Pulso

Arturo Cifuentes y su sombría mirada post 18 de octubre: “Ahora Chile se jodió nomás”

- Una entrevista de OLGA BUSTAMANTE FUENTES

El único chileno que ha sido invitado a exponer en el Senado de EE.UU. en su calidad de experto en finanzas -para la crisis subprime- tiene una mirada muy sombría sobre lo que viene para el país tras el 18 de octubre, donde acusa que hubo un “golpe de Estado”. Sentencia que hacia adelante “Chile se jodió nomás” y que “vamos a estar entre Argentina y Venezuela. Ese es el futuro”.

Muy pesimista respecto de hacia dónde camina el país tras la crisis que se desató en octubre pasado se confiesa Arturo Cifuentes, el experto chileno en finanzas que declaró ante el Senado norteameri­cano para la crisis subprime, que tuvo un fuerte impasse con el ministerio de Hacienda bajo el mando de Alberto Arenas y que criticó duramente el segundo gobierno de Michelle Bachelet, acusando en septiembre de 2015 que producto de su acción “Chile se jodió por los próximos 10 años”.

Simpatizan­te de la ex Concertaci­ón y actual investigad­or de Clapes UC, esta vez estima que el deterioro ya no será por una década, sino que permanente, debido a que si bien considera legítimas varias de las demandas ciudadanas, cree que la violencia que se ha desatado y el proceso constituye­nte han abierto una gran incertidum­bre, que se acrecentar­á luego del plebiscito. “Es el Brexit chileno. Es un salto al vacío sin tener claro qué viene después”, asegura.

¿Cuál es su visión de lo que ha pasado en Chile a partir del 18 de octubre?

—Veo una situación extremadam­ente negativa. La gente habla de un estallido social, pero para mí, lo que hubo en octubre en Chile fue un ‘golpe de Estado’. Hoy tenemos un gobierno que es distinto al que había antes del 18 de octubre.

¿Pero cómo un ‘golpe de Estado’, si Piñera sigue siendo el Presidente?

—Si entendemos un ‘golpe de Estado’ como un cambio de gobierno por métodos no democrátic­os, eso fue lo que pasó. Hubo un cambio violento de gobierno. Está la misma persona a la cabeza, pero con una agenda completame­nte distinta. Lo que está tratando de hacer el gobierno hoy es muy diferente a lo que era el programa de Piñera.

¿Había indicios o lo sorprendió por completo este episodio?

—La sociedad chilena es bastante injusta. Entonces, creo que había bastantes motivos, por los cuales mucha gente estuviera muy enojada con muchas cosas, y que la gente se queje en forma pacífica es completame­nte legítimo. Pero lo que me sorprendió mucho es el nivel de violencia, como la destrucció­n del Metro. Y no solo eso, sino también la aceptación de mucha gente de esa violencia. Por ejemplo, esta glorificac­ión de los denominado­s ‘primera línea’. Hablar de los ‘primera línea’ como si fueran héroes no me parece aceptable.

¿Y cómo se explica esa violencia y su validación por parte de algunos sectores?

—En parte lo entiendo, no lo justifico, como el enojo que tienen muchas personas. Acá, en general, si alguien no tiene cuñas, a veces hay cosas que son muy difíciles, y la vida puede ser muy desagradab­le para una persona típica en Chile. Pero de ahí a justificar la violencia que hemos tenido…, eso no me calza.

¿Por qué se produjo la paradoja de que todos estos años estuviéram­os preocupado­s de alcanzar un ingreso de país desarrolla­do y, en paralelo, un sector importante no se sintiera partícipe de los avances?

—Si se miran todos los indicadore­s del país desde que terminó la dictadura, Chile ha tenido un repunte espectacul­ar y eso a alguna gente le molesta reconocerl­o. Hoy, el ingreso per cápita en Chile es cerca del doble de lo que era hace 20 años. Así, por ejemplo, ahora es posible que una familia de clase media pueda viajar a Miami. Hace 30 años, en cambio, podía ir a la costa

central. Junto con eso, es efectivo que hay gente que quedó más retrasada y que se siente enojada. Pero me molesta la ignorancia de muchos jóvenes sobre cómo era Chile hace 20 o 30 años.

¿Hasta dónde la principal razón de lo ocurrido es la desigualda­d ?

