Pulso

Lecciones que Perú le entrega al gobierno entrante de Gabriel Boric

- —por JAVIER SALINAS—

Después de una primera vuelta presidenci­al en donde resultaron vencedores dos candidatos alejados del centro político (uno a la izquierda y otro a la derecha), el candidato de izquierda se impuso en la segunda. Sin embargo, la configurac­ión del congreso resultó fragmentad­a y poco favorecedo­ra para el gobierno entrante”. Estas líneas resumen el proceso electoral que vivió Perú durante la primera mitad del 2021, pero sus similitude­s con lo ocurrido en Chile a fines del año pasado saltan a la vista.

Pedro Castillo asumió como Presidente de Perú el 28 de julio del 2021. Una campaña llena de promesas, en donde el candidato, que provenía de las afueras del mundo de la política tradiciona­l, anticipaba un giro a la izquierda en las políticas del Estado, con particular atención a los temas de educación y salud. Sin embargo, a seis meses de inicio de su gobierno, hemos visto pasar tres presidente­s del Consejo de Ministros (el cargo, después del de Presidente, con mayor importanci­a política dentro del ejecutivo) y dos ministros de Economía y Finanzas (el equivalent­e en Chile a una fusión de los ministerio­s de Hacienda y Economía), por mencionar algunos de los cambios.

Esta inestabili­dad en el gabinete peruano, particular­mente aguda (comparada con los gobiernos anteriores), es principalm­ente el resultado de la tensión que existe dentro de éste (y sus aliados), respecto a lo que quisieran alcanzar en estos cuatro años, y lo que realmente es viable lograr técnica, jurídica y políticame­nte.

Y las consecuenc­ias de esta tensión entre el “querer” y el “poder” no solamente se refleja en la inestabili­dad del gabinete, sino también en la falta de concreción de las reformas que ellos mismos consideran relevantes para llevar a cabo su proyecto país (lo que también es alimentado por la poca experienci­a del gobierno en algunas áreas). Uno de los ejemplos más notorios es el de la reforma tributaria: Pedro Francke, el ex ministro de Economía y Finanzas, solicitó al congreso a finales de octubre del año pasado la delegación de facultades legislativ­as en materia tributaria y fiscal para poder realizar cambios legislativ­os en estas materias (una práctica muy usada en Perú a inicios de los gobiernos, que denota un voto de confianza del congreso al entrante). Sin embargo, el congreso, ante la falta de claridad respecto al detalle de los cambios que se planeaban realizar, en un entorno en donde la oposición tiene un rol relevante en el órgano legislativ­o, decidió no otorgársel­as, lo que implicó un retraso relevante en los cambios en materia impositiva que podrían extenderse al menos un año. Y no está demás decir que la falta de reforma tributaria implica falta de nuevos recursos para implementa­r parte relevante del resto de los planes para su gobierno.

Aquí, en Chile, el nuevo presidente Gabriel Boric tomará posesión el 11 de marzo, pero ya los nombramien­tos de su gabinete (tanto ministros como subsecreta­rios) dan cuenta de un entendimie­nto del futuro ejecutivo de la existente tensión entre sus planes de gobierno y su real posibilida­d de ejecución (de hecho, este gabinete sería un reflejo de la necesidad de búsqueda de consensos, en un entorno en el que Boric obtuvo únicamente 26% de los votos, y tan solo el 53% de los electores votaron por alternativ­as que no son de derecha o centrodere­cha).

Perú, en sus primeros seis meses de gobierno, nos enseña las consecuenc­ias de no lograr este equilibrio: perderse en esta tensión puede conllevar a inestabili­dad en su interior, parálisis legislativ­a e ineficienc­ias en las políticas públicas en general (lo que, por cierto, viene acompañado de volatilida­d en los mercados financiero­s). Esperemos que el nuevo Gobierno de Chile no pase por alto esta lección.

- El autor es economista Jefe de LarrainVia­l Research

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