Reactivación económica más allá del Presupuesto
El presupuesto del próximo año es inédito, porque por primera vez en dos décadas, no se usó la regla fiscal para definir el nivel de gasto público, sino que este fue el resultado de un acuerdo técnico-político. Una consecuencia de este acuerdo es que el próximo año el gasto será elevado, el mismo de un año de pandemia, pero en un año de recuperación. Esa es una decisión discutible, pero el hecho concreto es que el impulso fiscal no se retirará con el fin de apoyar la reactivación y el déficit fiscal estructural será equivalente a 4,7% del PIB, el mayor desde que existe este indiocador.
El presupuesto pone énfasis en disponer los recursos necesarios para enfrentar la emergencia sanitaria, contribuir a la recuperación de puestos de trabajo, por la vía de financiar más de un millón de subsidios a la contratación, y en un impulso a la inversión pública. Esto último ha estado en entredicho, pero la inversión pública tiene al menos cuatro atributos para ser utilizada como herramienta contra cíclica: es transitoria, es intensiva en mano de obra, genera encadenamientos productivos y puede contribuir a aumentar la productividad de la economía. Es lógico que estas medidas no harán que las familias vuelvan a los restaurantes o a las peluquerías, como se trata de caricaturizar. Todos sabemos que este shock es distinto y que la salida de esta crisis pasa, en primer término, por contar con una vacuna eficaz, segura y disponible para toda la población, algo que obviamente no depende del presupuesto.
A veces se exagera la capacidad que puede tener el gasto público en la reactivación. Gran parte de este es rígido y está definido por leyes que impiden hacer cambios importantes de un año a otro. Esto no quiere decir que la política fiscal sea irrelevante, sino que el aporte que esta puede hacer va mucho más allá de la Ley de Presupuestos. La reactivación económica que se espera para el próximo año depende por un lado de la recuperación económica global, en la que la pandemia es el mayor de los riesgos, pero no el único. Además, para una recuperación de la actividad y del empleo es fundamental que el sector privado, que representa la mayor parte de la economía, se ponga de pie. En esa línea, las empresas y las familias enfrentan una alta incertidumbre política, regulatoria y tributaria, que pone un freno a la reactivación.
Por lo tanto, la mayor contribución que puede hacer el gobierno es facilitar la concreción de proyectos de inversión privados que se encuentran detenidos por trabas burocráticas o administrativas, evitar la creación de nuevos focos de incertidumbre económica y mantener el orden público. Adicionalmente, debe entregar señales claras de responsabilidad fiscal y mostrar su compromiso con la consolidación de las finanzas públicas, porque eso permitirá mantener bajas tasas de interés, un determinante clave del crecimiento económico.
Por último, si el próximo año no tenemos una vacuna eficaz disponible para toda la población, no solo será difícil que el presupuesto sea reactivador, sino que además, podrían ser necesarias nuevas medidas de estímulo en caso de que enfrentemos una segunda ola de contagios. Por eso, lo más importante es contar con la flexibilidad necesaria para responder ante escenarios de riesgo, con toda la transparencia y los controles que el Congreso considere necesarios, para resguardar el correcto uso de los recursos públicos.