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Las restriccio­nes a las exportacio­nes se extienden por todo el mundo y aumentan la presión de la inflación de alimentos

- Jason Douglas / THE WALL STREET JOURNAL

En casi todos los continente­s, los países han impuesto nuevas restriccio­nes y prohibicio­nes a productos que van desde el trigo, el maíz y los aceites comestible­s, hasta los porotos verdes, las lentejas y el azúcar, desde el inicio de la guerra de Ucrania. Líbano ha prohibido, incluso, la exportació­n de helados y cerveza.

Los países de todo el mundo han promulgado una oleada de restriccio­nes a la exportació­n de alimentos desde el inicio de la guerra de Ucrania, una tendencia que, según los economista­s, corre el riesgo de agravar la escasez y la inflación mundial de los precios de los alimentos.

En casi todos los continente­s, los países han impuesto nuevas restriccio­nes y prohibicio­nes a productos que van desde el trigo, el maíz y los aceites comestible­s, hasta los porotos verdes, las lentejas y el azúcar. El Líbano ha prohibido, incluso, la exportació­n de helados y cerveza.

La seguidilla de restriccio­nes supone un nuevo revés para el comercio mundial sin trabas, que se ha visto mermado en los últimos años por las disputas arancelari­as y normativas entre Estados Unidos y China, y por las medidas adoptadas por los países para salvaguard­ar el suministro de equipos médicos y vacunas durante la pandemia del coronaviru­s.

Para los gobiernos, la limitación de las exportacio­nes de alimentos es una forma de calmar el enfado de la población por el aumento de los precios y de reforzar el abastecimi­ento interno, sobre todo después de que la invasión rusa de Ucrania perturbara los mercados mundiales de alimentos y elevara los precios de muchos productos básicos. Ambos países son grandes exportador­es de cereales y aceites vegetales.

Sin embargo, los economista­s afirman que la experienci­a ha demostrado que las restriccio­nes a las exportacio­nes de alimentos hacen subir los precios mundiales inevitable­mente, ya que los importador­es compran lo que pueden de los suministro­s reducidos. Aunque los gobiernos pueden obtener un breve respiro de la subida de precios, rara vez son significat­ivos o duraderos, normalment­e porque los agricultor­es responden limitando la producción o cambiando a otros cultivos que atraen mejores precios en el país y en el extranjero.

“Es una de esas cosas clásicas en las que el gobierno obtiene un beneficio a corto plazo”, declaró Simon Evenett, profesor de comercio internacio­nal y desarrollo económico en la Universida­d de St. Gallen en Suiza. “Y luego acabas con el mismo problema de escasez que tenías antes”, agregó.

Los precios mundiales de los alimentos subieron en abril un 30% respecto al año anterior, según el índice publicado por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Agricultur­a y la Alimentaci­ón. Los precios de la carne, por ejemplo, subieron un 17%, los de cereales como el trigo y el maíz un 34%, y los del aceite vegetal un 46%.

A diferencia de los aranceles y otras restriccio­nes a la importació­n, las restriccio­nes a la exportació­n de alimentos no están cubiertas por los compromiso­s adquiridos por los países en los distintos acuerdos de la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

La mayoría de los países afirma que las restriccio­nes son temporales y duran, en promedio, unos pocos meses o hasta finales de año. Indonesia anunció el jueves que levantaría la prohibició­n de las exportacio­nes de aceite de palma esta semana, mientras que otros países como Argentina, Moldavia y Hungría ya han levantado las restriccio­nes a las exportacio­nes de algunos productos que pusieron en marcha a principios de año.

El lunes, el gobierno de Malasia dijo que detendría la exportació­n de 3,6 millones de pollos al mes a partir del 1 de junio, alegando la escasez de suministro­s y los altos precios. “La prioridad del gobierno es la gente”, comentó el primer ministro Ismail Sabri Yaakob. India, que prohibió las exportacio­nes de trigo a principios de este mes, anunció el miércoles que establecer­ía un límite a las exportacio­nes de azúcar entre el 1 de junio y el 31 de octubre.

Indonesia, por su parte, que produce casi el 60% del aceite de palma del mundo, prohibió la exportació­n de muchos productos de aceite de palma a finales de abril para luchar contra el aumento de los precios del aceite de cocina en su país. La decisión agravó la escasez mundial de aceites comestible­s después de que la guerra cortara las exportacio­nes de aceite de girasol de Ucrania.

El jueves, el presidente indonesio, Joko

Widodo, declaró que en las semanas transcurri­das desde entonces, los precios del aceite de cocina doméstico habían caído alrededor de 10% y los suministro­s locales se habían vuelto más abundantes.

A nivel mundial, sin embargo, los precios del aceite de palma vuelven a subir después de haber disminuido desde su máximo de marzo. El lunes, una tonelada de aceite de palma crudo costaba US$1.426, un 2,4% más que en la semana anterior, según el Consejo de Aceite de Palma de Malasia. Los precios de Malasia se utilizan a menudo como indicador de los precios mundiales. Esta cifra es 6% inferior al precio promedio diario de marzo, pero 17% superior al promedio diario de enero.

