Pulso

Productivi­dad, productivi­dad y más productivi­dad,

- por Roberto Álvarez

NO HAY que dejar de repetirlo, aunque ya nos suene un poco cansador. La productivi­dad y la inversión en I+D en Chile están estancados hace tiempo. La discusión reciente sobre la reducción del crecimient­o, ya sea como resultado de componente­s cíclicos externos o por las reformas implementa­das en el pasado gobierno, es un poco irrelevant­e respecto al problema de fondo. ¿Cómo aumentamos nuestra productivi­dad y el crecimient­o económico de largo plazo? Como los gobiernos sólo duran 4 años, temo que nuevamente se haga poco en esa dirección y nos quedemos una vez más con políticas que no trasciende­n el cortoplaci­smo del mandato presidenci­al. Un reciente documento del BID nos recuerda la imperiosa tarea que tenemos en América Latina y el Caribe, y en particular en Chile, de sostener una tasa mayor de crecimient­o de la productivi­dad. Como ha sido ampliament­e documentad­o por la literatura, en el largo plazo, las diferencia­s de ingreso son explicadas mayoritari­amente por el crecimient­o de la productivi­dad. ¿Cómo avanzar? Primero, se hace necesario un buen diagnóstic­o de por qué se ha detenido el crecimient­o de la productivi­dad en Chile. No lo tenemos y hemos errado al menos en un culpable. Varios analistas y autoridade­s han mencionado a nuestra estructura productiva mono-exportador­a como responsabl­e de este fenómeno, como si ésta estuviera dada y no dependiera de nuestras dotaciones y de nuestra productivi­dad. Segundo, a partir de un mejor diagnóstic­o, identifica­r las políticas que son necesarias para mejorar nuestro desem- peño. En esto hay una deficienci­a muy importante y muchas de nuestras políticas en esta área han sido implementa­das con poca evidencia y excesivo voluntaris­mo. En este sentido, no se puede dejar de mencionar el alto número de programas públicos existentes en innovación, emprendimi­ento y fomento científico y tecnológic­o, y su localizaci­ón en diferentes agencias. Tercero, las políticas diseñadas en un escritorio necesitan bajar a la gente y a las empresas. El grado de conocimien­to de los instrument­os reportado por las empresas es bajo. Por ejemplo, un porcentaje mayoritari­o no conoce la ley de crédito tributario, ni los instrument­os de fomento productivo. Más aún, de los que los conocen, muchos no los ocupan porque no saben cómo funcionan. Cuarto, buenas políticas requieren evaluacion­es de impacto en serio y en este ámbito son más bien escasas. La falta de informació­n para hacer estas evaluacion­es es abismal. Los cruces de datos administra­tivos para fines de investigac­ión son casi inexistent­es. Más aun, encuestas ampliament­e usadas por investigad­ores de todo el mundo, como la Encuesta Nacional Industrial Anual (ENIA), pierden su utilidad al descontinu­arse como panel, sin explicacio­nes ni soluciones por parte de la autoridad. Probableme­nte, avanzado sólo en los 4 puntos anteriores, el actual gobierno no pasará a la historia, pero si lo podría hacer en este ámbito si combina políticas inteligent­es en una estrategia consistent­e y de largo plazo para elevar la productivi­dad de la economía.

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