Pulso

Gonzalo Menéndez, el histórico hombre de confianza del Grupo Luksic

- Un reportaje de MARÍA JOSÉ TAPIA

Catalogado como un hombre duro, directo, de relaciones estrechas y de una lealtad extrema, Gonzalo Menéndez Duque fue uno de los forjadores del Grupo Luksic. Amante de las historias bélicas, enemigo de los deportes y fanático de la Unión Española, murió el sábado 29 de junio, a los 70 años. Prácticame­nte todo el clan Luksic lo despidió. Es que su historia -con luces y sombras, de Coronel a Agustinas- es justamente la historia del holding, una trayectori­a de casi 50 años al alero de una de las familias más poderosas de Chile.

EEl 6 de junio, Gonzalo Menéndez Duque fue, como era habitual, al directorio de Quiñenco. Tras finalizar, recorrió todas las oficinas. Era la última vez que las visitaría; un mes antes -en mayo- había viajado con esfuerzo a Londres, en el que fue su último directorio en Antofagast­a PLC.

Hace cerca de un año le habían detectado cáncer. Hace tres semanas, “la estaba peleando” -recuerda Joaquín Godoy, hijo de quien fuera su segunda señora, Carmen Ibáñez. Finalmente, debilitado por un resfrío, murió el sábado 29 de junio, a los 70 años.

Gonzalo Menéndez fue uno de los hombres fuertes del Grupo Luksic, el más cercano al patriarca, Andrónico Luksic Abaroa.

Oriundo de Coronel, aterrizó en Santiago a los 16 años. A los 17 entró a la Universida­d de Chile, de la que egresó a los 21 como contador e ingeniero comercial. Solo dos años de su vida laboral las dedicó a una actividad alejada de los Luksic. De ser subgerente de Administra­ción de la caja Calicanto -ligada a la Asociación Nacional de Ahorro y Préstamo-, saltó al redil de Andrónico padre.

Catalogado como un hombre duro, decidido y leal, su historia es en gran medida la historia del grupo, un eslabón vital en el desarrollo del holding empresaria­l.

Diálogos con Luksic Abaroa

“Yo quiero que usted vaya conmigo al norte primero, porque como usted es del sur y no conoce el norte, prefiero que lo vea”, le dijo Andrónico Luksic Abaroa a Menéndez. Era 1972, tenía 23 años, y Menéndez se reunía por segunda vez con el patriarca del grupo. Dos semanas antes había sido su primera entrevista. Había llegado a las oficinas de Agustinas 972 -donde trabajó hasta su muerte- derivado por Óscar Ruiz-Tagle, amigo de Luksic y papá de un compañero de universida­d de Menéndez.

En el segundo encuentro, Luksic Abaroa fue directo, quería que se fuera a Antofagast­a a liderar la gerencia general de Soinorte, una concesiona­ria de Ford. Primero, eso sí, debían viajar juntos para que conociera el norte. Años más tarde, el mismo Menéndez contaría que debió comprarle el diario y un café, porque Luksic Abaroa nunca andaba con efectivo. Menéndez aceptó la oferta. Al poco andar se sumó la concesión de Fiat y se desarrolla­ron otros negocios automotric­es.

Menéndez quedó a cargo de toda esa área, además de dos explotacio­nes mineras. La gran generadora de liquidez, eso sí, era Soinorte. Y así, en un viaje a Santiago en 1974, Luksic Abaroa le pidió que se quedara en Santiago para trabajar en el Departamen­to de Estudios del grupo.

Fue en ese momento en que Menéndez conoció a los hijos del jefe. A mediados de 1973, Andrónico Luksic Craig -cinco años menor que Menéndez- llegó de EE.UU. y se fue a vender autos en la concesiona­ria que tenían en Salta, Argentina; Guillermo, en tanto, siete años menor, empezó en 1974, a los 18 años, a ir todas las tardes a Agustinas a trabajar con su padre.

Pasaron seis años para que Gonzalo Menéndez asumiera el cargo que le daría mayor prestigio a los ojos del patriarca: la gerencia general del Ferrocarri­l Antofagast­aBolivia (FCAB).

En 1979, Luksic Abaroa adquirió la propiedad a los ingleses, que cansados de las pérdidas la pusieron a la venta. Con igual nivel de convicción y desconocim­iento frente a los reales resultados de la firma, le pidió a Menéndez viajar a Antofagast­a y hacer un informe de lo que realmente pasaba allí.

Al interior del grupo recuerdan que al volver, el diagnóstic­o fue lapidario: la compañía estaba al borde del colapso. Menéndez fue el mandatado para revertir esa situación. Volvió al norte, citó a los ocho sindicatos y les explicó la delicada situación. Espectador­es de ese momento recuerdan que uno de los líderes sindicales tomó la palabra: “Señor, lo entendemos, pero esto no es culpa nuestra. Nosotros no somos los jefes de la empresa”. Menéndez respondió: “Tiene toda la razón, son las víctimas. Tenga la tranquilid­ad de que los primeros que se van a ir son los ejecutivos”. Ese mismo día, 11 de los 12 gerentes fueron despedidos. Y en dos años se desvinculó a 737 personas, de cerca de 1.800. Se suspendió el tramo Antofagast­a-Calama, que generaba enormes pérdidas por el bajo volumen de pasajeros... y al poco andar las medidas dieron resultados. En 1981 se obtuvieron utilidades por primera vez, tras anotar una ganancia de 3,8 millones de libras antes de impuesto. En 1982 fue rebautizad­a como Antofagast­a PLC, y de ahí en adelante los resultados fueron al alza. En 1988, ya eran 20 millones de libras.

Años antes, Gonzalo Menéndez ya había emprendido su nuevo desafío. En 1985, Andrónico Luksic Craig asumió la presidenci­a del Banco O’Higgins y le pidió a su padre que Menéndez liderara la gerencia general. Luksic Abaroa llamó a Menéndez cumpliendo el favor pedido por su hijo. “Ok, termino lo que tengo pendiente en FCAB y a fin de año me traslado al banco”, le respondió Menéndez, cuentan conocedore­s. “Nun

ca he tenido que darle una orden. Espero que esta no sea la ocasión”, lo emplazó Luksic Abaroa. Dos semanas después, Menéndez estaba sentado en las oficinas del Banco O’Higgins, y en paralelo fue nombrado director de Antofagast­a PLC.

En 1992, Menéndez dejó el banco para embarcarse en lo que se derivó en su peor momento laboral: Lucchetti.

“Nos trató como hijos”

“Gordito lindo, ¡que rápido todo! Con tu estilo único, dejaste una huella profunda… Fuiste un segundo papá”, escribió el sábado en su Instagram la animadora María Luisa Godoy.

Gonzalo Menéndez tuvo tres hijos: Isabel y Sebastián, de su primer matrimonio con María Isabel Palacios, y Gonzalo, con su segunda señora, la exembajado­ra Carmen Ibáñez. A raíz de esta relación conoció a los hijos de esta última desde que eran pequeños: María Luisa y Joaquín Godoy.

El exdiputado lo cataloga como una persona “maravillos­a”. “El gordo me agarró cuando tenía 14 años. Tenía hartos conflictos con mi papá y el guatón fue súper importante, súper apoyador”, relata.

Asegura que si bien su imagen pública era más bien dura y parca, en la interna era muy cariñoso. Recuerda que cuando se fueron a vivir con él, lo saludó de beso y Menéndez se descolocó. “Era muy formal, no estaba acostumbra­do”. Y hace dos años, en un evento social, para no complicarl­o -cuentale dio la mano, y fue el mismo Menéndez quien lo emplazó: “Qué estás haciendo, no me vas a saludar de beso”, le dijo. “Nos trató siempre como si fuéramos sus hijos”, añade.

Fanático de la lectura, leía varios libros semanales. Su tema preferido: la historia bélica. Sabía –cuentan cercanos- los detalles de todas las batallas, los nombres de los almirantes, los barcos. Tanto es así, que –relata Godoy- en una oportunida­d fue a Japón a comprar unas máquinas para Lucchetti. Era un pueblo pequeño donde se había librado una batalla naval importante. En el lugar lo atendió el dueño de la fábrica, que tenía un apellido que le saltó. “Usted tiene algo que ver con el almirante X”, cuenta Godoy que le dijo Menéndez. Y el japonés le dijo que era su abuelo. “Bueno, su abuelo era el comandante del barco tanto, que fue hundido a las X hora por un torpedo americano del submarino tanto. Y su abuelo fue un hombre valiente”. Y el japonés se puso a llorar, rememora.

Se sabía los diálogos de Ben-Hur. La pasión que tenía por los libros era proporcion­al al odio que tenía por el deporte. Solía repetir una frase de Winston Churchill, a quien cuando le preguntaba­n cómo había vivido tanto, respondía justamente “no sports”. Su único lazo con el mundo deportivo lo expresaba en su fanatismo por la Unión Española y el Real Madrid.

No manejaba. Su chofer de siempre fue Francisco Garrido, quien se convirtió en uno de sus hombres más cercanos. “Gonzalo tenía un concepto de lealtad infranquea­ble. Por la gente que era cariñosa con él, el guatón daba la vida”, dice Godoy.

En el momento del fallecimie­nto, su pareja desde hace años era María Elena Echenique.

Los ‘vladivideo­s’

Fernando Pacheco conoció a Gonzalo Menéndez en 1994. Él era gerente de Administra­ción y Finanzas de Lucchetti y Menéndez llegó a la gerencia general. “Vino a resolver ciertos problemas de administra­ción que tenía la compañía, y con su carácter los abordó directamen­te y se reestructu­ró la firma en menos de un año”, recuerda.

En 1996, Lucchetti empezó a exportar productos a Perú. El éxito fue tal que decidieron construir una planta. Pacheco partió a hacerse cargo de esa operación.

En plena construcci­ón, empezaron los problemas. El alcalde de Lima, Alberto Andrade, acusó a la planta de contaminar al estar ubicada frente al Refugio de Vida Silvestre Pantanos de Villa. Intentó bloquear las obras con una serie de acciones judiciales.

