Guerra comercial: “No espero que llegue tan lejos como para generar un problema económico mayor en el mundo”
¿Qué hay tras el enfrentamiento comercial entre EE.UU. y China?
— Creo que, más que un conflicto comercial, hay temas de propiedad intelectual, una pelea latente respecto del liderazgo de sectores tecnológicos. Una opción es que Trump y sus asesores estén convencidos de que el tema es el déficit comercial bilateral con China y que las tarifas lo van a arreglar. Pero es tan evidente que no se soluciona así, que aunque algunos dicen que peca de ignorante, yo veo que la guerra comercial obedece más bien a otra estrategia: una donde China está en una posición macro más débil que la de EE.UU. y, por lo tanto, ahí hay un espacio de mayor poder de negociación que está siendo usado por Trump.
¿Puede lograr que China ceda?
— No sé. Quizás si la situación se vuelve más compleja China tenga que ceder algo, pero si habrá o no un cambio duradero en apertura me cuesta más visualizarlo. El gobierno chino ha tomado decisiones sobre en qué sectores quiere una economía abierta y en cuáles una economía más controlada, y aparecer cediendo puede ser por la presión momentánea, pero que en unos años más haya una reversión.
¿Ve otra escalada del conflicto?
— La elección parlamentaria de noviembre en EE.UU. es importante. Si Trump recibe apoyo de sus parlamentarios, eso puede significar una presión mayor. El gran riesgo es que el elástico se estire demasiado.
¿Y que provoque qué?
— Que provoque una presión adicional sobre la economía china a través de mecanismos financieros -salida de capitales, pérdida de reservas o un renminbi que se deprecia más-, que obligue a China a un ajuste mayor o a una política expansiva que postergue el esfuerzo de disminución de la deuda, y eso va acumulando problemas que al final del día se terminan pagando.
¿Puede ser esta disputa entonces el germen de una crisis global?
— No, le asigno bastante menos probabilidades a eso. No soy de los que creen que la guerra comercial va a desaparecer de aquí a una semana. Dadas las condiciones macro, pienso que se va a extender, pero no espero que llegue tan lejos como para generar un problema económico mayor en el mundo. Todos perderían con eso, incluido EE.UU. Hoy, con un desempleo en 3,8%, una Bolsa en máximos históricos, inflación baja, impulso fiscal fuerte, EE.UU. se encuentra en una situación económica fuerte, pero no es viable que se mantenga creciendo sanamente con el resto del mundo en serias complicaciones.
¿Pero sí le puede restar algunas décimas al crecimiento del PIB mundial este año y el próximo?
— Este año no da esa impresión. De mantenerse esta permanente tensión es posible que algún efecto tenga sobre el crecimiento mundial, pero hacia 2019 y todavía en rangos acotados. El escenario base sigue siendo uno donde el mundo funciona bien hacia adelante, pero no para entregarle a Chile un impulso extraordinario. No es un súper motor para un país como Chile.
En ese escenario, ¿es más probable que el precio del cobre tienda a volver hacia los US$ 3 o que se vaya bajo US$ 2,50?
— Lo más importante no es tanto el precio del cobre en sí, sino el fenómeno que subyace a él. Los ruidos del cobre están dados por factores financieros y por preocupaciones sobre la economía china. Pero, además, se le pone demasiado énfasis al precio del cobre como “el” indicador de las condiciones externas para la economía chilena. No es lo único. Las condiciones generales de tasas de interés, de demanda por distintos tipos de productos, conforman el conjunto de antecedentes a mirar. Dicho eso, el precio actual entre US$ 2,60 y US$ 2,65 parece bajo. Los valores de largo plazo con los que se trabaja son más bien del orden de US$ 2,80 y probablemente el precio spot debiera tender a estabilizarse en torno a eso. En ese sentido, para la economía chilena el mundo no será un gran freno, pero tampoco una fuente de impulso adicional. ℗