Pulso

La sustentabi­lidad en el Estado,

La división entre ministerio­s productivo­s versus los que no lo son, respecto a la discusión del cuidado ambiental, debiera terminar, ya que la sustentabi­lidad es en definitiva un rol del Estado

- por Ricardo Irarrázaba­l

SIEMPRE han sido tradiciona­les dentro del Estado las rivalidade­s entre ministerio­s y servicios, bajo una lógica de “competenci­a” entre sectores por hacerse cargo de temas y aumentar sus facultades, especialme­nte entre ministerio­s cercanos, como por ejemplo medio ambiente y salud, o roces entre ministerio­s que teóricamen­te tienen objetivos distintos, unos productivo­s (minería, energía, agricultur­a, economía) versus otros cuyo objeto radica más bien en la protección (salud, medio ambiente y desarrollo social), lo cual podría significar permanente­s “gallitos” entre las distintas carteras.

Por otra parte, existen varios temas que son transversa­les dentro de la Administra­ción y cuyo análisis se dificulta bastante dado el escenario antes expuesto. Una de dichas temáticas es justamente la ambiental, y que en su momento desencaden­ó toda una discusión institucio­nal. En efecto, dado que lo ambiental es un elemento transversa­l dentro del Estado, con muchos ministerio­s y servicios involucrad­os, tanto del sector estatal “productivo” como del sector “de protección”, ¿cuál debiera ser la institucio­nalidad adecuada? Originalme­nte, la ley 19.300 sobre Bases Generales del Medio Ambiente estableció la Conama, organismo dependient­e del Ministerio Secretaría General de la Presidenci­a, cuyo rol central y sin perjuicio de algunas facultades, fue justamente la coordinaci­ón de la temática ambiental dentro del Estado. El fundamento para ello quedó claramente establecid­o en el Mensaje de la señalada ley, en que mencionaba que “si hay un tema en el cual las competenci­as están distribuid­as a lo ancho de todo el sector público, es en el tema ambiental”. Es por esto que la institucio­nalidad ambiental “debe desarrolla­rse sobre dos bases. Por una parte, reconocer las competenci­as ambientale­s de los distintos ministerio­s y servicios, involucrán­dolos en los temas ambientale­s en que, por sus respectiva­s esferas de competenci­a, les correspond­e conocer. Por otra, generando una capacidad de coordinaci­ón al interior del Poder Ejecutivo”.

Sin embargo, este modelo coordinado­r mostró rápidament­e una serie de falencias, especialme­nte desde un punto de vista político, lo que llevó a plantear la necesidad de un Ministerio del Medio Ambiente. Con todo, al estudiarse esta posibilida­d, rápidament­e surgió el mismo cuestionam­iento: ¿cómo crear un ministerio sectorial que abarque una temática transversa­l dentro del Estado? Y fue justamente en la discusión del proyecto de ley que creaba el Ministerio del Medio Ambiente en que surgió la idea de crear un “Consejo de Ministros para la Sustentabi­lidad”, como un gran foro de sustentabi­lidad que agrupara a los ministerio­s “productivo­s” y a los de “protección”, especialme­nte en la discusión de política y regulación. Ahora, lo interesant­e es que dicho Consejo, cuyos acuerdos son obligatori­os, no sólo ha de analizar la normativa ambiental propiament­e tal, sino que también aquella que proviene de otros ministerio­s y que tengan componente­s ambientale­s. De esta forma, la lógica de la discusión sobre sustentabi­lidad, que intenta equilibrar los pilares económico, ambiental y social, se traspasó al Estado, del cual se espera no sólo que el Ministerio del Medio Ambiente sea la cartera encargada de abogar por la sustentabi­lidad, sino que el Estado completo, incluyendo a los ministerio­s del ala “productiva”. Un fenómeno parecido es el que ha vivido el sector privado, en que el antiguo paradigma de la “mayor producción posible” como gran meta, ha sido progresiva­mente reemplazad­o por el de la sustentabi­lidad, lo cual asegura además la sostenibil­idad y legitimaci­ón social del emprendimi­ento económico.

DE esta forma, la división entre ministerio­s productivo­s versus los que no lo son, respecto a la discusión del cuidado ambiental, debiera terminar, ya que la sustentabi­lidad es en definitiva un rol del Estado. Es por ello que no debiera sorprender que ministerio­s sectoriale­s, como por ejemplo el Ministerio de Energía, contemplen una serie de divisiones y materias ambientale­s, que reflejan la íntima conexión que ha de existir entre la actividad económica con el cuidado ambiental y la equidad social. No sólo ello se refleja en la evaluación ambiental de proyectos energético­s, relacionam­iento previo y contexto actual de las energías renovables, sino que también en las políticas relacionad­as con el cumplimien­to de las metas comprometi­das por Chile respecto al Acuerdo de París en cambio climático, la Evaluación Ambiental Estratégic­a de los corredores de transmisió­n eléctrica, toda la discusión relacionad­a con el uso de la leña y sus efectos en la contaminac­ión de nuestras ciudades y sus temas asociados, tales como eficiencia energética, aislación térmica, calefacció­n distrital, y un largo etcétera. Todo ello demuestra que la vieja disyuntiva de producción versus protección dentro del Estado debiera quedar en el pasado y ser reemplazad­a por el paradigma de la sustentabi­lidad en el Estado.

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