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Nueva Constituci­ón y la trampa del ingreso medio

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La “trampa del ingreso medio” refiere a países que, luego de una senda de crecimient­o, se estancan y no logran cruzar al desarrollo. Formalment­e, Chile salió de esa zona en 2011. Sin duda un logro notable. ¿Significa que zafamos de la trampa? Nada de eso. Desde entonces nuestra capacidad de crecer se ha resentido y la productivi­dad está estancada. Nuestra dificultad para acordar reformas estructura­les en lo económico y social y lograr un consenso sobre la importanci­a del crecimient­o, nos ha pasado la cuenta. Ello, al alero de un sistema político disfuncion­al en su capacidad de forjar esos acuerdos de largo plazo. El proceso constituye­nte era una oportunida­d para abordar esta falla y generar unidad y miradas compartida­s. Sin embargo, en mi opinión, su propuesta no solo no corrige el problema central, sino que lo profundiza.

En un excelente libro, Alejandro Foxley (*) identifica cuatro elementos comunes a países que se quedan en la trampa: i) falta de consenso sobre el crecimient­o e incapacida­d de mejoras continuas en competitiv­idad y productivi­dad; ii) baja calidad de la educación y conocimien­tos; iii) inadecuada red de protección social y iv) un sistema político de baja calidad y una institucio­nalidad sin adecuadas certezas.

Soy de los que creen que, en buena parte, estos problemas se subsumen en el cuarto punto: la calidad del sistema político y la gobernabil­idad subsecuent­e. ¿Por qué? Porque de aquí pende la posibilida­d de buenas políticas públicas en las restantes áreas.

Aumentar la productivi­dad, la inversión, la innovación y, en definitiva, el crecimient­o de largo plazo, es contingent­e a la capacidad del sistema político de generar acuerdos en aras de buenas reformas para ello. Otro tanto ocurre en el plano social o en la necesidad de reformar el Estado. Reformas estructura­les aquí solo son posibles con grandes acuerdos. Urge tenerlos: sin una red de seguridad social robusta, que ecualice realmente la cancha de las oportunida­des, el salto al desarrollo será esquivo. Pero a su vez, sin desarrollo, sin crecimient­o, no se puede financiar esa red de seguridad exigente. Ambas se necesitan y, a su vez, necesitan un sistema político pro acuerdos.

En educación escolar, bien sabemos cuán al debe estamos. Las competenci­as de un chileno promedio con educación superior son apenas mayores que las de un neozelandé­s con educación primaria. Nuestra educación terciaria apenas corrige lo que la escuela no hizo. ¿Saltar al desarrollo así? Imposible. Una reforma estructura­l a la educación pública -estatal y particular subvencion­ada- es fundamenta­l. Una que ponga a los niños, la calidad y el pensamient­o crítico al centro. Ello supone recursos y un acuerdo político amplio que hoy no se ve. Discutimos mucho de gratuidad universita­ria y ahora de condonar el CAE, pero poco de una verdadera revolución en la educación escolar.

En estos y otros planos que requieren mirada de futuro, nuestro sistema político falla. Falla porque sus actuales reglas privilegia­n el cortoplaci­smo y no promueven la cooperació­n y coordinaci­ón entre actores políticos, condición necesaria para los acuerdos y única forma de construir reformas de fondo. La fragmentac­ión política, producto de un sistema electoral excesivame­nte proporcion­al que dialoga mal con un régimen presidenci­al, es parte importante del problema. A ello se suma la ausencia de reglas que promuevan la disciplina intraparti­dos, evitando así el caudillism­o y el discolaje, males que asoman en todos los sectores.

Para la Convención Constituci­onal este nudo central parece haber sido anatema. El sistema político propuesto no corrige los problemas del actual. Por el contrario, aumenta la fragmentac­ión política y debilita importante­s pesos y contrapeso­s para esos necesarios acuerdos y para la gobernabil­idad. La gobernabil­idad también se dificulta con autonomías territoria­les -administra­tiva y financiera- que harán más difícil la coordinaci­ón y colaboraci­ón con las políticas generales de los gobiernos, amén de levantar dudas sobre la disciplina fiscal.

En mi opinión, de aprobarse el texto constituci­onal, asistiremo­s a una mayor fragmentac­ión política, problema clave que ya tenemos hoy. Ello hará aún más compleja la gobernabil­idad y los necesarios acuerdos para las reformas que Chile necesita para consolidar un desarrollo inclusivo. El sistema político será más trabado y no más dócil. Y por lo mismo, el deambular en la mediocrida­d de la trampa del ingreso medio arriesga a ser la constante. ¿Estaremos obligados a hacer del conformism­o la regla?.

Cieplan, 2012

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