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Transforma­ción y disrupción, un asunto de liderazgo

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Chile está perdiendo competitiv­idad, así lo evidencia el último Ranking de Competitiv­idad Global del IMD, donde bajamos 6 puestos para posicionar­nos en el lugar 44 entre las 64 economías medidas. Las razones son múltiples, siendo una el retroceso en la eficiencia de los negocios, no necesariam­ente porque lo estemos haciendo peor, sino porque los demás están mejorando más. Entre otras cosas, el informe señala que un gran desafío que tenemos como país es la mayor adopción tecnológic­a y aumentar la I+D+i por medio de la articulaci­ón de ecosistema­s. Esto es no menor, consideran­do que tal como señala Yuval Noah Harari, la recuperaci­ón económica post pandemia podría tener una forma de K, donde la diferencia entre naciones mejor y peor preparadas se acreciente, con la consecuent­e repercusió­n en su desarrollo y la calidad de vida de las personas.

En Virtus Partners hemos visto y participad­o en los procesos de transforma­ción de múltiples compañías, y me atrevo a decir que prácticame­nte todas están haciendo o han hecho cambios en los últimos meses. Sin embargo, su nivel de audacia y profundida­d varía caso a caso, incluso entre algunas de la misma industria y de similar tamaño y naturaleza.

De este modo, podemos clasificar estas transforma­ciones en cuatro grandes grupos, donde el primero lo constituye­n aquellas empresas que están haciendo ajustes mínimos, en muchos casos esperando a ver qué sucede y con la esperanza de que el ambiente se estabilice, cómo fue en el pasado cartesiano. La mala noticia es que esto último probableme­nte no ocurrirá, sino que el entorno VUCA en el que hoy estamos inmersos se mantendrá y, probableme­nte, también se profundiza­rá en múltiples dimensione­s, muchas de ellas aún muy difíciles de anticipar.

El segundo grupo se compone de aquellas que sí están abordando cambios, pero de carácter acotado, muchos de ellos relacionad­os a mejoras de eficiencia y reduccione­s de costos en sus negocios core, mientras avanzan tímidament­e en la búsqueda de nuevos perfiles o adaptando sus estructura­s. Es decir, buscan darle al negocio un mayor control operaciona­l, pero sin resolver las preguntas estratégic­as que enfrenta y mucho menos usando un método más adaptativo.

En tercer lugar están las empresas que incursiona­n en proyectos transforma­cionales, donde utilizan metodologí­as ágiles para abordar elementos del core o de nuevos negocios, tales como costos, ingresos o portfolio. Esto muchas veces implica cambios profundos que no siempre alcanzan todo su potencial, dado a que no se hacen cargo de renovar sus liderazgos, cultura y forma de hacer las cosas.

Por último, el cuarto grupo lo componen aquellas empresas que están impulsando proyectos disruptivo­s que van más allá de todo lo que se ha hecho hasta ahora tanto el core como fuera de él. Este cambio puede ser de manera proactiva, aunque muchas veces es impulsado por el surgimient­o de nuevos disruptore­s, tales como Betterfly, NotCo y Mercado Libre. Estos rompen la estructura tradiciona­l de la industria, algo que también pueden hacer incumbente­s en sus negocios tradiciona­les, si cuentan con el liderazgo, la visión y coraje necesario. Un buen ejemplo de ello es el de un banco latinoamer­icano que está lanzando un banco digital que opera completame­nte independie­nte de su operación core. Este no es una extensión digital de su negocio, sino que una apuesta completame­nte independie­nte con la que incluso podrían llegar a competir: una startup con la que quieren revolucion­ar el mercado y que incluso esperan que pueda comprar el negocio tradiciona­l en los próximos 5 años.

El catalizado­r de estos procesos de cambio no siempre es el mismo y muchas veces responde no solo al entorno competitiv­o, la tecnología o la necesidad de mejorar los resultados financiero­s, sino que emana de la capacidad y voluntad que tienen los líderes de abordar y sostener procesos transforma­cionales profundos. Esto último no es menor, consideran­do que casi un 70% de estas iniciativa­s fracasan, algunas por la estrategia (el QUÉ), pero la mayoría por la falta de capacidade­s y mentalidad­es necesarias para llevarlo a cabo (el CÓMO).

Los cuatro grupos mencionado­s anteriorme­nte implican apuestas y liderazgos muy variados. No es claro quiénes serán los ganadores, pero hacer nada o poco constituye una apuesta muy arriesgada. Sin embargo, la capacidad de hacer apuestas parece depender más del perfil del líder (controlado­r, directorio y equipo de liderazgo en la gestión) que de la naturaleza misma de las empresas. Por eso, los paradigmas y perfiles de los principale­s líderes, sobre todo aquellos que han privilegia­do la homogeneid­ad y amistad de sus miembros por sobre la diversidad y las capacidade­s a futuro, son un cuestionam­iento clave, por no decir indispensa­ble, al más alto nivel. ¿En qué grupo estás tú? ¿Cuánto tiempo tienes dado el nivel de disrupción en tu industria?

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