Pulso

La diversidad, clave en la cadena de valor

- —por

LMATÍAS ANINAT

a diversidad se ha convertido en un elemento fundamenta­l para que las empresas transiten a un modelo de negocios más sostenible. Referentes internacio­nales como S&P han incrementa­do las exigencias hacia el sector privado: ya no basta, por ejemplo, que las compañías reporten la cantidad de mujeres en la organizaci­ón, sino que ahora deben proponerse metas respecto a su dotación en los estamentos ejecutivos. Asimismo, la conformaci­ón de una fuerza laboral multicultu­ral, de diversos rangos etarios y pertenecie­ntes a la comunidad LBGTIQ+, forman parte de los requerimie­ntos por parte de los inversioni­stas para evaluar el grado de madurez que tiene una empresa en materia de sostenibil­idad.

Las compañías han respondido a estas exigencias a través de programas de atracción y retención de talento en su dotación interna, buscando aumentar la participac­ión de grupos minoritari­os, y reduciendo las brechas de género. Sin embargo, este transitar no ha estado exento de obstáculos y aún son muchas las organizaci­ones que deben profundiza­r este camino, tomando en cuenta que, en muchos casos, dichas acciones no se han extendido hacia toda la cadena de valor de la compañía.

Uno de estos aspectos usualmente al debe, tiene que ver con los proveedore­s. Un primer paso para corregir esto, debe ser identifica­r cuáles son los requisitos que tienen que cumplir estos para considerar­se como diversos. De esta manera, las compañías, tendrán en sus manos la responsabi­lidad de selecciona­r en su proceso de compras, por ejemplo, a entidades vinculadas a grupos minoritari­os o mujeres en situación de vulnerabil­idad.

También, las cadenas de suministro más inclusivas son un canal concreto mediante el cual las compañías pueden potenciar la transforma­ción económica y social de la región donde operan. El abastecimi­ento local efectivo tiene un efecto multiplica­dor al contribuir a la creación de empleo y desarrollo de habilidade­s, mejorando la eficiencia de la cadena de suministro al reducir costos logísticos y asegurar el acceso a bienes y servicios críticos.

En América Latina, en general, y en Chile en particular, existe un alto potencial para desarrolla­r iniciativa­s de este tipo. Sus “industrias intensivas” demandan un alto volumen de proveedore­s para generar productos y servicios, por ejemplo, la minería. Este tipo de empresas tienen una oportunida­d para impactar positivame­nte a través de sus adquisicio­nes, consideran­do que, en muchos casos, operan en entornos caracteriz­ados por una fuerte presencia de pueblos originario­s, pequeños productore­s, mujeres en situación de vulnerabil­idad y otros grupos rezagados en las comunidade­s locales.

En todo el mundo, la pandemia nos ha llevado a estar insertos en una nueva realidad y en Chile, estamos ad portas de iniciar un nuevo ciclo político y social que da pie para que tanto el sector público como privado entienda la necesidad de hacer las cosas de manera distinta, más allá de los beneficios reputacion­ales. Esto abre una gran oportunida­d. Aquellas industrias que demandan un alto volumen de proveedore­s para generar productos y servicios tienen la ocasión de impactar positivame­nte a través de sus adquisicio­nes. Es el momento de hacerlo y llevar los conceptos ESG a la acción.

*El autor de la columna es Senior Researcher en Corporate Citizenshi­p

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