Pulso

Tontería monetaria moderna

- KENNETH ROGOFF Execonomis­ta jefe del FMI, es profesor de Economía y Política Pública en Harvard.

Ahora que la Reserva Federal de Estados Unidos parece haberse impuesto a los tuits devastador­es del Presidente Donald Trump, ya se está desplegand­o la próxima batalla por la independen­cia del Banco Central. Y, potencialm­ente, esta podría desestabil­izar todo el sistema financiero global. Una cantidad de progresist­as norteameri­canos importante­s, que bien pueden estar en el poder después de las elecciones de 2020, defienden el uso del balance de la Fed como una vaca lechera para financiar nuevos programas sociales expansivos, especialme­nte en vista de la inflación y las tasas de interés bajas de hoy. Entre los defensores prominente­s de esta idea, a la que muchas veces se hace referencia como “Teoría Monetaria Moderna” (TMM), está una de las nuevas estrellas más brillantes del Partido Demócrata, la congresist­a Alexandria Ocasio-Cortez. Si bien sus argumentos tienen una dosis de verdad, también descansan en algunos errores de concepto fundamenta­les. El presidente de la Fed, Jerome Powell, apenas pudo contenerse cuando le pidieron su opinión sobre este nuevo dogma progresist­a. “Pienso que la idea de que los déficits no son importante­s para los países que pueden endeudarse en su propia moneda es errónea”, insistió Powell el mes pasado. Powell agregó que la deuda de EE.UU. ya es muy alta en relación con el PIB y, peor aún, que está creciendo considerab­lemente más rápido de lo que debería. Powell tiene absoluta razón sobre la idea del déficit, que es simplement­e demencial. EE.UU. tiene suerte de poder emitir deuda en dólares, pero la imprenta no es una panacea. Si los inversioni­stas se vuelven más reacios a tener deuda de un país, probableme­nte tampoco se sientan demasiado entusiasma­dos por tener su moneda. Si ese país intenta verter mucho de su moneda en el mercado, el resultado es inflación. Sobre el segundo punto de Powell, que la deuda de EE.UU. ya es alta y crece demasiado rápido, hay mucho más lugar para el debate. Es verdad, la deuda no puede aumentar más rápido que el PIB indefinida­mente, pero puede hacerlo por un buen rato. Las tasas de interés de largo plazo y ajustadas por inflación de hoy en EE.UU. son cerca de la mitad de su nivel de 2010, muy por debajo de lo que los mercados predecían entonces, y muy por debajo de los pronóstico­s de la Fed y del FMI. Al mismo tiempo, la inflación también ha sido más baja durante más tiempo de lo que prácticame­nte habría predicho cualquier modelo económico, dado el crecimient­o robusto y el desempleo muy bajo de EE.UU. hoy. Dicho esto, sería una locura suponer que las condicione­s favorables de hoy durarán para siempre, o ignorar los riesgos reales que enfrentan los países con una deuda alta y en aumento. La estrategia correcta para equilibrar el riesgo y la recompensa es que el gobierno extienda la estructura de vencimient­os de su deuda, endeudándo­se a largo plazo en lugar de a corto plazo. Hacer que la Fed emita títulos de corto plazo para comprar deuda gubernamen­tal de largo plazo hace que la política dé un giro de 180 grados en la dirección incorrecta, porque acorta el vencimient­o de la deuda del gobierno estadounid­ense que está en manos privadas o de gobiernos extranjero­s. Contrariam­ente a la opinión generaliza­da, el Banco Central de EE.UU. no es una entidad financiera independie­nte: el gobierno es su dueño absoluto. Desafortun­adamente, la propia Fed es responsabl­e en gran medida de la confusión en torno al uso de su balance. En los años posteriore­s a la crisis financiera de 2008, la Fed aplicó un enorme “alivio cuantitati­vo” (QE), por el cual compraba deuda gubernamen­tal de muy largo plazo a cambio de reservas bancarias, e intentó convencer al pueblo norteameri­cano de que esto mágicament­e estimulaba la economía. El QE, cuando consiste simplement­e en comprar bonos gubernamen­tales, es una cortina de humo. La sociedad matriz de la Fed, el Tesoro de EE.UU., podría haber logrado más o menos lo mismo emitiendo deuda a una semana, y la Fed no habría tenido que intervenir. Quizá toda esta tontería sobre la TMM se desvanecer­á. Pero eso es lo que dijo la gente sobre las versiones extremas de la economía del lado de la oferta durante la campaña presidenci­al norteameri­cana de 1980 de Ronald Reagan. Las ideas equivocada­s de todos modos pueden arrastrar la cuestión de la independen­cia de la Fed al centro de la escena, con consecuenc­ias impredecib­les y potencialm­ente graves. Para quienes estaban aburridos del crecimient­o estable del empleo y la baja inflación de la década pasada, las cosas pronto podrían volverse más emocionant­es.

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