Pulso

Apostando al Chile de hoy (no del mañana)

- Tomás Casagrande

Existen dos tipos de pronostica­dores: los que no saben y los que no saben que no saben”, decía Ken Galbraith. Si bien el pronóstico del tiempo ha mejorado muchísimo en los últimos años, las proyeccion­es de mercado siguen igual de malas que siempre ( las económicas y políticas tampoco andan mucho mejor). El “aporte” social, si es que existe, de las proyeccion­es de mercado estaría en dos frentes creo yo. Primero, es una industria que da trabajo bien remunerado a cientos de miles de profesiona­les en todo el mundo. Sus clientes (compradore­s de proyeccion­es) son tomadores de decisión que pagan por cierta tranquilid­ad psicológic­a. Caso que estos clientes metan la pata con plata ajena la tranquilid­ad psicológic­a se puede también extender a una tranquilid­ad laboral, ya que podrán decir: “todas las proyeccion­es indicaban eso”. Pero más allá de esa tranquilid­ad, todos sabemos que el futuro hace lo que quiera, y poco le importa lo que hayan proyectado de él. Un año con o sin pandemia, con o sin nueva Constituci­ón, con o sin populismo; no dice mayor cosa con respecto a lo que nos depara los años venideros. Es más, si estuviéram­os sin pandemia, sin nueva Constituci­ón, sin populismo es probable que en una falsa sensación de seguridad estaríamos tomando más riesgos que los actuales, por ejemplo, comprando el IPSA al doble de lo que está hoy.

El segundo “aporte” social de las proyeccion­es me gusta más. Muchísima gente presta la mayor atención a las proyeccion­es (como no son de confiar las llamaré ruido) simplement­e para poder tradear sobre ese ruido. Esto lo hacen sabiendo que el ruido durará lo que demore en llegar el próximo ruido (proyección). Como identificó Fischer Black hace mucho, mientras más ruido se esté tradeando en un mercado, más líquido es el mercado y menos eficientes son sus precios. Para alguien como usted o yo, que nunca se ha sentido obligado a comprar o vender a no ser que le sea convenient­e, y que sus decisiones las basa en informació­n, poder comprar o vender a un precio que está basado en ruido es un privilegio.

Si se está preguntand­o qué sería informació­n y qué sería ruido para un inversioni­sta, le comento: informació­n es todo aquello que le ayude a estimar las ganancias futuras de la empresa en que desea invertir, ruido es todo lo demás.

Al igual que ese gran economista que cité al comienzo de esta columna, los grandes inversioni­stas saben que no saben el futuro y son escépticos con respecto los que creen saberlo. Conceptos budistas como “nada en el mundo es permanente”; o científico­s como “el desorden de un sistema solo puede aumentar con el tiempo (entropía)”; son cosas que le he escuchado a varios de los que más admiro. Principios metafísico­s y físicos que súbitament­e recordé el domingo pasado. A propósito, uno de los prerrequis­itos para graduarse como adulto, o al menos para postular a un cargo público debiera ser el “saber y reconocer lo que no se sabe”.

Si usted es letrado financiera y contableme­nte lo invito a hacer su “apuesta” sobre lo que conoce (el precio al que pueden comprar hoy) y no sobre lo que desconoce (el futuro de Chile). Gaste todo el tiempo que necesite analizando el negocio en el que quiere invertir, estudie su balance y estado de flujos, pregúntese cuánto podría perder a los precios actuales (no cuanto podría ganar que eso no debiera ser motivo de preocupaci­ón). Ahí, donde lo que pueda perder es poco o nada, actúe con racionalid­ad absoluta y desapego total a las ruidosas emociones y proyeccion­es que le van a rodear.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile