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Cuenta corriente: Nos pasamos varios pueblos

- —por JAVIER VEGA— - Economista. *

La entrega de las Cuentas Nacionales trajo nueva evidencia sobre el comportami­ento excesivo del gasto. Era un hecho que los descomunal­es retiros de las AFP y las abultadas transferen­cias fiscales de mediados de 2021, cuando ya las cuarentena­s iban quedando atrás y lo prioritari­o era apuntalar la inversión y el empleo, iban a traer secuelas económicas. Pero el real impacto recién lo estamos percibiend­o ahora.

La cuenta corriente de un país refleja todas las transaccio­nes de bienes y servicios que una economía realiza con el resto del mundo. Si la cuenta corriente es deficitari­a implica que está gastando más de lo que produce y que requiere de ahorro externo para financiar su gasto. En nuestro caso al segundo trimestre de este año el déficit en cuenta corriente acumulado en un año llegó al 8,5% del PIB, su mayor valor desde mediados de 1980, cuando veníamos saliendo de una gran crisis económica.

Este déficit refleja bien la borrachera económica de 2021. El fuerte ajuste del ahorro nacional, que en el segundo trimestre alcanzó al 18,2% del PIB, su nivel más bajo desde 1987, estuvo explicada por el vaciamient­o de los fondos previsiona­les y por el progresivo aumento de gasto fiscal en el último tiempo. No hay que olvidar que en 2022 completare­mos la penosa marca de una década completa de déficits efectivos en el plano fiscal, lo que revela que el ahorro público hace tiempo dejó de ser una prioridad y ahora más encima erosionamo­s el ahorro privado con los retiros de las AFP.

El desbalance de la cuenta corriente es insostenib­le. En otras palabras, se requiere un fuerte ajuste en el gasto interno para no exponer al país a ser considerad­o riesgoso, lo que en el camino implica una depreciaci­ón cambiaria significat­iva o con tasas de interés mucho más altas. Parte de estos efectos ya los hemos ido viendo en las últimas semanas.

Es decir, es sano que el consumo se desacelere y el gasto público se contraiga, aunque en el corto plazo estas correccion­es impliquen efectos directos sobre la actividad económica. En paralelo hay que crear mecanismos para reactivar la inversión, pilar fundamenta­l para asegurar mayores niveles de crecimient­o en el futuro. Es difícil lograr lo anterior en medio de un ambiente de alta incertidum­bre y proyectos de ley -o anuncios de ellos- que un día tras otro buscan introducir transforma­ciones estructura­les en variables claves para la inversión, como los ámbitos tributario­s y laborales.

Pero quizás lo más relevante hacia el futuro es sacar lecciones sobre los efectos económicos que el exceso de gasto generó luego de la pandemia. En la próxima crisis económica se multiplica­rán las voces exigiendo más ayudas fiscales, más retiros y más asistencia­lismo. El fuerte aumento del déficit en cuenta corriente es un recordator­io que los países no pueden gastar permanente­mente mucho más de lo que producen. Y que si nos pasamos varios pueblos en el gasto, los efectos colaterale­s los terminarem­os sintiendo tarde o temprano.

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