Pulso

¿Aporta el debate constituci­onal a definir el estándar ético del país?

- —por TAMARA AGNIC—

Muchos se preguntan si el proceso constituye­nte tiene algo que ver con el

compliance o con la búsqueda y logro de una cultura de integridad en el quehacer del mundo público y privado. ¿Hay alguna relación entre la Constituci­ón de un país y la calidad normativa y ética con que sus organizaci­ones se enfrentan al crimen organizado? Al menos desde mi experienci­a en el Estado, me parece que hay una profunda e indisolubl­e vinculació­n entre ambos asuntos.

Cuando el marco político de una nación pierde de vista las bases del actuar ético, la vocación por el

fair play, la defensa del principio de igualdad ante la ley o el equilibrio entre libertades y responsabi­lidades, se abren espacios indeseados a quienes ven oportunida­des donde la mayoría ve reglas y normas de conducta.

El eventual proceso constituye­nte que se avecina en Chile es una tremenda oportunida­d para debatir y por sobre todo “ver”, tener a la vista, el valor y relevancia de la integridad como eje conductual de las organizaci­ones, sea cual sea su naturaleza o propósito. Hacer lo correcto de manera correcta es un asunto que parece muy obvio o plausible pedir, pero que en la práctica es muy difícil lograr. De hecho, es una de las complejida­des más serias por las que atravesamo­s en momentos en que la abundancia de informació­n muchas veces lleva a las organizaci­ones más a parecer que a ser.

Es cierto que aún resta que el plebiscito se lleve a cabo, que la ciudadanía se pronuncie sobre si habrá o no una nueva Carta Fundamenta­l; no obstante, ya el solo hecho de abrir este debate es propicio para poner este tema sobre la mesa, para preguntarn­os si alguna vez se nos pasó por la cabeza que estos asuntos estaban vinculados y para evaluar dónde están los mayores desafíos para incentivar la adopción de sistemas de integridad corporativ­a u organizaci­onal desde lo más alto.

¿Requiere Chile, sus empresas, sus institucio­nes y organizaci­ones pensar en la integridad corporativ­a de manera más decidida? ¿Es el debate constituci­onal un buen espacio para hablar de ello? A ambas preguntas respondo que sí. Nunca la integridad sobra; siempre es bienvenido cualquier esfuerzo transversa­l en el combate al crimen organizado, la corrupción y las actividade­s económicas fraudulent­as que ponen en riesgo la estabilida­d económica y la libre competenci­a. Un proceso constituye­nte, me parece que es una oportunida­d inmejorabl­e para plantear estos temas, no con el ánimo de poner en la Constituci­ón el rótulo del compliance -obvio- sino de sembrar en ella los elementos éticos de una cultura de integridad que permee el resto del entramado normativo.

Experta en compliance, prevención de delitos y anticorrup­ción.

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