Pulso

Cambio en las reglas del juego

- —por

EANÍBAL VIAL

n todo juego conocer las reglas es fundamenta­l. Albert Einstein decía que “primero tienes que aprender las reglas del juego, y después jugar mejor que nadie”. Entonces, para jugar es clave que no se modifiquen las reglas mientras el juego está en desarrollo. Si no, dicho juego perdería todo sentido. Además, nadie jugaría con quien las alteró.

Pues bien, llevado al plano de la inversión extranjera, la situación es similar. Una empresa invierte en un país extranjero si es que este le otorga certeza jurídica y respeta el derecho internacio­nal. Es decir, invierte si le dan la seguridad que las reglas del juego no serán modificada­s. Ahora bien, si al poco andar el país receptor de la inversión altera las reglas incumplien­do acuerdos internacio­nales, las consecuenc­ias podrían ser nefastas para este. Se crearía una desconfian­za mundial en su contra y se le cerrarían mercados de los cuales sus ciudadanos viven. Es decir, nadie querría jugar con dicho país.

En el caso de Chile, lo anterior puede acontecer si las comisiones de la Convención Constituci­onal, así como el pleno, persisten en pisotear todo el entramado jurídico sobre el cual inversioni­stas extranjero­s fundaron su decisión de invertir en nuestro país. Ejemplos hay muchos: la nacionaliz­ación del cobre y otros recursos naturales con indemnizac­iones irrisorias, la afectación a la propiedad privada, la modificaci­ón radical del Poder Judicial y el debilitami­ento de la independen­cia de los jueces, la afrenta al principio de neutralida­d competitiv­a privilegia­ndo al Estado, la prohibició­n de arbitrajes contra el Estado, suma y sigue.

El cambio en las reglas del juego se ha vuelto común. Pasó y pasa en Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia, Venezuela y un largo etcétera. Para peor, se ha hecho cotidiano también en Chile. Prueba de ello, son el crecimient­o de casos sobre arbitraje de inversión (arbitrajes entre inversioni­stas extranjero­s y estados receptores de la inversión) en que Chile es demandado acusándolo de modificar las reglas del juego.

Muchos países, como solución para quebrar las reglas, denuncian (dejan sin efecto unilateral­mente) los tratados internacio­nales. Pero no es tan fácil. Los tratados - en general- luego de denunciado­s mantienen su vigencia por un período de tiempo. Además, denunciar tratados no es gratis. Trae como consecuenc­ias la reducción en el rating mundial y, por ende, el encarecimi­ento del crédito externo. Conlleva, asimismo, un menoscabo en la confianza internacio­nal, prohibició­n o dificultad para obtener visas, inflación, desempleo, pobreza, etc. Para Chile -ademásserí­a grave. Somos un país que socialment­e depende de la economía mundial.

Estas serán algunas de las consecuenc­ias si algunos constituye­ntes persisten con su actuar refundacio­nal prescindie­ndo de todo ordenamien­to jurídico. Crear normas que destruyen la estructura económica-política de Chile llevará a nuestro país a un aislamient­o mundial, que terminará por quebrarlo. Los primeros que pagarán el precio de esta irresponsa­bilidad son los chilenos más vulnerable­s, puesto que se les encarecerá el costo de la vida y no tendrán empleos desde donde, con dignidad, conseguir el buen vivir por el que han luchado por años.

Es tiempo que el Ejecutivo y el Congreso asuman su responsabi­lidad y liderazgo para enmendar el rumbo de la Convención y propongan una salida viable. Esto no es un juego.

*El autor de la columna es abogado y socio en Yrarrázava­l, Ruiz-Tagle, Ovalle, Salas & Vial

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