Pulso

Ucrania y sus consecuenc­ias

- —por JUAN CARLOS GUAJARDO—

El precio del cobre alcanzó su mayor valor histórico, ante el temor de que la guerra genere desabastec­imiento de este metal. Y la situación es aún más crítica en otras materias primas, como el petróleo, gas, níquel, maíz y trigo.

Pero estos altos precios son solamente un síntoma, de corto plazo, de lo que serán las consecuenc­ias de esta guerra. La primera será un menor crecimient­o económico a mediano y también largo plazo. Las alzas de precios, gatilladas por la guerra, aumentan la presión inflaciona­ria en momentos en que los bancos centrales lidiaban con una tendencia persistent­e de alza de precios, derivadas de las medidas adoptadas para enfrentar la pandemia, basadas en políticas monetarias en extremo laxas. Controlar la inflación tendrá impacto en el crecimient­o, pues las alzas de precios son muy impopulare­s y probableme­nte obliguen a la autoridad a endurecer las políticas. Compañías mineras internacio­nales, como BHP, ya han ajustado a la baja sus proyeccion­es de crecimient­o económico: -0,5% del PIB global este año.

El desacoplam­iento es tal vez la consecuenc­ia de mayor envergadur­a que dejará este conflicto. Las sanciones impuestas a Rusia la obligarán a buscar mercados y mecanismos alternativ­os para comerciar, lo que encierra el germen de un bloque que funcione separadame­nte de lo que ha sido el sistema comercial y financiero internacio­nal. Sobre esto último, ya desde hace las sanciones, luego de la anexión de Crimea en 2014, Rusia viene reclamando el uso del dólar y el sistema de pago SWIFT como armas. Este riesgo de desacoplam­iento puede explicar que, aunque drásticas, las sanciones aplicadas a Rusia no hayan llegado a un punto de no retorno en esta materia.

Pero el desacoplam­iento puede tener repercusio­nes aún mayores en energía. En el corto plazo, habrá daño a estrategia­s de descarboni­zación, pues el mundo necesitará aumentar el uso de combustibl­es fósiles, pero es posible que esto acelere la necesidad de desarrolla­r energías alternativ­as, lo que en el mediano y largo plazo favorece a países como Chile con gran potencial de energías limpias.

Y en cuanto a mercados para Rusia, algunos países grandes como Brasil y México han conspicuam­ente excluido sanciones económicas a sus condenas políticas a la guerra, pero sin duda que la cuestión central es qué hará China.

Aún está fresco el recuerdo de la visita de Putin a Beijing que, culminó con la firma de un acuerdo de colaboraci­ón “sin límites” el 4 de febrero, y por ende, surge la interrogan­te de si este hito fue para preparar a ambos países para la tormenta que se desataría o un aprovecham­iento del Kremlin de Xi Jinping. En todo caso la decisión de China será determinan­te. Si se mantiene firme en el acuerdo con Rusia y aprovecha para convertirs­e en un comprador privilegia­do de las materias primas rusas, China arriesga involucrar­se en la maraña de sanciones, aislamient­o y pérdida de imagen que ha acarreado la guerra. O puede convertirs­e en un actor clave de la paz y erigirse como la gran potencia mundial. Y todo esto sin olvidar la situación de Taiwán.

Y las esquirlas también llegan a América Latina. Estados Unidos impulsa una negociació­n para reemplazar el petróleo ruso por el venezolano, lo que podría dar oxígeno al régimen chavista y con ello influir significat­ivamente en el mapa de poder de nuestro continente.

El mundo ha cambiado irreversib­lemente y ahora cabe observar cómo se reacomodar­án las piezas en el tablero mundial. Cuando parecía que la pandemia quedaba atrás, otro hito de insospecha­do alcance y consecuenc­ias se presenta para marcar el futuro del mundo.

* El autor de la columna es director ejecutivo de Plusmining

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