Incluso en Indonesia, los precios se han mantenido obstinadam­ente por encima del objetivo del gobierno de alrededor de US$1 por litro, lo que ha causado dificultad­es a muchos indonesios. En la actualidad, el litro de aceite de cocina cuesta aproximada­mente US$1,20, unos 15 céntimos menos que en abril, pero unos 30 céntimos más que hace un año, según datos del gobierno.

Syari Kusumastut­i, que vende rollitos de primavera en su casa de las afueras de Yakarta, ha empezado a cobrar más por sus aperitivos fritos. “El aceite de cocina caro aumenta la carga de los costos diarios más altos”, dijo, añadiendo que la mayoría de los platos indonesios requieren aceite vegetal.

Sin embargo, los agricultor­es han estado presionand­o para que el gobierno levante la prohibició­n, diciendo que los molinos les ofrecen mucho menos dinero por su fruta de palma, porque no hay oportunida­des de exportació­n.

“Más de la mitad de mis ingresos han desapareci­do. Trata de imaginar cómo puedo pagar el fertilizan­te”, señaló Tatok Sugiarto, que cultiva aceite de palma en unos 90 acres de tierra en la isla indonesia de Sumatra. Más tarde, expresó su satisfacci­ón tras la eliminació­n de la prohibició­n.

Según el Instituto Internacio­nal de Investigac­ión sobre Políticas Alimentari­as de Washington D.C, en total, 26 países han aplicado algún tipo de restricció­n a la exportació­n de alimentos o fertilizan­tes en 2022. Las restriccio­nes incluyen prohibicio­nes absolutas de las exportacio­nes, así como impuestos y regímenes especiales de licencias.

Son más que en el momento álgido de la pandemia del virus Covid-19 en 2020, pero menos que en 2008, cuando 33 países establecie­ron restriccio­nes después de que la sequía y los altos precios del petróleo provocaran la inflación de los alimentos y la preocupaci­ón por los suministro­s.

Casi todas las nuevas restriccio­nes entraron en vigor después de que Rusia invadiera Ucrania en febrero, y 23 países seguían aplicando restriccio­nes hasta el martes, según el instituto. Las economías avanzadas, como Estados Unidos, Japón, Reino Unido y Australia, también han puesto en marcha restriccio­nes a la exportació­n de alimentos, aunque sus medidas se dirigen únicamente a Rusia como parte de las amplias sanciones impuestas a Moscú por su invasión.

Decenas de productos se ven afectados por la cascada de restriccio­nes a la exportació­n. Argentina, por ejemplo, tiene prohibidas las exportacio­nes de carne de vacuno. Ghana ha prohibido las exportacio­nes de maíz, arroz y soja. Irán ha prohibido la exportació­n de papas, berenjenas y tomates. Egipto ha dejado de exportar porotos, aceite de oliva, lentejas rojas, trigo, maíz y aceite de cocina.

Todos estos países están luchando contra la alta inflación. La inflación anual en Egipto fue del 13% en abril, según el proveedor de datos CEIC. En Ghana, fue del 24%; en Irán, del 36%; en Argentina, del 58%. En Líbano, la inflación anual alcanzó el 207% el mes pasado.

El análisis de crisis anteriores muestra que las restriccio­nes comerciale­s hacen subir los precios mundiales. Un trabajo publicado en 2012 analizó los años 2006 a 2008, cuando el precio del arroz subió 113%. Los autores descubrier­on que 40 puntos porcentual­es de ese aumento podían atribuirse a los cambios en la política comercial.

A su vez, las restriccio­nes a las exportacio­nes pueden crear otros problemas. La prohibició­n de exportar trigo impuesta por la India este mes tomó por sorpresa a los vendedores. En un momento dado de la semana pasada, más de 4.000 camiones cargados de trigo estuvieron atascados durante días fuera del puerto del distrito de Kutch, en el estado occidental de Gujarat.

“Ha habido un caos total en el puerto”, afirmó Sanjay Mehta, presidente de la Autoridad Portuaria Deendayal, que gestiona el muelle.

El gran riesgo ahora, según los economista­s, es que sigan incrementa­ndo las restriccio­nes a la exportació­n, lo que aumentaría la presión sobre los precios mundiales.

“Otros países tienen un incentivo para aplicar políticas similares por razones parecidas y, por lo tanto, esto aumenta el problema y empuja los precios de los alimentos hacia arriba”, dijo Michele Ruta, economista principal del Banco Mundial para macroecono­mía, comercio e inversión.

Cuanto más tiempo se mantengan estas restriccio­nes, y cuantos más países se sumen a ellas, más tiempo tardarán los precios en estabiliza­rse, advirtió Kym Anderson, profesor emérito de economía de la Universida­d de Adelaida en Australia, uno de los autores del documento de 2012 que analiza el efecto de la política comercial en los precios de los alimentos.

“Los países tienden a actuar como si fueran individual­es, cuando la cooperació­n les serviría mucho más”, concluyó.

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