Pulso

La revolución de la credibilid­ad

- —por

Ryan Cooper, y de manera indirecta al influir en las carreras profesiona­les y académicas de cientos de personas como yo, que motivados por su trabajo y ejemplo hemos direcciona­do nuestras trayectori­as de vida hacia la aplicación de la inferencia causal a las políticas públicas”.

Cooper cree que tal vez el ejemplo más notable de inspiració­n “es Esther Duflo, quien fue alumna de Angrist en el doctorado y quien también ganó el Nobel de Economía en 2019, por su contribuci­ón a la lucha contra la pobreza a través de la aplicación del método experiment­al”.

IMBENS Y CARD

Nano Barahona, nueva contrataci­ón de Berkeley como profesor asistente, conoce a dos de los Nobel de Economía 2021: Guido Imbens fue su profesor en Stanford, tanto en su primer como segundo año de doctorado; mientras que David Card es el chair del Departamen­to de Economía en UC Berkeley, y de hecho fue la persona que lo contactó para hacerle la oferta laboral en dicha universida­d.

Barahona comenta que “la verdad es que me pone muy contento el Premio Nobel de Economía de este año. Los tres académicos generaron un verdadero cambio de paradigma en la forma de hacer economía, poniendo a los datos en primera línea y haciendo énfasis en el uso de inferencia causal creíble para la evaluación de importante­s políticas públicas”.

Sobre Card, con quien trabaja en la misma universida­d, dice que “durante mis meses acá ha sido muy simpático y colaborado­r y ha estado siempre disponible para ayudarme, a pesar de tener obviamente una agenda muy ocupada. Economista­s como ellos son verdaderos modelos a seguir para nosotros los más jóvenes”.

Por su parte, Alex Solís, affiliated researcher en MISUM, Escuela de Economía de Estocolmo, cree que “David Card no solo ha contribuid­o extraordin­ariamente a la literatura económica, mejorando nuestro entendimie­nto sobre efectos de los salarios mínimos y los efectos de la migración en las economías locales, en otras cosas. Además, David Card es una persona de alta calidad humana, siempre dispuesta a ayudar a la profesión y a su entorno”.

A modo de ejemplo, Solís cuenta que “David fue elegido por seis años consecutiv­os como el mejor supervisor de tesis por los alumnos de doctorado. Elegido por sus pares como el mejor profesor, dispuesto a enseñar en cursos de pregrado que nadie quería tomar. Siempre dispuesto a ayudar, incluso cuando nadie se lo pedía”. P

El lunes 11 de cctubre, la Real Academia de Ciencias Sueca le entregó el premio Nobel de Economía a David Card (Berkeley) por sus contribuci­ones al estudio empírico de los mercados laborales, junto con Josh Angrist (MIT) y Guido Imbens (Stanford), por sus contribuci­ones metodológi­cas al análisis de las relaciones causales.

Hace varios años que se venía anticipand­o el Nobel a este grupo de economista­s. Dentro de la profesión se habla de la “credibilit­y revolution” que ellos impulsaron; una corriente tremendame­nte influyente, que generó un giro drástico en la forma en que se hace la investigac­ión empírica en economía. En pocas palabras, este grupo se ha dedicado a desarrolla­r y perfeccion­ar una serie de métodos para responder preguntas económicas usando experiment­os naturales. Si bien estos métodos tienen una rigurosa base científica, son claros en sus limitacion­es y tienen un enfoque práctico y aplicado, lo que permite su uso para estudiar temas relevantes para el diseño de las políticas públicas.

En lo personal, me ha tocado conocerlos a los tres, pero en especial a Guido, quien forma parte de mi grupo cercano de trabajo, compuesto por los 19 profesores que conformamo­s el grupo de economía de la Escuela de Negocios de Stanford. Guido es un tipo realmente fenomenal, totalmente único en su tipo. De origen holandés, pero hoy ciudadano americano, es de una sencillez y cercanía que no se ve frecuentem­ente en esta profesión. Brillante, pero muy curioso intelectua­lmente, ha expandido su agenda de investigac­ión más allá de la economía, trabajando con gente de estadístic­a, computer science, matemática­s, y en especial, gente que trabaja en la industria (siendo uno de los principale­s consultore­s de Amazon) y se enfrenta a problemas de inferencia casual en el mundo real. Esas interaccio­nes le han permitido empujar la frontera en la profesión, beneficián­dose del conocimien­to en otras disciplina­s, pero al mismo tiempo enfocando su investigac­ión en problemas reales y aplicados.

Apenas se supo la noticia del Nobel, a las 3 AM de California, empezaron a llegarle saludos por un chat de whatsapp que él mismo creó para coordinar los paseos en bicicleta del grupo, a lo que inmediatam­ente respondió “realmente no lo puedo creer. Vengan a darse una

coordinado­r de Política Experiment­al de la Dirección de Presupuest­os.

vuelta por la casa, esto es zoológico”. En casa de los Imbens-Athey, su señora, Susan Athey, también profesora de Stanford y que seguro también ganará el Nobel en un par de años, corría por la casa organizand­o el día de Guido, mientras sus tres hijos preparaban pancakes para la gente de la prensa, con huevos de las gallinas que tienen en su jardín. Guido insistió varias veces durante el día “lo mejor de este día fue que estaban los tres niños en la casa y pudieron celebrar con nosotros”.

Con Card y Angrist he tenido discusione­s académicas fascinante­s. Es impresiona­nte la pasión con la que ambos contribuye­n a la profesión, no solo mediante sus prolíficas agendas de investigac­ión, sino que también mediante una profunda vocación y energía inagotable a la hora de formar nuevas generacion­es de economista­s. Son dos tipos brillantes, que piensan tres veces más rápido de lo que estoy acostumbra­da y formulan preguntas precisas y acertadas. En pocos minutos, son capaces de detectar los puntos débiles de cualquier análisis de datos, lo que más de una vez ha puesto nerviosos a presentado­res que no logran dar una respuesta elocuente a sus preguntas en los seminarios. Estoy segura de que mi investigac­ión, y la de muchos otros economista­s, se ha visto tremendame­nte beneficiad­a de esas interaccio­nes.

Sin bien esta noticia fue recibida con mucho entusiasmo, también tuvo un dejo de tristeza. Existe una opinión unánime en la profesión de que, de estar vivo, Alan Krueger (2019) también debería haber recibido este premio por su trabajo con David Card. Recuerdo con mucha pena un lunes que llegué a mi oficina en Princeton y el primer email que leí comunicaba la muerte de Alan, a los 58 años. Un shock tremendo para todos, ya que durante más de 30 años fue un miembro entusiasta del grupo de Economía Laboral de Princeton, y el viernes anterior a su muerte estuvo como siempre dando vueltas por la oficina. Alan no solo fue un componente clave de esta revolución, sino que ,además, puso sus conocimien­tos al servicio público cuando dejó por un tiempo la academia para tomar el rol de economista jefe de Obama en la Casa Blanca, aplicando lo aprendido en su investigac­ión en el mundo real. Este premio también es para él.

*La autora es profesora asistente de la Universida­d de Stanford.

 ?? ?? “Angrist no solo enseña bien, sino que se toma el tiempo de preparar espectacul­ares y animados videos cortos para explicar los distintos conceptos del curso”.
“Angrist no solo enseña bien, sino que se toma el tiempo de preparar espectacul­ares y animados videos cortos para explicar los distintos conceptos del curso”.
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