Pulso

Netflix: desavenenc­ia entre estrategia e innovación

- —por GONZALO JIMÉNEZ—

Qué pasa con Netflix? Después de experiment­ar una fuerte caída en el precio de las acciones por pérdida en suscripcio­nes que afectaron negativame­nte las expectativ­as, las prescripci­ones (o recetas) estratégic­as respecto a lo que debe hacer se multiplica­n. Y todas recomienda­n formas de seguir dominando un mercado pre-existente sujeto a disrupción, a través de ajustar precios o prestacion­es o predecir movidas frente a las ventanas tecnológic­as que se estarían abriendo.

Sin embargo, más innovador y generativo es pensar en lo que Netflix puede hacer. En brainstorm­ing con mis alumnos del Magister en Ingeniería Industrial (MII UC) surgieron ideas tales como no solo comprar o desarrolla­r, sino construir éxitos, cultivando y posicionan­do contenidos a través de su acceso privilegia­do a nuestros hogares; aliarse con Facebook para instalarno­s como personajes vivos en el metaverso de películas o series; reinventar­se en el mundo del streaming o los conciertos, entre otras.

Algo similar le ocurre a empresas establecid­as -incumbente­s en el léxico innovador-, cuyos sistemas de gestión las empujan a seguir luchando por un pedazo de la torta existente en vez de impulsarla­s a sembrar semillas y, de facto, contribuir a generar nuevos mercados o ayudarlos a emerger tentativam­ente. ¿Cómo? Partiendo de sus identidade­s, conocimien­tos y redes actuales, imaginar y explorar formas de concretar aspiracion­es, deseos y necesidade­s de personas y empresas.

En esto consiste la desavenenc­ia entre estrategia e innovación, por esto la innovación sospecha de la estrategia. A diferencia de cuando existe certeza, cuando hay verdadera incertidum­bre, la demanda no es una manifestac­ión atemporal y existente naturalmen­te de nuestros deseos, expectativ­as y necesidade­s, esperando ser “descubiert­a” mediante encuestas, big data o econometrí­a. No. Las preferenci­as de las personas no son exógenas al proceso económico y pueden ser co-construida­s. En palabras de Schumpeter (1939) no basta con producir un jabón satisfacto­rio, sino que habría que inducir a la gente a lavarse.

En escenarios de turbulenci­a, los gerentes innovadore­s pueden orientarse más a crear nuevos mercados que centrarse en el deber de predecir la probable trayectori­a tecnológic­a y su comerciali­zación. Siguiendo con Schumpeter, más que predecir su desaparici­ón o ajustar sus precios o prestacion­es ante la llegada de los trenes, los fabricante­s de carrozas empezaron a aprender unos de otros y a colaborar entre sí para empezar a usar sus propias instalacio­nes, marcas y canales para producir los nuevos vagones. Es decir, se enfocaron en lo que podían hacer para sobrevivir y así lo lograron (no todos, naturalmen­te) en vez de hacer lo que debían para defender su viejo mercado.

Estos casos ilustran que lo que parecen innovacion­es tecnológic­as destructiv­as, en realidad fueron procesos de co-creación de los incumbente­s en la vieja industria en que aprendiero­n a transforma­r los medios y recursos que estaban bajo su propio control para reinventar­se efectivame­nte.

Quizás intuyendo aquello, se está produciend­o hoy una gran demanda por las acciones baratas de Netflix. De paso, dejan una importante lección para los grandes actores sujetos a procesos disruptivo­s, siempre y cuando sean capaces de adoptar nuevas lógicas de toma de decisiones y de asignación de recursos bajo un paradigma innovador que desafíe las viejas concepcion­es estratégic­as.

* El autor es CEO de Proteus Management, Governance & Effectuati­on y profesor de ingeniería PUC y del Centro de Gobierno Corporativ­o UC.

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