“Aumentó la incertidumbre de hacia dónde va Chile”
¿Cómo analiza la crisis social vivida en Chile desde el 18 de octubre del año pasado? -Chile por mucho tiempo fue un ejemplo institucional, de orden, de bienestar, de mejoras en sus índices de salud, de educación, donde los índices de pobreza mejoraban y había una clase media creciente. Aún en los índices de desigualdad económica, que todavía tenían mucho por mejorar, se comparaba bien con los países menos desarrollados. ¿Y qué pasó si iba todo supuestamente bien? ¿No fue un espejismo esto de ser los mejores de la región? -Claramente no es un espejismo que Chile lo ha hecho mucho mejor que otros países. Los números económicos son reales, no son una falacia. Lo que pasa es que llega un momento donde quieres más, donde ya tus necesidades básicas fueron satisfechas y hay otros temas que empiezan a preocupar. Es un poco la trampa de la clase media, donde hay que dar el paso para que la gente se sienta mucho más incluida, donde mejore la calidad de los servicios. Eso llevó a este brote social. Ahora, este brote social, donde se exigen mejoras en distintos ámbitos es positivo y no veo problemas con eso. Pero distinto es cuando se entra a la violencia, a quemar, a destruir, a robar. Este descontento social, que existía hace mucho tiempo, se transformó en violencia, lo cual no lo habíamos visto antes. A partir de ello surgió esta idea de cambio constitucional y a eso se han agregado medidas populistas y dañinas como el retiro del 10% y ahora de un segundo 10%. Todo esto generó sorpresa e incertidumbre en los inversionistas locales y externos, y por ende van a ser mucho más cautelosos en los próximos años en sus inversiones en Chile. Van a ver que se despejen las dudas, qué se va a hacer con esta nueva Constitución, qué soluciona este cambio de Constitución, y además hay varias elecciones. Aumentaron la incertidumbre y dudas de hacia dónde va Chile, y eso claramente afecta la inversión y el crecimiento. ¿Pero el resultado del plebiscito encauza la crisis y le da una salida institucional?
-El proceso del plebiscito fue un ejemplo de institucionalidad, en términos de cómo se hizo, cómo salió, la velocidad de sus resultados. O sea, se volvió a mostrar el Chile que conocíamos antes y eso es muy positivo. Lo otro positivo es que hay una clara coincidencia y una gran mayoría que piensa que hay cambios que hacer. ¿Dónde tengo dudas? En qué es realmente lo que se va a cambiar y qué es lo que va a implicar ese cambio. En la medida que la nueva Constitución mantenga un respeto institucional, mantenga la propiedad privada y se siga respetando la separación de poderes, con el Banco Central por ejemplo, creo que podemos salir de esto muy bien. Y ahí ojalá los partidos y personas de centro, de izquierda y derecha, sean los que elaboren una Constitución mejor, y no terminar con una Constitución hecha por algunos de los extremos, que es la gran preocupación.
¿Es producto del modelo capitalista este estallido, como plantea un sector? ¿Cabe su revisión en la nueva Carta Magna? -No creo que ese sea el problema de fondo. Ningún sistema es perfecto, pero aún no conocemos un sistema mejor. ¿Cuál es la alternativa? ¿El socialismo?. Tenemos ejemplos de cómo funciona: Venezuela. No hay que pasar por eso para aprender. Entonces, si hay en el margen cosas que modificar o sacar de la Constitución, como por ejemplo que es la Constitución que hizo Pinochet, y eso va mejorar los ánimos, me parece bien. Pero de nuevo, dentro de un modelo de respeto a la propiedad privada, por lo tanto, no creo que el capitalismo sea lo que haya que cambiar. Sí se puede mejorar y esa es una discusión hoy a nivel mundial. Hay que ser más responsables socialmente, más inclusivos. Pero si el resultado o lo que se quiere hacer es más extremo, afectar la propiedad privada, que todos los servicios los tenga que dar el Estado, entonces tendremos un problema, porque existen constituciones así y vemos que las cosas funcionan mucho peor. Chile entraría en un retroceso económico y social. Se plantea que debe haber un nuevo pacto social y se apunta al ideario socialdemócrata… -Los pactos siempre son positivos y en cuanto a lo socialdemócrata, qué tipo de economía se quiere replicar, no sé. Si la idea es imitar una economía más como Alemania, me parece fantástico, pero si se está mirando otro tipo de lugares, puede ser un desastre. El problema de estas etiquetas es que dependiendo de dónde las ocupes funciona y en otros lugares no.
