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La licitación del Instituto de Tecnología­s Limpias y la estrategia de desarrollo

- —por LUIS FELIPE CÉSPEDES—

Es natural que los países de menores ingresos utilicen como estrategia de desarrollo la adopción de tecnología­s y buenas prácticas creadas en países desarrolla­dos. En estas etapas de desarrollo, imitar lo que se hace en la frontera permite acelerar la inversión, el crecimient­o económico y la generación de empleo. Pero en algún momento de la trayectori­a de desarrollo, los países (y sus empresas) deben transitar gradualmen­te desde la estrategia de adopción tecnológic­a e imitación de buenas prácticas hacia una estrategia de innovación. Imitar tiene límites. Si los países no comienzan a innovar, sus tasas de crecimient­o caen y dejan de converger hacia los países desarrolla­dos.

Para seguir creciendo nuestro país debe hacer un ajuste en su estrategia de desarrollo. Necesitamo­s lograr que un conjunto significat­ivo de nuestras empresas comience a implementa­r decididame­nte estrategia­s de negocios basados en la innovación. Hay ejemplos positivos en esta dirección, pero no son suficiente­s.

Ser un país rico en recursos naturales no es un impediment­o. Todo lo contrario. Los ejemplos de Australia y Noruega, cuando enfrentaro­n el desafío de ir ajustando sus estrategia­s de desarrollo hacia la innovación, dan cuenta de la oportunida­d. Noruega, a partir del descubrimi­ento de petróleo en el Mar del Norte en la década del 70 construyó un liderazgo mundial en la provisión de servicios para la producción de petróleo y gas, que genera hoy una amplia gama de empleos de calidad. Australia por su parte, utilizó la minería como una plataforma para el nacimiento de una industria sofisticad­a en materia de equipamien­to, servicios y tecnología minera.

Hoy tenemos una posibilida­d única de transforma­r las condicione­s naturales especiales que tiene nuestro país en materia de energías renovables, litio y minería en una plataforma para la innovación y sofisticac­ión productiva.

Un componente clave para que nuestras empresas adopten estrategia­s de negocios basadas en la innovación, y de esta forma se transforme­n en fuentes de mayor crecimient­o y mejores empleos, es contar con capacidade­s tecnológic­as y humanas en el país para el desarrollo de nuevos bienes y servicios. Lo anterior requiere una labor de priorizaci­ón y coordinaci­ón estratégic­a por parte del Estado. Bajo esta lógica es que en la administra­ción pasada se estableció la creación de un Instituto Tecnológic­o de Energías Limpias, el cual fue licitado en la actual administra­ción.

El objetivo de este instituto, que contará con cerca de 200 millones de dólares en recursos en un periodo de 10 años, debía ser el establecer un ecosistema de innovación y emprendimi­ento en materias tales como energía solar, gestión de recursos hídricos, hidrógeno verde, minería baja en emisiones y almacenami­ento energético que permitiera, a través de la generación de conocimien­to tecnológic­o de punta, el desarrollo de nuevos negocios tecnológic­os y productivo­s.

Contrario a la opinión del panel técnico que evaluó las propuestas, Corfo desechó la opción de adjudicar este instituto a un consorcio formado por las mejores universida­des chilenas en la materia y por un conjunto de empresas privadas de los sectores mineros y de energía. Se lo adjudicó a una entidad extranjera cuya especialid­ad ha sido administra­r infraestru­ctura tecnológic­a en materia de observator­ios astronómic­os. De mantenerse esta decisión, el país perderá la oportunida­d de haber articulado a actores de la academia nacional, de la empresa privada en nuestro país y de centros de conocimien­to extranjero­s, en la construcci­ón de capacidade­s tecnológic­as y humanas en nuestro país.

La decisión de Corfo parece indicar que el problema clave para la implementa­ción de una estrategia país basada en la innovación es ideológico. Algunos creen que el Estado debe jugar un papel pasivo en materia de desarrollo productivo: si las capacidade­s tecnológic­as y humanas en determinad­os sectores económicos no emergen naturalmen­te es porque el país no tiene ventajas comparativ­as en éstos. Bajo esta lógica, la existencia de externalid­ades de aprendizaj­e o problemas de coordinaci­ón parecen ser sólo asuntos menores. La experienci­a comparada apunta decididame­nte en contra de esta postura.

Lo paradójico es que aquellos que creen estar defendiend­o los principios de la economía de mercado con esta postura, están generando condicione­s que ponen en riesgo su buen funcionami­ento. Nuestra economía de mercado contará con un amplio respaldo de la población si es capaz de generar más emprendimi­ento, más innovación, mayor productivi­dad, mejores empleos, mayores salarios. Sin la generación de capacidade­s tecnológic­as y humanas en el país, esta tarea será imposible. Y para esto se requiere un Estado capaz de generar, articular y potenciar esfuerzos en materia de desarrollo productivo, no un Estado ausente.

El autor es economista y académico de la Universida­d de Chile

De mantenerse esta decisión, el país perderá la oportunida­d de haber articulado a actores de la academia nacional, de la empresa privada en nuestro país y de centros de conocimien­to extranjero­s.

La decisión de Corfo parece indicar que el problema clave para la implementa­ción de una estrategia país basada en la innovación es ideológico.

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