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El plan de salida del Chapter 11 que trabaja Latam Airlines

El plan de salida del Chapter 11 requerirá nuevos fondos por más de US$ 4 mil millones

- Un reportaje de VÍCTOR COFRÉ

El futuro de la aerolínea, sacudida por la pandemia y sometida a los tribunales de EE.UU., depende de un business plan

en diseño, de su valor de mercado, de su deuda total y de los nuevos recursos que recaude. Para ello ya ha tomado contacto con más de una decena de potenciale­s financista­s, entre ellos fondos globales como Oaktree, Apollo, Knighthead y Sixth Street. También participan los Cueto, Delta y Qatar, quienes contrataro­n al banco de inversione­s Greenhill para

representa­rlos en una negociació­n que podría extenderse hasta noviembre.

El futuro de Latam Airlines está hoy en muchas manos. Hay abogados, ingenieros, acreedores, proveedore­s, asesores. También están sus accionista­s, entre ellos la familia Cueto y las aerolíneas Delta y Qatar, que tienen más del 50% de la propiedad de la firma. Todos ellos deben confluir en un juez de quiebras del estado de Nueva York, James Garrity Jr., quien recibirá el 15 de septiembre la propuesta de reorganiza­ción que permitirá a Latam abandonar el Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos y retomar sus negocios ya sin la protección de la justicia estadounid­ense. En ese plan están trabajando todas esas manos y todas esas cabezas.

Por Latam hay tres ejecutivos dirigiendo todo. El primero es su CEO, Roberto Alvo, quien en noviembre cumple dos décadas en la aerolínea. El segundo es el vicepresid­ente de asuntos legales, Juan Carlos Menció. Y el tercero es un argentino que cumplió en junio cinco años a cargo de las finanzas de Latam y que antes estuvo tres lustros en Endesa: Ramiro Alfonsín. El equipo del vicepresid­ente senior de finanzas de Latam que ha trabajado intensamen­te exponiendo el plan de negocios a cinco años que visualiza la empresa, está formado, entre otros, por Gregorio Bekes, Juan Pablo Arias, Andrés del Valle Eitel, Sebastián Acuto, Jorge Marín, Darko Koporcic y Tori Creighton. A ellos se suman los abogados estadounid­enses Cleary Gottlieb, y los chilenos Claro & cía., encabezado­s por José María Eyzaguirre. Y otras grandes firmas como Boston Consulting Group, asesor estratégic­o; PTJ Partnes, banco de inversión, y FTI Consulting, como asesor financiero.

La compañía se acogió al Chapter 11 en mayo de 2020. Con ello, consiguió suspender el pago de obligacion­es financiera­s que por entonces sobrepasab­an los US$ 10 mil millones y financiami­ento fresco por hasta US$ 2.450 millones, el que fue otorgado por un fondo global, Oaktree Capital Management, y sus accionista­s principale­s, los Cueto y Qatar Airways, apoyados por Delta. Ese financiami­ento DIP (Deudor en Posesión, por sus siglas en inglés) tiene una tasa de interés que promedia el 25% y fue aprobado en septiembre por el juez Garrity. A partir de ahí, Latam tiene 18 meses de exclusivid­ad para presentar un plan para abandonar el Capítulo 11.

Los grandes interesado­s

La propuesta en la que trabaja Latam es un plan que debe ser gestionado por la administra­ción de la empresa. Ese plan debe proyectar la empresa hacia adelante, dimensiona­r sus negocios, valorizar sus activos, definir un nivel de pasivos sustentabl­e para ese tamaño y -quizá lo más importante- el monto de capital fresco que requerirá la nueva Latam que nacerá pospandemi­a. Generalmen­te, el plan presenta una fórmula ya con financiami­ento definido y con los

sponsors resueltos. Y por ello Latam ha invitado a grandes actores globales.

En el directorio sus integrante­s participan en las discusione­s, pero solo dos votan las decisiones: siete de los nueve directores son elegidos por Cueto, Delta y Qatar, una triple alianza que estructuró el DIP y que también quiere estar en el exit plan. Son, en rigor, partes interesada­s; accionista­s y contrapart­es de la administra­ción. y por ese conflicto de interés, los siete directores -entre ellos Ignacio (su presidente) y Enrique Cueto- se han abstenido de votar el exit

plan. Las decisiones se radican en dos directores electos por los minoritari­os: Patrick Horn y Eduardo Novoa.

Inicialmen­te, Latam debía presentar el plan de salida el 30 de junio. Veinte días antes, sin embargo, pidió al tribunal de quiebras de Nueva York una prórroga hasta el 15 de septiembre. En ese mes, Latam ya estaba en plenas conversaci­ones con inversioni­stas extranjero­s.

El 14 de junio, por ejemplo, los ejecutivos de Latam, encabezado­s por Ramiro Alfonsín, expusieron telemática­mente, junto a sus asesores y por dos horas, el plan de negocios a dos fondos internacio­nales en una misma reunión: por Oaktree participar­on cinco ejecutivos; por Apollo, otros tres. El primero tuvo un rol protagónic­o en el DIP del año pasado: en total, aportó US$ 1.300 millones a Latam. Apollo, que estuvo en el rescate de AeroMéxico, acompañó a Oaktree en ese negocio. Y ahora podrían reeditar esa alianza.

Al día siguiente, el 15 de junio, los ejecutivos de Latam se reunieron con cinco directivos de un banco de inversione­s basado en Nueva York y que se ha especializ­ado en procesos de bancarrota: Greenhill. El rol de Greenhill, hasta ahora desconocid­o, fue revelado en documentos presentado­s en EE.UU.: es el asesor de los Cueto, Qatar y Delta en la negociació­n del plan de salida. En Chile, Greenhill trabaja el caso con el gestor de inversione­s Asset Chile.

Al día siguiente, el 16 de junio, fue el turno de otro gran gestor de inversione­s: Guggenheim Pertners, un fondo global que administra activos por US$ 325 mil millones, pero que aquí representa a otro actor relevante: Knighthead, el fondo que intentó disputar a Oaktree y los

Cueto el DIP del año pasado y que, tras una agitada disputa, se abrió espacio y terminó aportando US$ 250 millones al DIP.

En las últimas semanas se han sumado varios más y algunos negociador­es cifran en 14 el total de potenciale­s interesado­s en financiar la nueva Latam. Otros dicen que son aún más. Entre ellos está Sixth Street Partners, otra firma global de inversione­s con activos bajo administra­ción por US$ 50 mil millones y que ha comprado deuda de la aerolínea.

Lo más probable, creen en Latam, es que haya una combinació­n de grandes fondos que concurran con recursos. “No hay nadie que vaya solo a un negocio tan grande como este”, dice un especialis­ta. ¿Por qué? Porque el requerimie­nto de capital será de miles de millones de dólares.

¿Cuánto vale Latam?

Latam ya ha recuperado casi la mitad de sus operacione­s. La empresa regresó en julio al 44% de sus operacione­s prepandemi­a, el porcentaje más alto desde febrero de 2010, antes del colapso que la hizo operar al menos del 5% de su capacidad. En agosto espera ya regresar al 50%. Latam es una empresa hoy más pequeña -redujo aviones y su dotación descendió de 41 mil personas antes de la pandemia a 28 mil a marzo-, pero el futuro sigue siendo incierto: nada garantiza una nueva variante del virus y los consiguien­tes confinamie­ntos y restriccio­nes.

Para definir un plan de negocios futuro, Latam, sus accionista­s y sus financista­s deben definir tres preguntas: cuánto vale la firma, cuánto debe y cuánto necesita.

Para la primera pregunta, la actual capitaliza­ción bursátil de Latam no es parámetro. En Bolsa, su valor suma US$ 1.500 millones, pero tiene escaso fundamento. Los balances de Latam le asignan un patrimonio negativo de casi US$ 3 mil millones por las pérdidas acumuladas del año de la pandemia. Los accionista­s, dicen varias personas, perdieron todo y el único valor de sus acciones son las opciones para suscribir futuros títulos. Es el equity value.

Latam y sus financista­s deben definir cuál es

el valor de la firma. El denominado enterprise

value en el que trabajan los interesado­s considera el valor comercial de los activos de Latam -su flota, sus rutas, sus derechos aeroportua­rios, sus equipos- y cada cual hace sus estimacion­es, según sus intereses. A unos -interesado­s en entrar a la propiedad- les convendrá fijar un valor bajo; a otros, acreedores de Latam, les resultará más atractivo un valor alto que eleve las opciones de pago. Sin embargo, varios consultado­s estiman que el valor debería situarse entre US$ 11 mil millones y US$ 14 mil millones. Pese a ello, el valor estimado, sin embargo, no ilumina tanto el futuro. “Los activos valen, pero es más significat­ivo saber cómo serán los ingresos. Aún hay mucho riesgo en la aviación”, dice un socio de Latam.

Los vaivenes de la pandemia -que ya ha durado más de lo previsto en marzo de 2020, cuando estalló todo- hacen difícil estructura­r una proyección certera, y para eso es el busi

ness plan a cinco años que ha presentado Latam a los inversioni­stas. En agosto Chile reabrió sus fronteras para personas vacunadas, pero no ocurre lo mismo en todo el mundo: por ejemplo, China se volvió a cerrar y Estados Unidos ha puesto más restriccio­nes, igual que Francia. Pero hay algo más de fondo: la gente, por ahora, está menos dispuesta a viajar. En este momento, el sostén de la industria son sus mercados domésticos y el negocio de la carga, que para Latam está pesando casi lo mismo que el transporte de pasajeros (ver infografía).

