, lo que pone en grave riesgo su crecimiento económico impulsado por las exportaciones. Por ejemplo, los aranceles de represalia por parte de China -el tercer mayor mercado de exportación y de más rápido crecimiento de EEUU- podrían poner un real freno a las principales exportaciones estadounidenses al país: soja, aviones, una amplia variedad de maquinaria y partes de vehículos de motor. Y China siempre podría reducir sus compras de bonos del Tesoro de EEUU, lo que tendría graves consecuencias para los precios de los activos financieros.
DE FORMA contraria al discurso duro de Trump, en una guerra comercial no hay una estrategia ganadora. Esto no significa que los legisladores de EEUU deban evitar abordar las prácticas comerciales desleales. El mecanismo de solución de diferencias de la OMC fue diseñado con tal objetivo y ha funcionado con bastante eficacia en beneficio de EEUU. Al ser una nación de leyes, EEUU difícilmente puede permitirse operar fuera del ámbito de un sistema global de comercio basado en normas. Si acaso, esto evidencia la desgracia que implica la retirada por parte de Trump del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, que habría proporcionado un nuevo y potente marco para abordar las preocupaciones sobre las prácticas comerciales de China.
EEUU tiene el derecho de insistir en el acceso equitativo de sus empresas multinacionales para operar en los mercados extranjeros. La falta de un tratado de este tipo entre EEUU y China constituye una excepción flagrante, que conlleva el desafortunado efecto de limitar las oportunidades de las empresas estadounidenses de participar en la expansión del mercado de consumo interno del país asiático. Todos pierden en las guerras comerciales. Tal vez esta sea la mayor ironía para un Presidente que prometió a EEUU que comenzaría a “ganar” de nuevo. El senador Reed Smoot y el representante Willis Hawley hicieron la misma vana promesa en 1930, lo que condujo a aranceles proteccionistas que exacerbaron la Gran Depresión. Una de las lecciones más dolorosas de la historia ha sido prácticamente olvidada.