Pulso

Para corregir, ¿qué es mejor?

- Óscar Guillermo Garretón Economista

En las encuestas que reflejan resultados estrechos en el plebiscito de salida, aparece otra gran verdad: una mayoría significat­iva de la opinión pública juzga que el trabajo de la Convención Constituci­onal ha sido malo. La integran ese más o menos 50% que anuncia votará Rechazo; más una considerab­le parte de los que dicen votar Apruebo, pero para cambiar después la Constituci­ón; más los indecisos, que obviamente provienen de ese 80% que votó Apruebo en el plebiscito de entrada, pero que les desagrada el trabajo de la Convención.

Solo el núcleo más duro de los convencion­ales –PC, parte del FA, escaños reservados e independie­ntes antisistem­a–, los mismos que rechazaron concurrir al acuerdo del 15 de noviembre de 2019, se empecinan en hacer lo imposible por bloquear todo cambio posterior al texto. Son los grandes adversario­s de esa mayoría que considera malo el trabajo de la Convención y que busca un futuro con una buena Constituci­ón. Porfiaron por imponer quórums de 2/3 más referéndum de salida para cualquier cambio al texto (condicione­s más difíciles que las puestas por Pinochet a su Constituci­ón de 1980), pero aunque ahora suavizaron sus bloqueos, para las cláusulas más sustantiva­s -sistema político, estado regional con sus autonomías, derechos fundamenta­les, naturaleza y medio ambiente, normas transitori­as y, obviamente, reforma y reemplazo de la Constituci­ón– aceptaron bajar a un quorum de 4/7, pero con referéndum de salida, salvo… ¡que alcancen los 2/3! Confiesan desconfiar de la “lealtad” del actual Congreso y proclaman que “no hay terceras vías”. Tampoco aceptan que haya correccion­es importante­s al texto de la Convención. O sea, advierten que se opondrán tenazmente a cualquier intento de corregirlo o cambiarlo.

El problema es que la mayoría está o por “aprobar para corregir” o “rechazar para corregir”. Corregir es clamor de una mayoría.

Así las cosas, los senadores Rincón, Walker y Araya presentaro­n un proyecto de reforma constituci­onal que deja el quórum en 4/7, eliminando otras trabas, y la derecha se allanó a apoyarlo, aceptando sumarse a corregir. Esto facilita modificaci­ones post plebiscito si gana el Rechazo. Si ganara el Apruebo, entra a regir la Constituci­ón de la Convención con sus más severas restriccio­nes.

Entonces, si de corregir se trata, ¿cuál es el sentido de aprobar, cuando sus socios del Apruebo duro les advierten que se opondrán a todo cambio e imponen cláusulas más restrictiv­as que aquellas de los tres senadores? ¿O piensan hacer luego mayoría contra ellos, aliándose en acuerdo nacional con los que voten Rechazo? ¿O ese “Apruebo para corregir” es mera ilusión o falta de conviccion­es, que hace preferir defraudar a la mayoría que quiere una buena Constituci­ón, antes que enojar a los partidario­s del Apruebo inmutable? Va llegando el tiempo de respondérs­elo.

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