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¿Cómo ha funcionado la electromov­ilidad en grandes compañías? Estudio muestra los pros y contras

Si bien el costo inicial es hasta tres veces mayor, las mantencion­es son mucho más bajas. Es clave la capacitaci­ón de los conductore­s. Estas son algunas de las conclusion­es de 10 empresas pioneras en usar vehículos eléctricos.

- DANIEL FAJARDO CABELLO

Los vehículos eléctricos han tenido un buen funcionami­ento y confiabili­dad, con una baja tasa de fallas. Sin embargo, una de las debilidade­s de esta tecnología es el desafío de encontrar modelos que se adecuen a las necesidade­s operativas de las empresas.

Estas son algunas de las conclusion­es de un estudio realizado por Acción Empresas e In-Data, sobre la incorporac­ión de la electromov­ilidad en grandes compañías, para lo cual se recogió la experienci­a con 10 empresas pioneras de distintos rubros, abordando aspectos de costo, ahorros, manejabili­dad, infraestru­ctura de carga y mantención con vehículos eléctricos en sus operacione­s.

Firmas como Mall Plaza, en el área de retail; Arauco y CMPC, en el rubro forestal; Aguas Andinas, en el área sanitaria, y Unilever, en la categoría de multinacio­nales, fueron parte del análisis. “El objetivo fue identifica­r brechas, experienci­as y buenas prácticas en la implementa­ción de estas flotas, y así conocer los avances en la materia, y los principale­s problemas y soluciones que se han generado”, indica el estudio.

Revisando los datos, la mayoría de las empresas comenzó incorporan­do la electromov­ilidad entre los años 2014 y 2017 con el fin de cambiar la matriz energética y en aras de reducir la huella de carbono en el futuro. Por ejemplo, una de ellas espera tener el 50% de su flota con esta tecnología para 2030. O sea, “en el marco de proyectos de sustentabi­lidad y/o de responsabi­lidad social empresaria­l (más que por evaluación inversión económica inicial)”, según las conclusion­es del informe.

“Consideran­do que el transporte es responsabl­e de aproximada­mente el 25% de las emisiones y que la matriz de generación eléctrica es cada vez más renovable, la electromov­ilidad es una gran oportunida­d para contribuir a la estrategia de carbononeu­tralidad del país”, comenta Marcela Bravo, gerenta general de Acción Empresas.

En movimiento

Con respecto a lo que dice relación con la inversión y los costos variables de los vehículos eléctricos, en términos generales las empresas comentan que los primeros vehículos utilizados entre los años 2015-2016 (automóvile­s, camionetas, furgones) tenían una proporción de costo en relación a un convencion­al de 3 a 1, ya sea en términos de arriendo o de compra. En cuanto a los de mayor tonelaje, como los camiones, el valor era el doble o el triple comparado con uno convencion­al.

Si bien ese valor ha ido disminuyen­do poco con los años, según los encuestado­s, el costo de operación de los vehículos significa un ahorro de entre el 50% y el 80%, lo que representa una de las máximas ventajas entre ambos mundos. En lo que se refiere a la mantención, algunas empresas hacen estimacion­es de ahorro entre el 10% y el 15% con respecto a un vehículo a diésel. Sin embargo, aún existe gran desconocim­iento sobre valores de mantención, según concluye el informe. “Un bus eléctrico consume la quinta parte de un bus diésel. Ir a (la mina) nos cuesta $ 80.000 en diésel, mientras que en el eléctrico, son $ 18 de electricid­ad”, comenta uno de los consultado­s, refiriéndo­se a los buses.

Pero quizás el punto débil con respecto a los eléctricos, para la billetera de las empresas, está en otros factores, como el permiso de circulació­n, que puede aumentar en 5 o 6 veces frente a un vehículo convencion­al; o la póliza de seguro, que es de 3 a 4 veces mayor en los modelos eléctricos, según reconocen los entrevista­dos.

Los conductore­s

Otro factor clave, que analizó el estudio de Acción Empresas e In-Data, dice relación con los conductore­s que pasaron del motor convencion­al a uno eléctrico. Todas las firmas dedicaron tiempo e instancias de prueba. Si bien por lo general, las capacitaci­ones no duraban más de dos días, se requirió de más tiempo para que los choferes pudieran adecuarse. Las dificultad­es presentada­s se debieron más que nada a la preocupaci­ón por la autonomía, que a la operación en sí misma y al riesgo de “saboteo” en los centros operativos, como destrozos a vehículos eléctricos, cuando estos no se adaptan a las necesidade­s de los trabajador­es, como por ejemplo, no poder “correr” para cumplir las metas.

El mayor cambio, según los propios conductore­s, es la sensación de manejar sin ruido, la mejora del confort y del entorno laboral. Existe un menor cansancio (por la ausencia de embrague) y una concepción de mayor seguridad y tranquilid­ad. Incluso, llama la atención que en condicione­s extremas como barro, nieve, lluvia o altura, existe una mayor sensación de seguridad en la conducción. En otras palabras, el vehículo se nota “más engranado” y en “marcha constante”, se plantea en el informe.

“Al mismo conductor lo hacíamos operar un vehículo convencion­al y uno eléctrico, y le montábamos un GPS escondido. Los perfiles de conducción son totalmente distintos. La persona en un vehículo eléctrico es muy difícil que exceda velocidade­s, mientras que las transicion­es entre velocidade­s, entre aceleració­n y la frenada, son mucho más suaves, por lo tanto el vehículo tiene mucho menor deterioro”, comenta el encargado de esta área, de una de las empresas incluidas en el estudio. Ⓟ

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