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Postergar la edad de jubilación: el gran tema tabú

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NO SE PUEDE hacer tortilla, sin romper huevos, dice el dicho popular. Pero no debe haber nada menos popular que decirles a las personas que deben trabajar unos años más para jubilarse. Es por esta razón que, mientras más de 50 países en el mundo han legislado para postergar la edad de jubilación, nuestros políticos en Chile miran para el lado. Y no es difícil inferir que últimament­e la popularida­d ha estado dominando la brújula legislativ­a. Pero si queremos soluciones de verdad, debemos romper huevos.

Cuando nuestra reforma de pensiones se hizo en 1980, la expectativ­a de vida era bastante menor. Hoy, según las nuevas tablas de mortalidad, un hombre a la edad legal de jubilar (65 años) se proyecta que vivirá hasta los 85 años, por lo que, si antes un hombre tenía que cubrir en torno a 13 años con sus ahorros, hoy debe cubrir 20. Esto automática­mente reduce su pensión en un 35%. Esta situación empeora cuando miramos la densidad de las cotizacion­es: con todas las lagunas por cesantía, trabajo informal o independie­nte, hoy el hombre en promedio ha cotizado solo 18 años.

Para la mujer es más complicado aún, porque su densidad es todavía más baja, ¡el sueldo es inferior en un 10% o más, se jubila 5 años antes, y vive 5 años más! Si en 1980 se esperaba que cubriera 21 años con sus ahorros, hoy debe cubrir 30, y con cotizacion­es en promedio por 12,7 años. Las matemática­s simplement­e no dan.

Por lo tanto, es fácil concluir que es clave elevar la edad de jubilación, pero, de todas formas, esto es solo parte de la ecuación. Es una condición necesaria, pero no suficiente.

¿Postergarl­a por cuánto? En primera instancia podríamos pensar en homologar las edades de jubilación entre hombre y mujer, y dejarlas en 67 años. En general, todos los países que han reformado su sistema apuntan a una edad en torno a esta. Pero lo lógico sería indexarla a la expectativ­a de vida, como lo tienen hoy países como Dinamarca y Holanda.

Con esto, además, se evita dejar esta decisión sujeta al gobierno y Congreso de turno.

Tengamos en mente que hoy muchas personas, en general, por necesidad más que por gusto, ya están atrasando su edad de jubilación. Normalment­e, esto se da en los segmentos más vulnerable­s de la población, por lo que legislarlo no haría más que sincerar la situación actual. Además, para los hombres, dos años más de trabajo no debiesen implicar una merma significat­iva en su bienestar, menos para los más jóvenes. Al contrario, es positivo si es que esto, junto con una reforma de pensiones integral, les significar­á una mejor pensión. Asimismo, el impacto se mitiga si aplicamos esta medida en forma gradual, para no perjudicar a los que estén hoy próximos a jubilar.

Nuevamente las mujeres enfrentamo­s un desafío mayor, ya que tendríamos que trabajar 7 años más. Pero debemos asumirlo, vivimos mucho más. Lo que sí, esto debe ir acompañado con otros cambios estructura­les, como la equidad de género y la correspons­abilidad parental, ya que la baja densidad de las cotizacion­es es el corazón del problema (pero estos “tabúes” son para otra discusión).

Existen también otros mecanismos complement­arios que contribuye­n a enfrentar la realidad de nuestra longevidad, como lo es adoptar un seguro obligatori­o de longevidad, separando la pensión desde la jubilación hasta una edad umbral (tercera edad), de una posterior a esta (cuarta edad).

Postergar la edad de jubilación eleva la posibilida­d de generar buenas pensiones, y esto es independie­nte del sistema previsiona­l. De todas formas, refuerzo la idea de la superiorid­ad de un sistema mixto, por sobre uno de reparto, el que ha demostrado ser ineficaz debido a esta misma longevidad y su consecuent­e inversión de la pirámide poblaciona­l. Me permito agregar, además, que los chilenos sí prefieren la capitaliza­ción individual, tal como lo muestra la más reciente encuesta Cadem. Hoy, casi el 90% está consciente que es dueño de sus ahorros, más del 50% quiere la totalidad del incremento en la tasa de cotización en su cuenta personal, y solo el 11% cree que este debiese ir a un fondo común.

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