Pacheco recuerda que Andrade era opositor al gobierno de Alberto Fujimori. Y -“desafortun­adamente”, se lamenta- la empresa constructo­ra de la planta estaba vinculada al hijo del ministro de Economía de la época, Jorge Camet. “De ahí surgen todos los problemas. Era algo difícil de resolver, y Gonzalo, muy fiel a su estilo, decidió atacarlo de frente. Dado que su origen era político decidió abordarlo sobre la base de una acción destinada al sector político de Perú”, cuenta Pacheco.

Menéndez se reunió con varias autoridade­s, quienes lo derivaron a hablar con el asesor presidenci­al de Fujimori, Vladimiro Montesinos. En enero de 1998 se juntó con él para que intercedie­ra en el conflicto con el alcalde de Lima. Y ahí quedó el tema. La compañía sobrepasó todas las barreras judiciales y se empezó a levantar la planta. “Evidenteme­nte, lo que vino después nos golpeó mucho a todos”, dice Pacheco.

A mediados del 99, este último regresó a Chile. Menéndez ya era -desde 1996- director de Quiñenco, y Pacheco asumió el principal cargo ejecutivo en Lucchetti.

En el año 2000 cayó el gobierno de Alberto Fujimori. Y al poco andar comenzaron a revelarse los famosos ‘vladivideo­s’.

Un conocedor del caso recuerda que Guillermo Luksic le encargó al abogado Gastón Gómez viajar a Perú, ya que se “rumoreaba” que dentro de esos videos había uno vinculado con Lucchetti. Gómez fue más de una vez. Y en una de ellas, en un canal de importanci­a, transmitie­ron a las 21 horas, “en vez del noticiero” -recuerda una fuente al tanto del hecho-, el video completo de la reunión entre Montesinos y Menéndez, de más de una hora de duración, y donde la celebre frase “Yo quiero una guerra corta, sangrienta y decisiva, como se ganan las batallas”, dicha por Menéndez a Montesinos fue vista en Perú como un reflejo del estilo avasallado­r de los chilenos.

Gómez se vino con las cintas de vuelta a Chile. Acá se armó la defensa a la que se sumó el abogado Carlos Caro, penalista peruano. “Me contactó Gastón Gómez para asumir la defensa del grupo. También participó Carlos Balbontín”, recuerda Caro.

Todos quienes fueron testigos de ese momento señalan que Menéndez estaba sumamente afectado. “Él estaba muy preocupado, muy impactado por el proceso, pero siempre colaborand­o con la justicia”, señala Caro.

Menéndez, Pacheco y Andrónico Luksic Craig fueron acusados de instigació­n al tráfico de influencia­s.

Caro, sin embargo, precisa que más allá de la extensión del video, en ninguna parte se palmaban actos de corrupción. Y si bien en 2005 se dictó una orden de detención para forzar a que los chilenos fueran al juicio oral a Perú, al final el caso fue cerrado por prescripci­ón. La planta ya había cerrado en 2003, y luego el grupo decidió irse del país vecino.

Para todos los contactado­s, este fue por lejos el momento más complejo de Menéndez. “Gonzalo quedó muy golpeado, porque su imagen pública se vio tremendame­nte dañada, cualquier persona opinaba lo que quería, sabiendo que él siempre antepuso los intereses del grupo a sus intereses personales”, rememora Pacheco.

Tras este hecho, Menéndez se abocó a los directorio­s. Estuvo en el de Quiñenco, Antofagast­a PLC, Banco de Chile, CSAV, Enex, fue vicepresid­ente de la Fundación Luksic y de la Fundación Educaciona­l Luksic.

Tal como recordó en su funeral el gerente general de Quiñenco, Francisco Pérez Mackenna, su frase célebre en los directorio­s a la hora de enfrentar momentos complejos fue

“strongly recommend” (altamente recomendad­o). “Porque Gonzalo, además de una persona de experienci­a, sentido común y bueno para los números, era de fuertes conviccion­es, recomendac­iones claras y jugadas”, rememoró. “Siempre nos entregó todo su talento, rigurosida­d y su envidiable capacidad analítica, siendo un aporte clave”, complement­ó Andrónico Luksic Craig en una carta publicada en El Mercurio.

El domingo 30 de junio, la Iglesia San Francisco de Sales estuvo atestada de gente. Prácticame­nte toda la familia Luksic fue a despedir a Gonzalo Menéndez, desde la viuda de Luksic Abaroa, Iris Fontbona, hasta Andrónico Luksic, su hijo Maximilian­o, el hijo de Guillermo, Nicolás, y así suma y sigue.

Jean Paul no pudo llegar. Iba camino a Asia. Sin embargo, mandó una carta. Es que nadie del grupo quiso restarse de ese adiós.P

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Con Guillermo Luksic y Francisco Pérez Mackenna se hicieron grandes amigos. Acá, en una junta de la CSAV.
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Menéndez estuvo casi 50 años en el grupo, trabajando con tres generacion­es. En esta foto, con Nicolás Luksic y Fernando Cañas, en una junta de accionista­s de Quiñenco.
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Menéndez era un apasionado de los viajes. Uno de sus lugares preferidos era Nueva York.

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