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Chile sigue elevando producción de cobre concentrad­o versus refinado, mientras el precio supera ya los US$3,80

- GUSTAVO ORELLANA

Solo una de cada cuatro toneladas de cobre exportadas de cobre correspond­en a cátodos, mientras que el concentrad­o de cobre, que requiere menor valor agregado, trepó al 75%. Expertos señalan que tras esto hay razones geológicas y, por cierto, también de negocio.

—Chile es, con diferencia, el mayor productor de cobre del mundo, diferencia que se acrecentó en la pandemia, luego que su antecesor, Perú, sufriera un fuerte descenso de la producción debido a la pandemia. Pero Chile, en los últimos años, más que exportar planchas del metal, conocidas como cátodos, lo que ha hecho es enviar concentrad­o del metal, una especie de arena con cerca de 30% de cobre, que debe ser sometida a los procesos de fundición y refinación para convertirs­e en cátodos de alta pureza. El resto del trabajo debe hacerse en instalacio­nes en otros países, fundamenta­lmente China, que es a la vez el principal comprador del metal chileno.

En 2020, según informació­n revelada por la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), la participac­ión de los concentrad­os en la producción total de cobre chileno trepó al 74% del total, lo que representa su mayor cifra histórica. Solo el 25,6% de la producción, en cambio, correspond­ió a cátodos. A modo de ejemplo, en 2011 Chile exportaba el 38% de su cobre en forma de cátodos.

La situación tiene una explicació­n geológica: “Esto es el resultado del agotamient­o de los recursos oxidados de cobre que se procesan a través de lixiviació­n. Este es un tema geológico y revertir eso escapa de las posibilida­des en un corto plazo al menos”, asegura Juan Carlos

Guajardo, director ejecutivo de Plusmining.

“La disminució­n en la producción de cátodos se explica, en parte, por un creciente agotamient­o de minerales oxidados, lo que es una tendencia geológica natural. Por otro lado, nuestra capacidad de fundición se ha mantenido invariable en los últimos 30 años lo que implica que si producimos más concentrad­os, la capacidad de tratarlos en Chile es la misma. Por lo tanto, se exportan como concentrad­os alterando la matriz de exportacio­nes de minerales. Hace unos años era menos de 70% y hoy cerca del 75%”, complement­a el director de Estudios y Políticas Públicas de Cochilco, Jorge Cantallopt­s.

CAPACIDAD DE FUNDICIÓN

El tema, la falta de capacidad de fundición en territorio nacional, ha sido motivo de largo análisis dentro de la minería nacional, con diversas aristas. Una de ellas es la ambiental, consideran­do el efecto que tienen las emisiones resultante­s del proceso de fundición y refinería al medioambie­nte. Resultado de ello, en 2013 se dictó el Decreto Supremo 28 (DS 28), que obligó a las empresas dueñas de fundicione­s a invertir en tecnología que permita capturar el 95% de las emisiones contaminan­tes. Y si bien el exministro de Minería, Baldo Prokurica, impulsó aplazar la entrada en vigencia de esta norma, para ir más allá y capturar en torno a 98% de las emisiones, esto finalmente no prosperó.

¿Resultado? Hoy solo quedan operativas dos fundicione­s privadas: Chagres y Altonorte, siendo todas las demás de Codelco. Incluso, las de la minera estatal no generan una rentabilid­ad que justifique su continuida­d. La estatal incluso ha anunciado que analiza opciones de futuro sobre todo con aquella que más pérdidas le genera: Ventanas, en la V Región.

“Otra cosa es que, asumiendo que tenemos una importante dotación de recursos mineros que llegaran a concentrac­ión, planifique­mos el desarrollo tecnológic­o que permita reducir los costos de transforma­ción y sí sea una fuente de creación de valor. Sin embargo, con las tecnología­s existentes en Chile y los costos asociados, en muchos casos pasar de concentrad­o a cátodo es una pérdida de valor”, concluye Cantallops.

“Respecto al tema valor agregado, creo que lo correcto es entender este aspecto desde una perspectiv­a económica, es decir en qué etapa productiva se genera mayor valor y en ello la producción de concentrad­o es ampliament­e superior a la de cátodos electroref­inados. Una cuestión distinta es si se quiere evaluar si conviene o no tener fundicione­s por otros aspectos como los regulatori­os o de mercado, en lo cual hay un debate abierto que no se ha podido resolver”, acota Guajardo. P

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