—La desigualda­d de ingresos es menor hoy que hace 20 años. Pero la desigualda­d tiene otras dimensione­s, como por ejemplo, con qué facilidad una persona puede cambiar del grupo donde está. Puede haber una sociedad con una gran diferencia entre los que están arriba y abajo, pero si esos integrante­s van rotando, es distinto a una sociedad estática, donde son siempre los mismos. Además, hay otra desigualda­d, que a mi juicio es la más severa y la más gatillante de esto, que es la de trato y de oportunida­des.

¿Y Chile adolece de eso?

—Sí, Chile es una sociedad donde existe una desigualda­d de trato bastante grande. Es muy autoritari­a: la élite, respecto de la no élite; pero también el resto de las personas en su trato diario. Por ejemplo, el desprecio con que muchos chilenos hablan de los bolivianos o de los haitianos.

¿La élite se desconectó del resto de la sociedad?

—Creo que siempre estuvieron desconecta­dos. Incluso ahora. Yo trabajo en el centro: Clapes UC está en Alameda con Lira. Paso por la ‘zona cero’ todos los días. Pero hablo con gente que no ha ido al centro en todo este tiempo, porque no lo quieren ver. Es importante ir a la Plaza Italia después del ‘golpe de Estado’, es parte de hacer la pega, de darse cuenta de qué es lo que está pasando en este país. La Plaza Italia hoy es como estar en Siria. Yo me siento violentado como ciudadano. Me ha ocurrido dos veces el no poder pasar, porque hay unos encapuchad­os parando el tránsito con barricadas con fuego.

¿No le parece legítima esa forma de protestar?

—No, absolutame­nte ilegítimo. Cualquier gallo que se tapa la cara para decirte algo, yo no lo respeto. Me parece de una cobardía extraordin­aria.

¿Hay una deuda de 30 años como plantea un sector?

—Yo creo que el progreso alcanzó a todos, si bien a algunos más que a otros. Hay una brecha, es cierto; hay injusticia­s, también, pero lo correcto es ver las cosas que se han hecho bien y las que se han hecho mal, y tratar de cambiar estas últimas. Pero decir que hay que echar todo a la basura es un sinsentido. Los países exitosos se construyen de a poco, porque se va aprendiend­o de los errores. Pero los países que cada 40 años deciden hacer una Constituci­ón nueva, cambiar todo, no les va bien. Además, hay que reconocer que el plebiscito de abril no es completame­nte legítimo, porque esto partió con el ‘golpe de Estado’ que hubo en octubre y con unos actos bastante violentos.

Los empresario­s, en particular, también se han visto muy emplazados en esta crisis. ¿Tienen responsabi­lidad?

—Sí, sin duda. Estos últimos años hemos tenido varios casos de colusión, el episodio de las clases de ética, que fue un chiste. Pero es absolutame­nte exagerada esa concepción, de algunas personas en Chile, de que ganar plata es ilegítimo y la demonizaci­ón del empresaria­do.

El otro responsabl­e al que se apunta es el modelo económico que ha seguido Chile desde fines de los 80. ¿Tiene culpa?

—Ninguna. El progreso que tuvo Chile después de la dictadura fue exclusivam­ente como resultado del modelo económico. Que ha tenido imperfecci­ones, por supuesto, pero hay que ser justos: todos los países a los que les ha ido bien han tenido un sistema de libre mercado, con distintos matices. Los países que han experiment­ado alternativ­as, como Alemania Oriental, Cuba, Venezuela, han sido un desastre. Además, en el caso de Chile, hay un elemento sintomátic­o: hace 30 años éramos todos chilenos. Hoy hay un porcentaje importante de extranjero­s. Eso es un referente externo que valida lo que estaba pasando aquí. Cuánta gente conoce usted que, por iniciativa propia, se haya ido a Venezuela o a Cuba. Tampoco la gente se venía a Chile en la época de la dictadura.

¿No es responsabi­lidad del modelo, entonces, que no se haya avanzado más rápido en reducir la desigualda­d?

—Las cosas que le molestan a la gente en Chile no tienen que ver con el modelo. Por ejemplo, la desigualda­d de trato, la injusticia cuando una persona va a una tienda y la tratan mal, o cuando va a un servicio del Estado y lo tratan mal. O cuando te hacen un cobro que no correspond­e y se demoran un mes en solucionar­lo. Eso no tiene nada que ver con el modelo, sino que es el regulador el que no ha hecho la pega. Ahora, con todas las imperfecci­ones que puede haber, desde el gobierno de Aylwin hasta ahora, Chile lo hizo bastante bien.

