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Publicista­s analizan el cambio de marca de “Negrita” de Nestlé

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- CLAUDIA SARAVIA

Bajo su mirada, esta medida responde a la transforma­ción social y cultural que durante el último tiempo ha afectado al consumidor chileno. Sin embargo, no todos están de acuerdo con el cambio, pues pese a que aseguran que es probable que se sigan viendo casos similares al de Nestlé, hay quienes no

justifican el “asesinato” de una marca y culpan de ello a lo que denominan “sociedad de cristal”.

—Algunos celebraron el anuncio, otros se lo tomaron con humor, y hay a quienes definitiva­mente no les gustó para nada el cambio que hizo público Nestlé este miércoles. Y es que dentro de poco más de tres meses la popular galleta de vainilla bañada en chocolate, Negrita, adoptará un nuevo nombre comercial como parte de una estrategia que busca impulsar “una cultura diversa e inclusiva basada en valores del respeto”, según señaló la compañía. Así, a partir de octubre pasará a llamarse Chokita.

Una medida que, según explicó la multinacio­nal, responde a “una mayor conciencia sobre las marcas y su lenguaje visual respecto del uso de estereotip­os o representa­ciones culturales” y que, bajo la mirada de publicista­s, se condice con la transforma­ción social y cultural que durante el último tiempo ha afectado al consumidor chileno. Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta transforma­ción, pues pese a que aseguran que es probable que se sigan viendo casos similares al de Nestlé, hay quienes no justifican el “asesinato” de una marca y culpan de ello a lo que denominan “sociedad de cristal”.

Cristián Leporati, director de la Escuela de Publicidad de la Universida­d Diego Portales, sostiene que las marcas y agencias de publicidad se encuentran en un “proceso reflexivo” desde octubre de 2019, fecha a partir de la cual “no saben qué hacer con este consumidor muy contingent­e y sensible”, lo que las ha llevado a establecer un nuevo diálogo, adaptándos­e a nuevos cambios y “a una mirada crítica que tiene relación con algún tipo de evento político o de género”, lo que en algunos casos se ve reflejado en una mayor presencia de mujeres en los directorio­s o en una mayor diversidad profesiona­l.

En este contexto es que Nestlé busca “asumir un cambio cultural importante en el país y en el mundo”, pues, a juicio del publicista, “es más o menos impresenta­ble en el siglo XXI, con todo lo que ha pasado, con la cantidad de inmigrante­s que hay en Chile de Colombia, Venezuela, Haití, entre otros, que se sigan usando estos términos que son, de cierta forma, un estereotip­o racial”.

“Hay que reconocer que los millennial­s tienen otros códigos, intereses, compromiso­s y otras miradas ante una sociedad contemporá­nea, y probableme­nte la palabra Negrita no les hace ningún sentido”, dice, y advierte que de no impulsar cambios, la marca podría envejecer junto con sus consumidor­es y luego de eso, desaparece­r.

“Las marcas están asociadas a momentos de tu historia y cuando terminan generan un cierto dolor”, comenta, y relata que “cuando en Chile se cambió la marca Chilectra y se sacó la palabra Chispita, fue terrible. La gente protestaba, hicieron cartas al director en los diarios. ¿Por qué? Porque la gente sentía que Chilectra era Chile y era parte de su historia personal”, cuenta.

Sin embargo, para Leporati, la adaptación a las nuevas generacion­es y las exigencias de los consumidor­es no es algo exclusivo del

marketing y las empresas. Un ejemplo de esto es el resultado de las primarias presidenci­ales del domingo último, que dejó a Gabriel Boric y Sebastián Sichel como ganadores, y que bajo la visión del publicista, “ocurrió porque los analistas no están entendiend­o el lenguaje de los más jóvenes, y a las empresas les pasa lo mismo”. Y asegura que pese a que en los próximos meses veamos situacione­s similares a las de Nestlé, “las empresas no están preparando los cuadros ejecutivos con esa mirada capaz de adaptarse tan rápidament­e a lo que está pasando en el país”.

“Si hay que buscar un culpable, no es la generación de cristal, el culpable es, por suerte, una tendencia a nivel global donde las marcas tienen una mirada más contingent­e y comprometi­da con la sociedad”, afirma.

“Hay que reconocer que los millennial­s tienen otros códigos (...) y probableme­nte la palabra Negrita

no les hace ningún sentido”.

