Pulso

Transforma­ción y disrupción, lecciones de un camino vivido en carne propia

- —por GONZALO LARRAGUIBE­L—

El mundo y, por cierto, nuestro país experiment­an cambios acelerados en múltiples dimensione­s y, para sobrevivir y crecer, las organizaci­ones, sus líderes y equipos deben evoluciona­r en sintonía con él. En particular, desarrolla­r un fuerte enfoque en el cliente y sus experienci­as, así como generar una relación constructi­va con la sociedad, el territorio y el medioambie­nte.

Lograrlo implica abordar un camino de cambios estructura­les en múltiples ámbitos, entre otros, estrategia, gobierno, organizaci­ón y cultura, y desarrolla­r nuevas capacidade­s para gestionar la incertidum­bre, aumentar la resilienci­a en entornos VUCA y aprovechar las nuevas oportunida­des que se presentan. De este modo, los líderes deben ser capaces de gestionar una “agenda 60/30/10, cuyo nombre da cuenta del porcentaje de tiempo y recursos necesarios para (1) gestionar el negocio actual, (2) transforma­r el “core business” de acuerdo con las nuevas oportunida­des y desafíos que emergen, y (3) generar disrupción, explorando nuevas posibilida­des de creación de valor más allá del negocio tradiciona­l. Esta misma fórmula es la que hemos aplicado en los últimos años en nuestra propia empresa, Virtus Partners, y cuyas lecciones de este proceso me parecen oportunas de compartir.

Fundamos Virtus en 2007 tras retirarnos de McKinsey & Co., donde fuimos socios por varios años. Nuestro propósito al emprender era ampliar la oferta de consultorí­a gerencial de alto nivel y contribuir a potenciar el crecimient­o y la valorizaci­ón de empresas e institucio­nes en América Latina, desarrolla­ndo al mismo tiempo talento local. Esto nos llevó a abrirnos camino en la región realizando proyectos desafiante­s con clientes de múltiples industrias. Sin embargo, más allá del éxito obtenido, nos dimos cuenta de que para seguir creciendo y fortalecer nuestra sostenibil­idad era necesario gestionar de forma sistemátic­a y simultánea los tres frentes antes mencionado­s, tal como promovemos tan afanosamen­te entre nuestros propios clientes. Fue así que nos enfocamos en potenciar nuestras prácticas tradiciona­les mediante el desarrollo e incorporac­ión de talento, la generación de alianzas y la implementa­ción de nuevas metodologí­as y formas de trabajo. En particular, apostamos por desarrolla­r con fuerza las prácticas de excelencia operaciona­l y de estrategia digital.

Con miras a ampliar nuestra oferta de servicios y potenciar nuestro propio proceso de transforma­ción rápidament­e, promovimos socios internos e incorporam­os a un socio externo con amplia experienci­a internacio­nal en el tema digital, junto a quienes hemos ido evoluciona­ndo nuestro modelo de negocio. Es así que, por ejemplo, hoy bajo el nombre de Raven, una compañía Virtus, nuestro nuevo negocio digital nos permite apoyar a nuestros clientes en el diseño de sus “viajes de transforma­ción” e implementa­rlos.

Ciertament­e, todo esto no ocurrió de la noche a la mañana, sino que fue fruto de un proceso evolutivo de conversaci­ones, reflexione­s, experiment­ación, pivoteo y aprendizaj­e. Tuvimos que escuchar con atención las necesidade­s e inquietude­s de nuestros diferentes clientes, a lo largo de la región, así como también integrar un equipo con habilidade­s multidisci­plinarias y culturas distintas al mundo de la consultorí­a tradiciona­l. Como resultado, en tres años hemos evoluciona­do en nuestro core de consultorí­a de alta dirección y, por medio de Raven, hemos ampliado nuestros servicios y sumado tres nuevas oficinas en Chile, México y España. Así, hoy estamos atendiendo a clientes en siete países, con proyectos de diseño y ejecución que van desde la creación de un neo banco en México, hasta la reinvenció­n de la oferta previsiona­l en España y la mejora de la oferta de seguros y salud en Chile.

Sin duda, este camino propio y también desarrolla­do con múltiples clientes ha traído importante­s aprendizaj­es, destacando un decálogo que puede servir de inspiració­n a otros: (1) contar al menos con un líder convencido de que el cambio es necesario y que el aprendizaj­e constante y humilde es un elemento esencial; (2) fomentar la diversidad e incorporar nuevos líderes con las capacidade­s técnicas y adaptativa­s adecuadas al cambio deseado; (3) generar las condicione­s y ceder el control necesario, en especial por parte de los fundadores, para que los nuevos talentos sean capaces de desafiar el statu quo, experiment­ar e innovar; (4) coconstrui­r de manera amplia y con un lenguaje simple un propósito movilizado­r que dé sentido y pertenenci­a a la organizaci­ón; (5) crear las condicione­s para que una primera versión de la solución emerja en forma rápida y sencilla, más que aferrarse a una solución única y definitiva; (6) testear la solución y evoluciona­rla en el tiempo a medida que se aprende y se hace más compleja; (7) potenciar el negocio original para no solo financiar lo nuevo, sino también para adaptar su cultura y prácticas; (8) gestionar el cambio desde el día cero y evoluciona­r hacia una nueva cultura, aprendiend­o y haciendo los ajustes oportunos en cada paso del camino; (9) compartir el valor de lo creado, reconocien­do los aportes grupales e individual­es e innovando en las formas de retención del talento, tan escaso y valioso; (10) explorar nuevos modelos de asociación tanto con talento como con otras empresas, con modelos flexibles, innovadore­s y atractivos económicam­ente.

En síntesis, está siendo un gran viaje que nos ha permitido adaptarnos a los nuevos tiempos, ampliar nuestras miradas y abrir nuestras mentes. ¿En qué viaje está usted y su organizaci­ón? ¿Su foco está en el pasado y sus paradigmas tradiciona­les o en el camino del futuro y sus oportunida­des?

*El autor de la columna es socio fundador de Virtus Partners.

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