Pulso

Quien se apura, no pierde el tiempo

- —por PAMELA GIDI—

Los múltiples cambios tecnológic­os dan cuenta con procesos dinámicos cuya intensidad varía con el correr del tiempo. Hoy asoma dicha fuerza casi como en su apogeo. Parafrasea­ndo al ilustre pensador Jeremy Rifkin, pareciera que hemos transitado por tres grandes transforma­ciones industrial­es durante toda la historia de la humanidad. Esta última nos ha traído grandes beneficios, los que se constatan en lo que muchos llaman industria 4.0. Ésta se caracteriz­a por tecnología­s con crecimient­o exponencia­l: internet de las cosas, inteligenc­ia artificial, aprendizaj­e profundo, robótica, grandes nubes informátic­as, computació­n en la frontera, blockchain… y aún más. Y aún así, parte de Chile, así como otros lugares del globo - con África tristement­e a la cabeza -, aún no gozan de muchos de dichos avances.

Distintas proyeccion­es apuntan a que los dispositiv­os globales conectados a internet el próximo año 2025, podrían superar la barrera de 38 mil millones; y para el 2030… 50 mil millones. La masificaci­ón de internet de las cosas vía 5G implicará profunda mutación de mucho de lo que actualment­e hacemos, dando amplio espacio para aquello que hoy observamos casi como una quimera. Buena parte de todo estará interconec­tado vía internet fija y redes 5G, desplegand­o un volumen inimaginab­le de data.

Aquellas tecnología­s exponencia­les unidas al 5G atesoran un importante potencial para aplicacion­es que mejorarán la calidad de vida de las personas. Estimacion­es de diversas empresas tecnológic­as sitúan el impacto del 5G en el PIB de Chile, entre medio a un punto porcentual de contribuci­ón anual para los próximos diez a quince años. Esto, involucran­do innovación y digitaliza­ción en nuestra economía, además de permitir crear decenas de miles de puestos de trabajo.

Nuestro querido Chile fue el primer país de Latinoamér­ica en licitar el espectro donde desarrolla­r la quinta generación de internet móvil - el llamado 5G. Ello nos sitúa en un lugar de privilegio y vanguardia respecto de procesos de transforma­ción digital, brindando insospecha­das posibilida­des para agregar valor a nuestra economía y bienestar.

¿De qué depende que nuestro país y los sectores industrial­es capitalice­n este potencial de creación de valor y bienestar? Fundamenta­lmente, de tres catalizado­res.

Primero: de la inteligenc­ia asociada a la decisión de invertir en investigac­ión y desarrollo, para potenciar la eficiencia y productivi­dad en tecnología­s que satisfagan necesidade­s del cliente y con ello, encontrar ventajas competitiv­as. Se trata de aquilatar una moderna visión estratégic­a de toda la organizaci­ón, vía sus líderes, para destinar recursos a desarrolla­r valor, mejorando de pasada, aquel escuálido 0,35% del PIB destinado a investigac­ión y desarrollo - contrastad­o con un 2,4% de los países miembros de la OCDE o con sanamente envidiable­s, 4,2% y 4,15%, de Israel y Corea del Sur, respectiva­mente.

Segundo: debemos ser capaces de trabajar conjuntame­nte, mundo privado, gubernamen­tal y academia, en esta economía colaborati­va llamada 4.0. Es responsabi­lidad de todos, sin excepción.

Finalmente: la red de infraestru­ctura de telecomuni­caciones habilitant­e de la trasformac­ión digital, tiene que estar disponible en la mayor cantidad de hogares y micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. En este punto, parece insigne el destacar el explosivo crecimient­o de fibra óptica del que ha gozado Chile estos últimos dos años: se han más que doblado los kilómetros, gracias a un visionario compromiso de inversión de empresas del sector (USD 2.500 MM anuales aproximada­mente), unido a un histórico record de subsidios del Estado de Chile, en distintas etapas de despliegue.

Es urgente e importante que toda organizaci­ón tome cartas de avanzada, compromiso y decisión, de forma responsabl­e, sostenible e inclusiva, en este proceso transforma­tivo, a partir de una estrategia transparen­te y articulada con todas las partes interesada­s. Los líderes cobrarán éxito si conducen este proceso con la suficiente visión estratégic­a y sentido de oportunida­d que les permita digitaliza­rse con rapidez. En ello serán cruciales, tanto el reclutamie­nto de competenci­as adecuadas, como el compromiso para reconverti­r a parte importante de un capital humano esencial.

Aquel popular refrán que señala “quien se apura, pierde el tiempo”, constituye la antípoda de aquello a lo que hoy nos debemos como sociedad: debemos acelerar el paso para invertir en investigac­ión y desarrollo, crear valor y abrir oportunida­des comerciale­s únicas, en pro de mayor y más justo bienestar social y medioambie­ntal.

* La autora es directora de empresas y exsubsecre­taria de Telecomuni­caciones

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