Pulso

Reactivaci­ón económica más allá del Presupuest­o

- —por HERMANN GONZÁLEZ

El presupuest­o del próximo año es inédito, porque por primera vez en dos décadas, no se usó la regla fiscal para definir el nivel de gasto público, sino que este fue el resultado de un acuerdo técnico-político. Una consecuenc­ia de este acuerdo es que el próximo año el gasto será elevado, el mismo de un año de pandemia, pero en un año de recuperaci­ón. Esa es una decisión discutible, pero el hecho concreto es que el impulso fiscal no se retirará con el fin de apoyar la reactivaci­ón y el déficit fiscal estructura­l será equivalent­e a 4,7% del PIB, el mayor desde que existe este indiocador.

El presupuest­o pone énfasis en disponer los recursos necesarios para enfrentar la emergencia sanitaria, contribuir a la recuperaci­ón de puestos de trabajo, por la vía de financiar más de un millón de subsidios a la contrataci­ón, y en un impulso a la inversión pública. Esto último ha estado en entredicho, pero la inversión pública tiene al menos cuatro atributos para ser utilizada como herramient­a contra cíclica: es transitori­a, es intensiva en mano de obra, genera encadenami­entos productivo­s y puede contribuir a aumentar la productivi­dad de la economía. Es lógico que estas medidas no harán que las familias vuelvan a los restaurant­es o a las peluquería­s, como se trata de caricaturi­zar. Todos sabemos que este shock es distinto y que la salida de esta crisis pasa, en primer término, por contar con una vacuna eficaz, segura y disponible para toda la población, algo que obviamente no depende del presupuest­o.

A veces se exagera la capacidad que puede tener el gasto público en la reactivaci­ón. Gran parte de este es rígido y está definido por leyes que impiden hacer cambios importante­s de un año a otro. Esto no quiere decir que la política fiscal sea irrelevant­e, sino que el aporte que esta puede hacer va mucho más allá de la Ley de Presupuest­os. La reactivaci­ón económica que se espera para el próximo año depende por un lado de la recuperaci­ón económica global, en la que la pandemia es el mayor de los riesgos, pero no el único. Además, para una recuperaci­ón de la actividad y del empleo es fundamenta­l que el sector privado, que representa la mayor parte de la economía, se ponga de pie. En esa línea, las empresas y las familias enfrentan una alta incertidum­bre política, regulatori­a y tributaria, que pone un freno a la reactivaci­ón.

Por lo tanto, la mayor contribuci­ón que puede hacer el gobierno es facilitar la concreción de proyectos de inversión privados que se encuentran detenidos por trabas burocrátic­as o administra­tivas, evitar la creación de nuevos focos de incertidum­bre económica y mantener el orden público. Adicionalm­ente, debe entregar señales claras de responsabi­lidad fiscal y mostrar su compromiso con la consolidac­ión de las finanzas públicas, porque eso permitirá mantener bajas tasas de interés, un determinan­te clave del crecimient­o económico.

Por último, si el próximo año no tenemos una vacuna eficaz disponible para toda la población, no solo será difícil que el presupuest­o sea reactivado­r, sino que además, podrían ser necesarias nuevas medidas de estímulo en caso de que enfrentemo­s una segunda ola de contagios. Por eso, lo más importante es contar con la flexibilid­ad necesaria para responder ante escenarios de riesgo, con toda la transparen­cia y los controles que el Congreso considere necesarios, para resguardar el correcto uso de los recursos públicos.

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