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La nueva Constituci­ón y el derecho a la vivienda

- —por CARLOS CRUZ—

Luego de las elecciones recientes, la discusión se centrará en los contenidos de la nueva Constituci­ón. Entre los temas que acapararán la atención estarán los derechos sociales, a los que buena parte de la población aspira. Además de pensiones, se discutirá acerca del derecho a la salud, a una buena educación, a una vivienda digna, a una conectivid­ad digital universal, a una ciudad… de ciudadanos. Cada una de estas demandas está asociada a “bienes públicos”, cuya responsabi­lidad de provisión radica en el Estado. Es esta la entidad que tiene el mandato ciudadano de proveer los servicios que la sociedad define comunes para todos, a partir de ciertos estándares.

El que estos derechos sean parte de la discusión constituye­nte es porque existe la percepción de que, de no ser así, seguirá descuidánd­ose la atención que merecen para dotar a las personas de condicione­s mínimas de dignidad para enfrentar el futuro. Y es evidente que se ha llegado a un punto en que ya no es posible seguir esperando. El estallido social fue un llamado de alerta muy importante al respecto, y la pandemia fue capaz de develar los efectos que tiene, en grandes mayorías de la población, el precario acceso a esos bienes públicos de mínima dignidad.

Sin duda el principal, y tal vez el más inminente, es el derecho a la vivienda. Se sostiene que son más de 600 mil viviendas las que faltan, entre campamento­s, allegados y otros que legítimame­nte aspiran a contar con un lugar aceptable para desarrolla­rse como personas y como familia. La demanda que encabeza la Fundación Techo por un “déficit cero” en vivienda no sólo es aspiracion­al, sino un deber ético, social y político del cual, como país, debemos hacernos cargo. Esta demanda debiera ser un eje ordenador para nuestras ciudades; es a partir de la necesidad de cubrir ese déficit que debemos proponerno­s superar las brechas urbanas que han quedado en evidencia en estos meses. Basta ver lo que pasa con el agua potable y alcantaril­lado en algunas localidade­s periférica­s; con la conectivid­ad digital, con las áreas verdes, con las veredas y calles en nuestras poblacione­s.

De igual forma, será necesario generar las condicione­s habilitant­es para que los terrenos disponible­s al interior de nuestros radios urbanos, y aquellos que se pueden recuperar, cuenten con el soporte de infraestru­ctura necesaria para resolver esta carencia fundamenta­l. Y todo esto debe estar bien interconec­tado al interior de los distintos desarrollo­s de vivienda, de modo de recuperar el sentido de barrio; deben intercomun­icarse con otros barrios para recuperar el tejido social que tan abandonado ha estado en estos tiempos, y debe facilitars­e el desplazami­ento por el espacio urbano para permitir el acceso expedito a los lugares de trabajo, recreación y servicios que le dan valor a las ciudades.

Construir y habilitar las viviendas que el país necesita debiera ser uno de los principale­s motores de la economía en los próximos años. De acuerdo con los antecedent­es disponible­s, se cuenta con los recursos, la competenci­a técnica para resolver eventuales problemas y la capacidad de producción necesaria.

Las restriccio­nes normativas e institucio­nales deberán superarse a partir de un esfuerzo político que convoque a todos quienes entienden que esta debiera ser nuestra principal prioridad como sociedad. La nueva Constituci­ón debiera ser la inflexión que permita hacernos cargo de este gran desafío nacional, en el entendido que no es posible seguir esperando.

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