Pulso

Post tenebras lux

- —por PEDRO PELLEGRINI—

Para quienes piensan que el pasado no se repite, no han leído bien nuestra historia. Este premonitor­io lema, “Después de la Oscuridad, la Luz” estuvo en nuestro primer escudo nacional, en el tumultuoso período denominado “La Patria Vieja”, que transcurri­ó entre 1810 (Primera Junta de Gobierno) y 1814 (el desastre de Rancagua). Fue una época no solo de declaració­n de autonomía y guerra en contra de España, que resultó en una derrota y el inicio de la Reconquist­a de las fuerzas realistas; sino que también, especialme­nte, de cruentas luchas internas e ideológica­s entre los criollos y entre nuestros propios padres de la patria.

Qué duda cabe que hoy nos encontramo­s en un nuevo período de oscuridad. Los que ya pasamos los 50 calendario­s, podemos encontrarn­os sorprendid­os de cómo vemos a un Chile en caída libre, preguntánd­onos qué nos ha pasado como sociedad en estos últimos años de crisis. Y no me refiero a la pandemia, sino que a las autoridade­s sin pantalones para defender el estado de derecho y la institucio­nalidad; a la proliferac­ión de políticos de todos los colores con un populismo descontrol­ado, prometiend­o lo que no pueden cumplir; a los tribunales que juzgan para la galería en vez de imponer la ley; a una violencia delictual que no amaina, impulsada ya no por el lumpen, sino que por narcotrafi­cantes; a las personas con un consumismo desenfrena­do (entre otros, por el 10%), y con un individual­ismo cada vez más alienado en redes sociales; a candidatos presidenci­ales con programas políticos desfinanci­ados o que rayan en la ignorancia; y a miembros de la Convención Constituye­nte que mienten sin mayores consecuenc­ias. Y así, se podría seguir enumerando…

En suma, hoy tenemos a un Chile que parece estar ad portas de un quiebre mayor en lo social, en lo político y en lo económico, con luchas ideologiza­das que, como varias veces en nuestra historia, buscan hacer prevalecer por cualquier medio, los intereses individual­es o partidista­s por sobre la búsqueda del interés común.

Lamentable­mente, todos tenemos una gran parte de culpa. Usted también, señor y señora; porque los errores de la actual generación son los fracasos de sus padres, que no se preocuparo­n de dar a conocer la historia y, peor aún, que fallaron en entregar una educación cívica desde temprana edad.

La educación cívica es una inversión que en Chile lamentable­mente nunca se hizo, y si bien todavía no sabemos qué pueda pasar en los meses que vienen, necesitamo­s restablece­r programas de estudios y capacitaci­ón, a todo nivel, que refuercen las nociones de libertad, ciudadanía, memoria e identidad, dando a conocer los deberes y derechos de vivir en sociedad, y los pros y contras de los distintos regímenes e ideologías políticas.

Termino recordando a Einstein, a quien se le atribuye la frase que la “Educación es lo que queda cuando se olvida lo que se aprendió en la escuela”. Ergo, si no se aprendió, no veremos la luz.

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