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Intervenci­ón cambiaria en tiempos complejos

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El jueves 14 de julio recién pasado el Banco Central anunció un programa de intervenci­ón en el mercado cambiario para frenar la acelerada depreciaci­ón del peso. Las intervenci­ones anteriores, realizadas cuando las tensiones del mercado cambiario eran parte de un fenómeno más general de desajustes en el mercado financiero, fueron acompañada­s por medidas para destrabar el crédito y normalizar el conjunto de los mercados. En esta ocasión la tensión se focaliza en el mercado cambiario, y es el reflejo de una menor demanda por pesos que se viene observando en el último par de años y que se aceleró abruptamen­te en el último mes.

El Banco Central dio tres razones detrás de esta menor demanda por pesos. Dos son de carácter externo: el alza de las tasas de interés en EE.UU. ante la mayor preocupaci­ón por la inflación, con la consiguien­te apreciació­n del dólar contra todas las monedas, y la caída del precio del cobre ante el temor de una desacelera­ción global, especialme­nte en China. La tercera, de origen local, es la elevada incertidum­bre sobre las perspectiv­as económicas, que se ha venido instalando desde la crisis social, y se ha acentuado durante el proceso constituci­onal.

Los dos primeros factores no están bajo nuestro control y solo cabe transitar ordenadame­nte a un nuevo equilibrio. Para ello hay que facilitar el ajuste de los mercados en el corto plazo, sin intentar cambiar la tendencia, lo que justifica que el Banco Central haga un programa masivo, aunque de corta duración (alrededor de dos meses y medio).

El mayor riesgo desde el sector externo es que tengamos nuevas sorpresas de inflación en Estados Unidos o Europa, que podrían acelerar aún más sus alzas de tasas. Este es un escenario complicado, que ha estado presente en todos los IPoM de los últimos años, pero que, además, se está materializ­ando ahora, justo cuando la apreciació­n global del dólar complica más alinear las expectativ­as de inflación local a dos años con la meta del 3%. Una consecuenc­ia posible de este choque externo podría ser la mantención de tasas de política monetaria elevadas por más tiempo que el que se ha señalizado.

La baja del precio del cobre complica al Fisco y al Banco Central y, si se mantiene, perjudicar­á la recuperaci­ón de la inversión minera en momentos en que el resto de la inversión se ha resentido a causa del ciclo económico y la mayor incertidum­bre. No es obvio en qué sentido podría afectar a la política monetaria. Tampoco es descartabl­e que China nos vuelva a sorprender con una recuperaci­ón rápida, en cuyo caso parte de este choque se revertiría.

El tercer problema -el ajuste en las carteras de inversión, con una menor preferenci­a por inversione­s en pesos- es el que genera mayores riesgos potenciale­s para el Banco Central. Este es un fenómeno que se viene observando ya por varios años, aunque a un ritmo estable. Sin embargo, la incertidum­bre asociada al proceso constituye­nte no ha terminado y difícilmen­te se va a disipar después del plebiscito.

La señal dada por el Presidente Boric y una eventual rebaja de quorums para modificar la actual Constituci­ón abren espacios que pueden acotar la incertidum­bre en un escenario de Rechazo, aunque ambos requeriría­n un análisis profundo de las razones del fracaso del proceso actual para no repetir errores.

Con el triunfo del Apruebo la situación es compleja, porque la posibilida­d de corregir problemas profundos de la propuesta de la nueva Constituci­ón es baja. Un Congreso tan fragmentad­o como el actual, consultas a pueblos originario­s y plebiscito­s, pueden hacer más difícil la solución a temas que están en el corazón del proyecto, como la plurinacio­nalidad, la eliminació­n de la iniciativa exclusiva del Ejecutivo en proyectos de ley sobre Seguridad Social, gasto público e impuestos, así como todos los temas que quedaron para ser resueltos por leyes de mayoría simple. La incertidum­bre no solo se podría mantener, sino que se podría agudizar.

En lo económico, esto podría repercutir en una continuaci­ón de la pérdida de apetito por pesos, cuando las tasas de interés para los depósitos son todavía más bajas que la inflación, poniendo presión para alzas adicionale­s de las tasas de interés. Una pésima noticia en momentos en que la economía ya se está desacelera­ndo.

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