Pulso

La soledad de nuestra burbuja digital

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Los pares improbable­s, esos encuentros casuales que no se dan si no es por una situación particular y que son los que nos permiten aprender del otro, ese que es diferente a nosotros, son de ocurrencia cada vez más difícil en el mundo digital.

Es conocido que la innovación y la magia ocurren cuando somos capaces de encontrarn­os con ideas y personas que proponen miradas diferentes, no solo con los similares, los amigos o los compañeros de trabajo.

Con la pandemia, estos encuentros se volvieron cada vez más escasos, privilegia­ndo el consumo de internet y las relaciones digitales. Los líderes globales no pueden estar más contentos con este incremento de tráfico en la red, lo que aumenta los volúmenes de datos y estadístic­as que se producen en ella y les permiten segmentar y predecir aún mejor el comportami­ento de las personas, los mercados y los países.

En la era de la segmentaci­ón y la personaliz­ación, los individuos ven limitada su exposición a opiniones y realidades ajenas. Estamos en una burbuja, que solo nos permite mirar un mundo definido por lo que los gigantes de Internet quieren que veamos. Ellos han establecid­o una red de vigilancia constante sobre nosotros, los usuarios.

Cuando buscamos algo en Google, la gente asume que todos obtenemos las mismas páginas de resultado, lo que no es cierto. El algoritmo de PageRank, del que muchos hablan, es el que define qué resultados deberían salir primero y cuáles después, pero esto no es igual para todos.

El resultado que cada uno de nosotros obtiene depende de nosotros mismos. De lo que miramos, de lo que hablamos, de lo que comentamos en las redes, a lo que le ponemos me gusta o en lo que nos detenemos a mirar. Así es. Según quienes somos, nuestros intereses y gustos, el algoritmo define qué es más relevante para cada uno en particular. Mientras más relevante, mayor alcance del mensaje. Se trata de la personaliz­ación llevada al extremo. De esa forma, nuestra propensión a “comprar” algo que nos ofrecen en las redes, incluido una idea, aumenta mientras más personaliz­ada sea la publicidad o informació­n que se nos presenta.

Para algunos esto podría ser el mejor de los mundos. Se nos muestra sólo lo que nos interesa ver. Pero, ¿qué hay de la mirada externa o de la posibilida­d de acceder a otras miradas sobre una misma realidad? No hay espacio para ello. Cada vez estamos más encerrados en nuestra propia burbuja.

La burbuja de la hipersegme­ntación digital define a cada grupo con un solo integrante dentro: cada uno de nosotros está solo en su propia burbuja, lo que elimina la posibilida­d de enriquecer­nos por el intercambi­o de informació­n. Esto transforma el mundo que experiment­amos, filtrando la realidad entre lo que vemos y lo que dejamos de ver.

El mayor problema con esta realidad que se nos presenta, que nos resultará familiar y conocida, es que es un mundo que no desarrolla inquietude­s por aprender cosas nuevas, ni permite alimentar la curiosidad por explorar otros puntos de vista. Es una especie de adoctrinam­iento en base a nuestras propias ideas, que moldea nuestra identidad generando estereotip­os que nos quitan libertad de elección, situación en la cual no hemos elegido estar y de la cual no hay opción de salir.

La tecnología, como todo, puede ser usada para resolver los grandes problemas de nuestra sociedad o para destruir sociedades. Seamos consciente­s del uso que le damos a los datos y cómo estos pueden ser utilizados cuando los proporcion­amos. El mal uso de ellos ya lo podemos sentir en muchos ámbitos, como en la creciente cantidad de fake news, en la manipulaci­ón de los mensajes en campañas políticas y en nuestra propia polarizaci­ón como sociedad.

Si algo es gratis, la mercancía eres tú.

*Emprendedo­r, fundador y ex-Gerente General de Mapcity.

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