La valorizaci­ón de Latam, dicen especialis­tas, determinar­á cuánta deuda puede soportar Latam y cuánto dinero requiere.

La aerolínea debe lidiar con una carga de deuda que sigue siendo alta. Cuando se acogió al Capítulo 11, sus deudas financiera­s superaban los US$ 10 mil millones. Esa cifra, tras un año de Chapter 11 en el que los acreedores han debido certificar sus créditos, debe ser refinada y se debe distinguir en dos grandes grupos. El primero, donde están los bonistas, los acreedores con garantía y la deuda asociada a la flota, se sitúa entre US$ 6 mil millones y US$ 7 mil millones, estima un negociador. La segunda son los claims, compuesto básicament­e por deuda no garantizad­a que se ha pedido en tribunales y que resta certificar. Aquella rondaría los US$ 5 mil millones. Ese grupo de deudores será el que, probableme­nte, sufrirá una quita en el valor de sus acreencias, lo que tendrá que ser aprobado por el juez y los acreedores. “Mientras mayor sea el valor de la compañía, menor será la quita”, dice un experto.

El descuento dependerá, además, de la tercera pregunta. ¿Cuánto requiere la empresa?

Más de US$ 4 mil millones

Las empresas se financian con dos vías: deuda y capital. Hoy la deuda es abultada y debe ser disminuida y el patrimonio de los accionista­s es negativo, y debe ser robustecid­o.

Otra vez, el aporte de fondos a la compañía, que se realizará a través de un aumento de capital que diluirá al mínimo a los actuales accionista­s. Preliminar­mente, los cálculos de quienes participan en la negociació­n del exit plan han estimado que la compañía necesitará fondos de US$ 4 mil millones a US$ 5 mil millones, lo que podría modificar sustancial­mente la estructura de propiedad de Latam.

Esa inyección de recursos tiene hoy un piso. Al salir del Chapter 11, la primera deuda que Latam deberá saldar es el pago del DIP por US$ 2.450 millones, de los cuales hasta junio había girado US$ 1.650 millones en dos desembolso­s. Oaktree dispuso US$ 1.300 millones y la alianza entre Qatar, Delta, los Cueto y la familia Eblen, US$ 800 millones. Varios de aquellos prestamist­as podrían emplear el pago de esas deudas en seguir apostando por Latam.

La familia Cueto ya se ha resignado a que su rol podría ser muy menor al anterior de la pandemia. Con un 21% de las acciones, elegía a cuatro directores. En el DIP del 2020 los Cueto pusieron US$ 250 millones, pero el requerimie­nto de capital nuevo tiene otro volumen. Quizá aliado a grandes financista­s -como Oaktree y Apollo, los principale­s aportantes del DIP-, el rol de gestores de la nueva aerolínea podría tener algún valor. Pero nada garantiza que los socios sigan dominando Latam, una empresa cuyo potencial que ya atrae a grandes inversores. Ya ocurrió con Hertz, el gigante del rent

a car estadounid­ense que, también en Chapter 11, devino en una guerra de ofertas entre dos grupos y que terminó con Knighthead -que también participa en el caso Latam- y otro fondo como dueño de la compañía.

Otro factor dificulta todo y será clave. La ley chilena garantiza los derechos preferente­s de los actuales accionista­s a suscribir nuevas emisiones de acciones, algo que la ley estadounid­ense no salvaguard­a. “El gran dilema es qué ocurrirá con las acciones preferente­s”, opina un accionista de la empresa. Como contrapart­ida, la ley de quiebras de EE.UU., a través de la ab

solute priority rule, privilegia el pago a los acreedores antes que a los accionista­s. El choque de ambos es una ecuación difícil. “La magia de la salida pasa por el consenso”, afirma uno de los muchos negociador­es del proceso.

Como sea, el exit plan debe ser presentado el 15 de septiembre, pero, como ha sido tradición en la tramitació­n de este Chapter 11, la empresa podría nuevamente solicitar otra prórroga hasta noviembre. La firma lo debe resolver 14 días antes, a inicios de septiembre. Si aquello, que es lo más probable, ocurre, las negociacio­nes se extenderán por varios meses más. Y si todo fracasa, el camino alternativ­o es el Chapter 7: la quiebra y liquidació­n de los activos. “Esa opción no existe para Latam”, dice un ejecutivo optimista del futuro de una aerolínea que ya calienta motores.

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REPORTAJE | Págs. 8-10
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Foto: ANDRÉS PÉREZ

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