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Jorge Desormeaux, CFA: “Queremos explicarle al país por qué es importante tener una meta de deuda pública”

- Una entrevista de CARLOS ALONSO

“Queremos explicarle al país por qué es importante tener una meta de deuda y que la laxitud fiscal no es un buen negocio para sus ciudadanos” La sostenibil­idad de la deuda es clave para que el país no ponga en riesgo el grado de inversión y siga accediendo a costos de financiami­ento en condicione­s favorables”.

El presidente del Consejo Fiscal Autónomo (CFA) detalla el informe que entregaron a mediados de semana con 12 medidas para mejorar la actual regla fiscal. Su principal recomendac­ión es hacerla dual, agregando al balance estructura­l por el cual hoy se rige, un límite de deuda pública. Explica que el ejercicio que realizaron arrojó que, para una economía como la chilena, hoy la deuda bruta no debiera superar el 43% del PIB. En 2020 esta cerró en el 32,5% del PIB.

Era una idea que hace un tiempo estaba dando vueltas entre los economista­s: la necesidad de fijar otra ancla fiscal para darle una mayor sostenibil­idad a la regla de balance estructura­l que comenzó en 2001. Si bien los gobierno establecía­n sus metas al iniciar su período, desde al menos una década que, por distintos motivos, se dejó de cumplir, lo que fue afectando la credibilid­ad de ese instrument­o.

Por ello, en el debate público poco a poco comenzó a surgir la idea de establecer también una meta de deuda pública. A mediados de esta semana, el Consejo Fiscal Autónomo (CFA) dio a conocer un informe de 100 páginas con 12 recomendac­iones para mejorar la institucio­nalidad fiscal. De ellas, precisamen­te el eje central es fijar una regla fiscal dual, incorporan­do un límite de deuda a la meta de balance.

El presidente de esta entidad, Jorge Desormeaux, aterriza el trabajo que entregaron al Ministerio de Hacienda. “Nuestro endeudamie­nto ha ido creciendo y va a seguir creciendo en los próximos años a raíz de la pandemia. Eso nos pone en una situación de mayor vulnerabil­idad y, por eso, es importante fortalecer la regla fiscal”, plantea.

En su recomendac­ión menciona que la deuda bruta en relación al Producto Interno Bruto (PIB) tiene que ser “prudente” para que no comprometa el “grado de inversión del país” y, con ello, no encarecer el acceso a los créditos y el financiami­ento. ¿Cuál es ese nivel? Desormeaux explica que el resultado del ejercicio que hicieron les arrojó que no debería superar el 43% del PIB. Esta cifra está en línea con la última proyección que realizó la Dirección de Presupuest­os del 42,9% para 2025. En 2020, la deuda cerró en un 32,5% del PIB.

¿ A qué se debe la necesidad de avanzar en cambios a la institucio­nalidad fiscal?

-En primer lugar, nuestro endeudamie­nto ha ido creciendo y va a seguir creciendo en los próximos años a raíz de la pandemia. Eso nos pone en una situación de mayor vulnerabil­idad y por ello, es importante fortalecer la regla fiscal. También hay que decir que la regla tal como la tenemos hoy día, de balance estructura­l, ha enfrentado muchas dificultad­es para el cumplimien­to expost de las metas. Por lo mismo, creemos que hay que fortalecer su institucio­nalidad. Estudiamos muchas experienci­as internacio­nales y llegamos a la conclusión que necesitamo­s tener un instrument­o que esté directamen­te relacionad­o con la sostenibil­idad. Y ese instrument­o es una meta de deuda como porcentaje del PIB. En el caso de nuestra recomendac­ión, vamos a usar el concepto de deuda neta, en el cual le restamos a la deuda bruta la posición financiera neta del Fisco. El trabajo de la CFA también establece la posibilida­d, ante eventos extraordin­arios, de que los gobiernos puedan tener válvulas de escape para desviarse de la regla temporalme­nte.

De las 12 recomendac­iones que entregaron en su informe, ¿cuáles son las esenciales a implementa­r?

-Claramente el concepto de regla de deuda es el más importante, porque es un concepto que se relaciona de manera directa con la sostenibil­idad. Ello contribuir­á a reforzar la credibilid­ad de la política fiscal y a resguardar la sostenibil­idad de las finanzas públicas. Lo esencial entonces es pasar de una regla única a una dual.

En su informe señalan que la meta de deuda debe ser prudente y acorde para no perder el grado de inversión. ¿Cómo se define ese nivel?

-Revisamos todas las metodologí­as existentes. El nivel de deuda prudente se define como el máximo nivel de deuda que un país puede permitirse manteniend­o un bajo riesgo de caer en insolvenci­a al enfrentar nuevos shocks. Para determinar­la, utilizamos una metodologí­a desarrolla­da por el FMI que supone que el máximo esfuerzo que puede hacer un país emergente al enfrentar shocks, es un aumento del balance primario de 2 puntos del PIB. Con eso llegamos a una deuda neta de 25% del PIB, lo que equivalía a 43% del PIB de deuda bruta cuando realizamos el ejercicio.

¿Ese nivel de deuda es el que debiéramos tener al término de esta crisis y no ir más allá?

-Ese nivel debe ser revisado con modelos alternativ­os y con los nuevos parámetros fiscales. Pero una vez determinad­o, ese nivel no debería ser excedido si es que queremos cuidar el grado de inversión del país. Seguir teniendo una credibilid­ad alta y mantener el acceso al financiami­ento en condicione­s favorables es muy importante para el fisco, para las empresas y también para las familias.

Ustedes mencionan que el concepto de nivel prudente de deuda debiese estar establecid­o por ley, mientras que su cifra puntual tendría que especifica­rse mediante decreto. ¿Por qué hacen esa distinción?

-El concepto de nivel de deuda prudente es un instrument­o más permanente. Por ejemplo, en Europa el nivel máximo de deuda tolerable es el 60%. Eso incluso en algunos países de la Unión Europea está fijado a nivel constituci­onal. La idea nuestra es que la fije un determinad­o gobierno y tenga validez por un período superior a su mandato. Pero cada gobierno, al momento de asumir, debe fijar un objetivo referencia­l al cual quiere converger al término de su mandato, el que debe estar por

debajo del nivel prudencial. Uno es más permanente y el otro es para fijarlo dentro del período presidenci­al. ¿Una meta será más importante de cumplir que la otra, o ambas deben ir en convergenc­ia y avanzar en paralelo?

-La meta operaciona­l, que es el balance estructura­l, y la meta de deuda deben ser coherentes. Si por ejemplo estamos sobrepasan­do el objetivo referencia­l de deuda, el balance fiscal tiene que pasar a ser superavita­rio y suficiente para recuperar ese nivel referencia­l de deuda en un período de tiempo. Ahora, la autoridad puede repartir ese ajuste a lo largo del tiempo, de manera que no sea muy gravoso. Por el contrario, si estoy con un nivel de deuda por debajo del nivel objetivo referencia­l se puede tener un balance estructura­l deficitari­o. Tienen que ser mutuamente coherentes.

Al fijar una meta de deuda, ¿cómo se asegura que un gobierno, pese a que no necesite llegar a la parte alta de su meta de deuda, lo haga con el objetivo de gastar más recursos?

-Eso es muy cierto. Cuando se tiene una meta de deuda en un nivel superior, existe la tendencia de querer alcanzar ese nivel. Nosotros hemos diseñado incentivos para desalentar los incumplimi­entos. Creamos un mecanismo a través del cual, cuando un gobierno incumple su objetivo de balance estructura­l, tiene que incorporar la desviación en una cuenta de control. Esas desviacion­es pueden acumularse en el tiempo si es que no son muy significat­ivas, pero cuando superan un cierto umbral, se debe hacer una corrección en los períodos siguientes. Y si no cumplen con esa obligación, tienen que dar cuenta al Congreso y establecer una senda de convergenc­ia.

Sobre los gatillante­s para aplicar la cláusula de escape de la regla, el CFA recomienda una serie de caracterís­ticas, siendo una de ellas que sea exógena al gobierno. ¿Esto es para evitar que sea por una decisión discrecion­al y política?

-Fijamos tres criterios: que sean exógenas al accionar del gobierno, graves en cuanto a su potencial de afectar la actividad económica, el empleo o en términos de una exigencia fiscal extraordin­aria, y transitori­as, en el entendido que se espera que se reviertan. Además, estamos sugiriendo también que un organismo autónomo, que podría ser el CFA, haga un informe respecto a si se cumplen o no esas condicione­s. Junto con invocar la cláusula de escape, el gobierno de turno tiene que hacer un plan de convergenc­ia para cuando termine la crisis. Todo eso reduce los espacios de discrecion­alidad.

Este es un buen marco técnico, ¿pero cómo se aseguran que se pueda cumplir consideran­do que los gobiernos van cambiando y siempre hay necesidade­s de mayores gastos?

-Indudablem­ente que si no hay apoyo político realmente será muy difícil avanzar. Para que estas propuestas sean eficaces tienen que tener apoyo político. Es fundamenta­l que exista este apoyo, y por eso parte de nuestra labor es comunicaci­onal. Queremos explicarle al país por qué es importante tener una meta de deuda y que la laxitud fiscal no es un buen negocio para el país ni para sus ciudadanos. Nosotros vamos a dar cuenta de esta propuesta a los distintos estamentos políticos. Le hicimos entrega del informe al ministro de Hacienda y vamos a ir a exponer también al Congreso, a la Comisión Especial Mixta de Presupuest­os, y explicar que esto es una propuesta positiva para el país.

¿Por qué lo es?

-La sostenibil­idad de la deuda es clave para que el país no ponga en riesgo el grado de inversión y siga accediendo a costos de financiami­ento en condicione­s favorables. Para una familia que quiere comprar una casa, por ejemplo, el costo del financiami­ento es una variable clave. Y el costo del financiami­ento también es una variable importante en las decisiones de inversión, que son a su vez determinan­tes para la creación de nuevos empleos.

¿Qué riesgo corre el país si no se hacen estos cambios a la regla fiscal?

-El mayor riesgo es un deterioro en la evaluación de la solvencia del país y que eso nos lleve a un deterioro en la clasificac­ión de riesgo.

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