¿Se están yendo recursos de Chile, o gente buscando refugiarse en el dólar?
-Lo que había pasado en Chile, a diferencia de Argentina, Venezuela, México, etc., es que había habido un gran flujo hacia el país. Los chilenos llevando sus capitales a Chile y también los extranjeros, y grandes inversionistas globales invirtiendo en industrias en Chile. Eso claramente se está reversando. En el margen, la gente está sacando plata de Chile, no está entrando plata a Chile, tanto los locales como los externos. Y básicamente porque se quieren diversificar ante una situación de incertidumbre de dos años y medio. Es obvio que cualquier proyecto de inversión de mediano y largo plazo se frene. Ahora, esto ya está en los mercados y valores, y se ven precios accionarios muy atractivos en Chile. En algún momento los inversionistas van a aprovechar eso. ¿Cómo afectará esto a la economía? ¿En 2021 pesará más la recuperación pospandemia?
-Yo creo que va a haber una recuperación post Covid económica, de empleo y de los mercados, pero menos fuerte por esta incertidumbre. Le pone un viento en contra. Pero por otro lado tendrá un viento a favor, que es la recuperación global. Esto puede empeorar con medidas muy populistas, como seguir sacando la plata de los fondos de pensiones, o si retorna la violencia. Ahora, yo soy eternamente optimista y pienso que los factores económicos de recuperación post Covid van a ser superiores a la incertidumbre que puedan crear, ya sea medidas populistas o cierta violencia.
Hace dos años usted hablaba de ser desarrollados en menos de una década. Con la crisis, ¿Chile atrasó esa meta o simplemente se esfumó?
-Si se da el escenario base mío, de que los partidos y personas de centro van a ser la gran mayoría para mejorar la Constitución, en vez de destruir el sistema actual chileno, creo que ese sueño se demoró, pero sigue vigente. Claramente perdimos varios años, pero aún no se ha destruido el sueño de llegar a ser un país desarrollado. En los próximos dos años vamos a ver si se destruye esa posibilidad, dependiendo cómo terminamos este ejercicio.
Acá se habla de una desconexión de la elite con el resto de la población. ¿Desde el exterior, usted lo ve así?
-Sí y no. No en el sentido de que no está desconectada, que no desconoce la realidad. Pero hay una necesidad de una mayor responsabilidad social, de mayor conciencia social. Yo siempre doy el ejemplo de que en EE.UU. hay una mentalidad de dar de vuelta a la sociedad, una vez que tú ya hiciste un cierto nivel de patrimonio. Entonces hay grandes donaciones a distintos programas de salud, de educación. Aquí se ven hospitales y universidades con nombres de grandes empresarios, y eso en Chile y en América Latina, en general, tiene que mejorar. Creo que en Chile hay gente que lo está haciendo, pero se puede aumentar sin duda.
¿Y el empresariado debe participar e involucrarse en el proceso constitucional?
-Por supuesto. Todos los actores de la economía chilena tienen que participar, proponer sus ideas, opinar de los impactos de un cambio u otro. El sector empresarial chileno es fundamental en ese proceso. Ojalá la Asamblea Constituyente considere esas opiniones y los escuche. Porque al final, seamos realistas: el principal empleador de Chile es el sector privado. Entonces no puedes no escuchar a tu principal empleador. Sería un grave error. Y por la misma razón, los empresarios no pueden marginarse del proceso.P