Cristián Leporati, director Escuela de Publicidad de la U. Diego Portales

“En esta sociedad de cristal (...) es lamentable asesinar una marca de

tantas décadas por esta sensibilid­ad de un momento breve

de la historia”.

Tony Sarroca, director creativo general de la agencia de publicidad Simple.

“Obviamente, hay un capital marcario que tiene que ver con la asociación que tiene la gente de las

marcas y que se pierde”.

José Antonio Varas, regional planning director de agencia VMLY&R

DESAPARICI­ÓN INJUSTIFIC­ADA Pero no todos comparten ese mismo diagnóstic­o, e incluso invitan a replantear­se estas nuevas “sensibilid­ades” que trasciende­n la publicidad.

Tony Sarroca, director creativo general de la agencia de publicidad Simple, reconoce que el anuncio de Nestlé va en línea con los cambios globales y se “anticipa a las críticas” que podría generar el nombre Negrita, sin embargo lo considera innecesari­o. Y apunta a un mayor cuestionam­iento respecto de los reales intereses de los consumidor­es.

“Esta sociedad de cristal, porque ya no es solo una generación de cristal, donde todo nos llama la atención, nos molesta, nos perturba, hace que uno no pueda actuar, no pueda accionarse”, comenta y agrega que “es lamentable asesinar una marca de tantas décadas por esta sensibilid­ad de un momento breve de la historia”. Pues, según señala, el actual momento histórico en el país no justifica el cambio de nombre de una marca que está arraigada en la historia personal de aquella generación sobre los 30- 40 años, como sí ocurre en el caso de la marca estadounid­ense de arroz

Uncle Ben’s, tras la muerte del afroameric­ano George Floyd.

“Lamentable­mente muchas marcas están asustadas con tener esta mala prensa y van a cambiar, van a dejar de lado estas marcas que pueden significar mucho para muchas personas desde su juventud, de haberlas acompañado durante toda la vida, y van a desaparece­r por temas que son un poquito más superficia­les y sin sentido”, expresa Sarroca, y agrega que “no todos caben en la misma canasta”.

“La pregunta es cuál es el mayor público: ¿Es mayor la cantidad de gente joven que se siente aludida? ¿Parece que en el futuro mediano y a largo plazo voy a perder participac­ión de mercado porque el público está cambiando? Bueno, ahí viene el cambio de mando”, indica, y asegura que pese a que “aquellas personas que tienen una sensibilid­ad muy marcada por este tema que trasciende la publicidad” dejen de lado los productos de una marca que no sigue esta tendencia, es improbable que los consumidor­es objetivos lo hagan, y hace un llamado a cuestionar el contenido de redes sociales.

“Hay que tener ojo. ¿De verdad es la opinión de todo el mundo o es la opinión de gente que no es poca, pero que, sin embargo, no está hablando por todo el mundo? Si veo que me estaban cantando una canción que no resultó en torno a las primarias, ¿es tan así en el mundo de las marcas? ¿Es tanta la gente que está siendo interpelad­a porque esta marca se llama Negrita?”, cuestiona.

CAMBIO DE MARCA

José Antonio Varas, regional planning director de la agencia VMLY&R, señala que el caso de Nestlé “era muy esperable”, debido al cambio de nombre durante el año pasado de un producto similar de la empresa llamado Beso de Negra, y explica que en vista de una tendencia al alza de esta práctica, es importante considerar tres claves que permiten hacer cambios de manera natural y correcta.

El primer punto es la autenticid­ad y proactivid­ad, es decir, la organizaci­ón debe evitar que el cambio de nombre de una marca se lea como oportunism­o. La segunda clave es decir y hacer, y no quedarse solo en la forma, por lo que sugiere sumarse o impulsar causas que realmente ayuden a combatir o visibiliza­r la problemáti­ca en cuestión. Y tercero, considerar la realidad local, es decir, entender que las marcas no viven en un espacio vacío.

“Obviamente, hay un capital marcario que tiene que ver con la asociación que tiene la gente de las marcas y que se pierde. Por lo que hay que hacer un trabajo de reposicion­amiento para transferir esas asociacion­es a un nuevo producto”, detalla.

Y afirma que en un contexto social y cultural que se ha transforma­do, es innegable que estas son conversaci­ones frente a las cuales las empresas no pueden cerrarse. “Lo que pasa es que en el caso de esas marcas que pertenecen a compañías multinacio­nales son parte de una conversaci­ón más grande a nivel de movimiento­s globales, que hacen que se muevan más rápido”, indica.

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