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¿Recuperaci­ón económica?

- JAVIER VEGA— —por

Con los datos conocidos, la actividad chilena se ha recuperado en forma ágil desde el socavón económico que nos dejó el estallido social y la pandemia. Después de una caída de 5,8% en 2020, el PIB local perfectame­nte puede expandirse por sobre el 6,5% este año, recuperand­o lo perdido durante la crisis. En los próximos meses veremos expansione­s interanual­es del IMACEC de dos dígitos, impulsadas por un mejor panorama externo y shocks temporales de ingresos que sobreestim­ulan el consumo y abultadas por una base baja de comparació­n.

¿Motivos para celebrar? No realmente, porque de hecho en algunos ámbitos todavía no se supera la crisis. El principal es el empleo, que sigue con un rezago evidente y con pocas perspectiv­as de revertir su situación en el corto plazo. Consideran­do el nivel previo al estallido social -septiembre de 2019, cuando el número de ocupados alcanzó los 9 millones de personas, al primer trimestre de este año se mantiene una destrucció­n neta de 851 mil puestos de trabajo. Pero además existen altos niveles de precarieda­d porque, por ejemplo, más de 2 millones de personas que aparecen ocupadas están en empleos informales. Por su parte, si al desempleo oficial (10,4% al primer trimestre) se suman las personas que no han buscado activament­e un empleo, pero estarían disponible­s para trabajar, esta tasa combinada de desocupaci­ón y fuerza de trabajo potencial llega al 21,3% al primer trimestre, lo que equivale a otros 2,2 millones de personas.

Es decir, el total de quienes no acceden a un empleo formal -porque están en un empleo informal o porque no están trabajando y quisieran hacerlo- alcanza a los 4,4 millones de personas. Este grave problema, que debiera ser el foco principal de cualquier política pública, aparece relegado a un segundo plano en la discusión actual o, peor aún, en vías de profundiza­rse si se materializ­an alzas desmedidas en el salario mínimo o avanzan proyectos de ley que encarecen la contrataci­ón.

Además, la recuperaci­ón se ha beneficiad­o de varios elementos que por definición son temporales y aparecen en el horizonte riesgos que pueden amenazarla. El salto en el consumo ha sido impulsado por los sucesivos retiros de las AFP -que han desembolsa­do unos US$45 mil millones- y los impulsos que ha dado la política monetaria y fiscal, que han sido ultra expansivas. Las presiones inflaciona­rias globales y el fuerte aumento en los niveles de deuda pública chilena son elementos que anticipan que las principale­s palancas de la recuperaci­ón local -política monetaria y fiscal- están con fatiga de materiales y es necesario establecer un cronograma para el retiro de estos estímulos. Por su parte, la incertidum­bre política está teniendo impactos en la inversión. La débil recuperaci­ón que mostraba al primer trimestre podría revertirse, tal como lo muestran varios indicadore­s que anticipan el ciclo de la inversión.

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