Pulso

Protegiend­o las capacidade­s humanas durante la pandemia

- —POR FRANCISCO PÉREZ MACKENNA— Gerente general de Quiñenco

Si usted tiene hijos nacidos entre 2015 y 2018, puede tener razones para estar preocupado. La razón se encuentra en las investigac­iones del premio Nobel de economía James Heckman, quien ha advertido lo relevante que es invertir en una buena educación de los niños de entre 3 y 5 años. Debido a las cuarentena­s, los nacidos entre esas fechas no habrán podido asistir a clases como sus predecesor­es o quienes les seguirán.

En esa etapa se da la oportunida­d de lograr los cambios más significat­ivos invirtiend­o en educación, dado que neurológic­amente nuestro cerebro es más plástico para aprender cosas difíciles como, por ejemplo, el manejo del lenguaje. Es también cuando adquirimos nuestras habilidade­s cognitivas y de personalid­ad como la atención, la motivación, el autocontro­l y la sociabilid­ad. En resumen, es en esa edad temprana cuando se siembra la semilla de quienes seremos. Si ésta no se riega abundantem­ente en ese momento, la carrera partirá con hándi

cap, y el abono posterior no podrá reemplazar lo no desarrolla­do.

El mundo ya pasó por una experienci­a parecida a la actual con la gripe española, que se calcula mató a 50 millones de seres humanos hace 100 años. Aunque es difícil comparar, dadas las diferentes realidades y tecnología­s (la deserción escolar entonces era más frecuente y no existían medios para clases remotas), hay evidencia de que las pandemias generan brechas. Uno de los trabajos más citados al respecto es el de Douglas Almond, de la Universida­d de Columbia, que estableció que incluso las cohortes de personas “in utero” durante aquella pandemia lograron menores rendimient­os académicos e ingresos, y tasas más altas de inhabilida­des físicas que sus antecesore­s y sucesores.

Cuando recién empezaba la actual pandemia, todos teníamos claro que la primera reacción era optar por la estrategia de “Distanciam­iento Social a Gran Escala” (LSSD, por su sigla del inglés), pero también sabíamos que ésta debía migrar a lo que se llama “Pesquisar, Testear, Seguir y Cuarentena­r” (STTQ).

El significad­o de cuarentena, que implica aislar temporalme­nte por razones sanitarias, debe ir evoluciona­ndo a una práctica más selectiva, dejando de asumir que movilidad y distanciam­iento siguen estando igual de correlacio­nados. El mejor entendimie­nto que hoy tenemos de la forma en que se propaga el virus debiera permitirno­s incorporar actividade­s críticas que hoy permanecen cerradas. La primera debiera ser la educación preescolar presencial, como ya ocurre en otras partes del mundo en similar condición, como en Florida, EE.UU.

Las últimas cifras de la RM muestran que, tras un mes de cuarentena, solo algunas comunas tienen menos casos activos que cuando partió. La mayoría de ellas son del sector oriente. Para explicarlo uno podría aventurar distintas hipótesis, como que para la gente de esa zona es más fácil desarrolla­r el teletrabaj­o y prescindir del transporte público. Para el resto, la cuarentena es mucho más dura. Es decir, pareciera que, como está diseñada, nuestra cuarentena hoy destruye más capital humano en los sectores donde es más escaso, haciéndono­s retroceder en la batalla por menor pobreza y más igualdad.

El confinamie­nto debiera ir evoluciona­ndo y mejorando su capacidad de bajar contagios con cada vez menos restriccio­nes, y no al revés. Debiera ir disminuyen­do sus efectos secundario­s negativos sobre el capital humano de las personas. Ello requiere no solo anclarse en los criterios sanitarios de la pandemia, sino incorporar, además, otros objetivos en un cuadro de mando integral (“balanced scorecard”) más amplio. En jerga corporativ­a moderna, hay que preocupars­e de muchos “stakeholde­rs”: preescolar­es, trabajador­es informales, mujeres, temas de salud mental, de esparcimie­nto, deportes, etc. Porque, así como un deportista de elite o un piloto de aerolínea no pueden regresar al trabajo luego de estar más de un año parados, tampoco los preescolar­es podrán retomar su ritmo y nivel de aprendizaj­e. Es hora de ir a su rescate.

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