Productividad, productividad y más productividad,
NO HAY que dejar de repetirlo, aunque ya nos suene un poco cansador. La productividad y la inversión en I+D en Chile están estancados hace tiempo. La discusión reciente sobre la reducción del crecimiento, ya sea como resultado de componentes cíclicos externos o por las reformas implementadas en el pasado gobierno, es un poco irrelevante respecto al problema de fondo. ¿Cómo aumentamos nuestra productividad y el crecimiento económico de largo plazo? Como los gobiernos sólo duran 4 años, temo que nuevamente se haga poco en esa dirección y nos quedemos una vez más con políticas que no trascienden el cortoplacismo del mandato presidencial. Un reciente documento del BID nos recuerda la imperiosa tarea que tenemos en América Latina y el Caribe, y en particular en Chile, de sostener una tasa mayor de crecimiento de la productividad. Como ha sido ampliamente documentado por la literatura, en el largo plazo, las diferencias de ingreso son explicadas mayoritariamente por el crecimiento de la productividad. ¿Cómo avanzar? Primero, se hace necesario un buen diagnóstico de por qué se ha detenido el crecimiento de la productividad en Chile. No lo tenemos y hemos errado al menos en un culpable. Varios analistas y autoridades han mencionado a nuestra estructura productiva mono-exportadora como responsable de este fenómeno, como si ésta estuviera dada y no dependiera de nuestras dotaciones y de nuestra productividad. Segundo, a partir de un mejor diagnóstico, identificar las políticas que son necesarias para mejorar nuestro desem- peño. En esto hay una deficiencia muy importante y muchas de nuestras políticas en esta área han sido implementadas con poca evidencia y excesivo voluntarismo. En este sentido, no se puede dejar de mencionar el alto número de programas públicos existentes en innovación, emprendimiento y fomento científico y tecnológico, y su localización en diferentes agencias. Tercero, las políticas diseñadas en un escritorio necesitan bajar a la gente y a las empresas. El grado de conocimiento de los instrumentos reportado por las empresas es bajo. Por ejemplo, un porcentaje mayoritario no conoce la ley de crédito tributario, ni los instrumentos de fomento productivo. Más aún, de los que los conocen, muchos no los ocupan porque no saben cómo funcionan. Cuarto, buenas políticas requieren evaluaciones de impacto en serio y en este ámbito son más bien escasas. La falta de información para hacer estas evaluaciones es abismal. Los cruces de datos administrativos para fines de investigación son casi inexistentes. Más aun, encuestas ampliamente usadas por investigadores de todo el mundo, como la Encuesta Nacional Industrial Anual (ENIA), pierden su utilidad al descontinuarse como panel, sin explicaciones ni soluciones por parte de la autoridad. Probablemente, avanzado sólo en los 4 puntos anteriores, el actual gobierno no pasará a la historia, pero si lo podría hacer en este ámbito si combina políticas inteligentes en una estrategia consistente y de largo plazo para elevar la productividad de la economía.