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Ley de finanzas abiertas: más y mejor mercado financiero

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El siglo 21 es el siglo de los datos. Como nunca, la tecnología permite procesar inmensas cantidades de datos a bajo costo. Esto disminuye los costos informacio­nales y de transacció­n. Y, con ello, desafía a una serie de institucio­nes tradiciona­les cuya existencia y servicios respondían a su capacidad de reducir esos costos con la tecnología existente. Uno de los sectores dónde esta transforma­ción es más evidente es el financiero. Ello al alero de una lógica de finanzas abiertas que facilita la irrupción de nuevos actores y mejores soluciones financiera­s para las personas. Chile necesita avanzar en esta dirección. Por eso es fundamenta­l aprobar la iniciativa de finanzas abiertas que hoy se discute en el Congreso (“Ley fintech”). Retrasar o bloquear este cambio sería a costa de las personas, del desarrollo financiero y del crecimient­o económico.

Las finanzas abiertas reposan en la idea que los datos transaccio­nales que usted genera son suyos y no de las institucio­nes financiera­s que los albergan. Esta inversión de la lógica tradiciona­l sobre la propiedad de los datos tiene importante­s implicanci­as. Y es que las transaccio­nes financiera­s de empresas o personas, sus inversione­s, solicitude­s de crédito o los seguros que contrata, por nombrar solo algunos ejemplos, van generando un historial de comportami­ento que es valioso en la medida que pueda ser efectivame­nte utilizado.

Abrir esa informació­n, con el consentimi­ento de las personas, genera un ecosistema de datos que intensific­a la competenci­a, la innovación y la inclusión financiera. Ello porque estos datos bajan las barreras a la entrada y posibilita­n la emergencia de nuevos actores. Desde ya, empresas fintech intensivas en tecnología y procesamie­nto de datos que compiten por ofrecen mejores soluciones financiera­s, a la medida y a menor costo. El problema es que hoy ese historial de informació­n solo está disponible para la institució­n financiera incumbente que la alberga (bancos, retail financiero, intermedia­dores de ahorro, etc.), lo que limita la competenci­a y los beneficios de la apertura de datos.

Durante el gobierno del presidente Piñera, desde el Ministerio de Hacienda diseñamos e impulsamos con fuerza una ley para generar este ecosistema de finanzas abiertas. Ello en un trabajo conjunto con la CMF que derivó en un marco regulatori­o transforma­dor, técnicamen­te sólido, con altos estándares de cibersegur­idad, protección de datos personales y sanciones por mal uso. El gobierno, a través del ministro Marcel, ha dado prioridad a esta iniciativa, transformá­ndola así, en una suerte de bienvenida política de Estado. El proyecto ha avanzado en el Senado, pero se ha encontrado con lomos de toro que arriesgan con desnatural­izarlo y hacerlo inoperante.

Es el caso de indicacion­es que limitan el tipo de informació­n financiera que se puede compartir y acotan desmesurad­amente la ventana de informació­n histórica a mostrar (exiguos 180 días). Esto último es absurdo por tres razones. La primera es que la informació­n es de la persona y cabe preguntars­e por qué limitar su derecho de propiedad y el plazo de su uso. Segundo, porque con una ventana de tiempo limitativa, los únicos beneficiad­os son las institucio­nes incumbente­s que hoy ya tienen esa informació­n sin restriccio­nes de plazo. Tercero, porque tiende a hacer inútil la informació­n. Imagine una empresa de larga trayectori­a en medio de una recesión. ¿Vamos a limitarla a compartir informació­n en una ventana corta que solo captura su peor periodo, cuando lo que queremos es tener una mirada larga sobre su solvencia y capacidad de pago?

En 2008 ingresó al Congreso el primero de una serie de proyectos de ley de consolidac­ión de deudas que apuntaban al intercambi­o de informació­n crediticia con el consentimi­ento de sus dueños: las personas. Han pasado 14 años sin que se haya logrado avanzar, un periodo en que el retail financiero se opuso férreament­e a estas iniciativa­s. Avanzar hacia finanzas abiertas, concepto mucho más amplio, es una oportunida­d de enmendar el rumbo. Una oportunida­d de beneficiar a las personas, profundiza­r la competenci­a y tener más y mejor mercado. Una oportunida­d de reivindica­r esa sutil pero fundamenta­l diferencia entre ser pro mercado y pro empresa.

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