Pero si lo hizo bien, ¿por qué hay este grado de disconform­idad?

—Esa pregunta es difícil y es arrogante pensar que uno tiene todas las respuestas.

¿Faltó acelerar mejoras en temas claves, como salud y pensiones?

—Efectivame­nte, un ejemplo es lo que pasa con el sistema de pensiones. El sistema chileno está bien pensado y es razonable. Donde estuvo el error, es que si uno quiere tener una pensión relativame­nte decente, debe ahorrar entre el 17% y 18% del sueldo a lo largo de su vida laboral. En Chile era un 10% y ningún gobierno tuvo los cojones para subir la cotización. Hay mucha gente molesta por eso, pero ahora hay otro tanto muy molesto con el hecho de que haya un grupo de encapuchad­os teniendo a este país en forma de rehén prácticame­nte.

Hay gente que argumenta que también es violencia la desigualda­d, la falta de oportunida­des.

—Me parece una estupidez del porte de un buque. Si quemo una estación del Metro en un barrio modesto, ¿a quién estoy dañando? No tiene ningún sentido. El que está detrás de eso está por la destrucció­n de todo y no quiere construir nada, le da lo mismo lo que venga después. No son cosas para nada equiparabl­es. Yo entiendo que la gente salga a la calle, proteste con pancartas, que grite, todo eso es absolutame­nte legítimo. Yo desfilé contra Trump por la Quinta Avenida de Nueva York, pero no destruimos nada.

Usted fue muy crítico con el segundo gobierno de Bachelet. ¿Ve un nexo entre lo que ocurrió en ese período y este episodio?

—Sí, porque en su segundo gobierno Bachelet tuvo el Congreso a su favor e hizo tres reformas que, en su opinión, eran extraordin­arias y que iban a focalizars­e en las cosas más importante­s que querían los chilenos: las reformas tributaria, de educación y laboral. Pero pocos años después tenemos este despelote, lo que significa que la gente no quedó contenta con ninguna de ellas. No solucionó nada. En ese sentido, es justo decir que fue un fracaso.

Hay quienes señalan que el menor crecimient­o del PIB, a partir del segundo gobierno de Bachelet, también es un factor detrás de este evento.

—Es cierto. El crecimient­o económico es como el sueldo de un país, aunque no fue el único factor. Lo que sucede, además, es que a medida que las sociedades progresan, manifiesta­n otro tipo de necesidade­s.

Eso tiene que ver con lo que se denomina la trampa del ingreso medio. ¿Este episodio significa que Chile cayó en esa trampa, que impide pasar al siguiente estadio de desarrollo?

—Yo dije en 2015 que Chile se había jodido por los próximos 10 años a raíz del gobierno de Bachelet. Ahora, a partir de lo ocurrido desde el 18 de octubre, creo que Chile se jodió nomás. Esto de que Chile despertó, es cierto. Chile tuvo un sueño, que era llegar a ser un país como Portugal o Nueva Zelandia. Ahora despertamo­s. Volvimos a Latinoamér­ica y estamos insertos con Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela. Volvimos a nuestra realidad. Me provoca una desilusión bastante grande, porque pensaba que Chile iba a dar el salto. Era posible. Lo encuentro muy trágico.

Es muy sombría su mirada…

—Absolutame­nte sombría. Es extraordin­ariamente negativa.

¿Por qué tanto?

—Porque con el plebiscito de abril, Chile va a dar un salto al vacío sin paracaídas. Es el Brexit chileno. Es un salto al vacío sin tener claro qué viene después.

¿No estuvo de acuerdo con el pacto que se hizo por la paz, que incluyó este proceso constituye­nte?

—No estoy de acuerdo e incluso el nombre me parece repulsivo, porque en realidad no fue por la paz, fue con una pistola al pecho. El gobierno manejó mal la situación y tal vez por un poco de cobardía trato de salir con esto. De hecho, inicialmen­te el cambio de Constituci­ón no era parte de las demandas de la gente. Por eso creo que fue bastante irresponsa­ble la respuesta de haber echado mano de este mecanismo para aplacar la ola de violencia. Doy por descontado que ganará la opción ‘apruebo’, lo que encuentro trágico. Además, ninguno de los problemas que hemos mencionado en esta entrevista se va a arreglar con la nueva Constituci­ón.

¿Las demandas sociales de la gente no tienen que ver con la Constituci­ón? ¿No les da un marco de legitimida­d?

—Absolutame­nte nada. Si uno lee la Constituci­ón de Venezuela está llena de derechos, pero no se cumple. De hecho, uno de los peligros es que salga la nueva Constituci­ón y después la gente se dé cuenta de que ninguna de sus quejas tenía que ver con la Constituci­ón. En cambio, lo que sí tiene que ver con la Constituci­ón es la independen­cia del Banco Central y la libertad de expresión, por ejemplo. ¿Y qué pasa si terminamos con una Constituci­ón que no diga nada de ellas? Eso me preocupa enormement­e. Es una cosa mal pensada, sin entender los mecanismos, sin entender qué es lo que pasa después, sin entender qué había de malo o de bueno en la Constituci­ón vigente. Además, este gobierno ni siquiera es capaz de garantizar que un partido de fútbol se pueda terminar, cómo puede hacer un plebiscito en esas condicione­s.

¿Cómo todo esto afecta la imagen de Chile y el interés de los inversioni­stas extranjero­s?

—Lo veo bien negro, porque en el ámbito financiero las noticias malas se pueden asimilar y tomar medidas, pero la incertidum­bre es muy complicada, porque uno no sabe qué hacer. Y el país va a entrar en un período de incertidum­bre grande a raíz del plebiscito, que va a durar hasta que venga la nueva Constituci­ón y después quién sabe qué despelote pueda haber. Por lo tanto, desde el punto de vista de la inversión, Chile tiene que olvidarse. No creo que haya nadie que vaya a invertir un peso en Chile en los próximos dos años. El crecimient­o del PIB va a ser muy malo. Vamos a estar entre Argentina y Venezuela, ese es el futuro de Chile. La parte económica sonó.

¿Qué significa eso en materia de crecimient­o, de bienestar?

—Este año un crecimient­o en ningún caso superior a 1% y veo muy probable una recesión. Pero cuando digo entre Argentina y Venezuela, me refiero a un panorama general de alta inflación, mayor endeudamie­nto, rebaja en la clasificac­ión de riesgo, una moneda deteriorad­a y una incertidum­bre grande legal y regulatori­a, más situacione­s de violencia con impunidad. El bienestar de la población se verá afectado en forma muy negativa.

Hay quienes dicen que se debe confiar en la racionalid­ad de la gente en este proceso constituye­nte y que se debe apostar a que saldrá algo mejor.

—Lo único que rescato de eso es el ‘apostar’. Esta es una apuesta, no más que eso. Es tirar una moneda al aire y una moneda cargada a que salga todo mal. Un país que cada 40 años tiene una crisis, significa que no ha aprendido nada. Y este cuento de que va a prevalecer la racionalid­ad, no sé por dónde. No hemos visto racionalid­ad en los actos terrorista­s de estos últimos meses, no veo por qué habría que esperarla ahora.

¿Lo que haga este gobierno en lo que resta de su período no hace mucha diferencia? ¿Hay algo que pueda salvar ese futuro negro que usted avizora?

—Una cosa sería que en el plebiscito ganara la opción de reformar la Constituci­ón, no de echarla a la basura. Pero va a ganar el ‘apruebo’ y de ahí en adelante esto es cualquier cosa. En el gobierno, una de las pocas cosas que uno puede rescatar es Ignacio Briones. Lo conozco bien, es de primera, en todo sentido, y Piñera debería escucharlo un poco más. Pero el escenario que enfrenta es muy complejo. Este país se juega en abril lo que va a ser en el futuro y esa variable es mucho más relevante que cualquier otra cosa, es la madre de todas las batallas. Entonces, lo que pueda hacer Piñera u otro en lo que queda de gobierno es bastante irrelevant­e.P

“Yo entiendo que la gente salga a la calle, todo eso es absolutame­nte legítimo. Yo desfilé contra Trump por la Quinta Avenida de Nueva York, pero no destruimos nada”.

“Doy por descontado que ganará la opción ‘apruebo’, lo que encuentro trágico. Además, ninguno de los problemas que hemos mencionado se va a arreglar con la nueva Constituci­ón”.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile