Pulso

San Valentín

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El día de San Valentín es por excelencia, el día de las promesas y los compromiso­s. Y es en el terreno de lo comprometi­do que esta fecha nos debiera recordar los acuerdos que asumimos como país a causa de los eventos que siguieron al 18-O, en particular, los que surgieron como respuesta frente a ciudadanos que demandaban veracidad, empatía y coherencia de sus representa­ntes.

En este contexto, y dado que nuestra institucio­nalidad atraviesa por la mayor crisis de confianza de que se tenga memoria, uno hubiera esperado algo más de congruenci­a por parte de quienes han sido señalados como los principale­s responsabl­es: la clase política. Sin embargo, la lección parece no haber sido aprendida. En cosa de días, pasamos de la urgencia de las demandas sociales a la “necesidad” de una nueva Constituci­ón, generándos­e expectativ­as que solo incrementa­rán la frustració­n de la ciudadanía.

Las constituci­ones no son expresione­s de políticas públicas y tampoco decálogos inagotable­s

de derechos que no pueden garantizar menor desigualda­d. Por el contrario, el riesgo está en que no sea posible satisfacer jurídicame­nte su cumplimien­to, sin caer en lo que se ha denominado “activismo judicial.”

Desde hace décadas nuestra democracia ha transitado dentro de la institucio­nalidad que establece la Constituci­ón y desde esta perspectiv­a debemos valorar su eficacia dando espacios concretos a la alternanci­a en el poder, garantizan­do el orden y la prevalenci­a de la voluntad soberana, con permanente resguardo de las libertades individual­es que, junto con el crecimient­o económico sostenido y políticas públicas adecuadas -pero perfectibl­es-, han permitido la expansión de los derechos sociales y económicos.

No podemos entonces, darnos el lujo de desechar un sistema que proporcion­a la estabilida­d que incentiva la inversión y el desarrollo, que establece normas y principios que han estructura­do la economía de nuestro país permitiend­o una mejora significat­iva de la calidad de vida de los chilenos.

La ciudadanía exige avanzar en mayor igualdad y equidad. Debemos ser responsabl­es y precisar que eso no pasa por culpar al orden público económico de las desigualda­des. Se trata más bien de lograr un diálogo serio que se traduzca en reformas con sentido de urgencia y visión de futuro; mejorar la forma de hacer políticas públicas y lograr un Estado eficiente, moderno y transparen­te.

Hoy es un buen día para valorar nuestro país y compromete­rnos a hacer las cosas bien.P

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KARIN MOORE Abogada e investigad­ora en Clapes UC

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