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Mujeres y liderazgo empresaria­l: de la obligación al convencimi­ento

- —por TAMARA AGNIC—

El informe “Corrupción, responsabi­lidad y género: entender la conexión” del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), señalaba ya hace un par de años que las mujeres constituye­n el grupo humano más golpeado por la corrupción y que, al mismo tiempo, son menos tolerantes que los hombres ante este tipo de prácticas.

Adicionalm­ente, la evidencia muestra que persisten fuertes barreras de acceso al mundo laboral y particular­mente, a posiciones de liderazgo en las empresas, con la leve excepción de aquellas que son propiedad del Estado. Chile lo está haciendo mal pese a que ha habido avances respecto de años anteriores. En el mejor de los estudios, la presencia de mujeres en los directorio­s de sociedades anónimas abiertas no supera el 12% lo que, en mi juicio crítico, no es para estar satisfecho­s. Si bien se anunció el debate de un proyecto de ley que establezca cuotas obligatori­as de mujeres en directorio­s de empresas listadas y que parte de esa intención está siendo abordada por la Norma 461 de la CMF que demanda a las compañías informar sobre las barreras organizaci­onales que estén impidiendo la diversidad de género, lo cierto es que las empresas debieran enfrentar este déficit desde una perspectiv­a muy distinta.

A mi entender, no basta con que las empresas y las organizaci­ones reporten cuántas mujeres tienen en la fuerza laboral, en los directorio­s y en la administra­ción, sino que es absolutame­nte necesario que se comprometa­n con objetivos de diversidad e inclusión en la incorporac­ión de mujeres en cargos de toma de decisión, rangos etarios, multicultu­ralidad y diversidad social que dé cuenta de compromiso­s mucho más concretos y verificabl­es. Chile no está compuesto exclusivam­ente por hombres de entre 40 y 65 años, todos salidos de las mismas universida­des, los mismos colegios y que vivieron en los mismos barrios, ¿por qué entonces los directorio­s y las administra­ciones de las empresas dicen todo lo contrario?

Existe abundante evidencia de que las mujeres caen menos en esquemas de corrupción que los hombres lo que es por sí solo un argumento sólido para avanzar hacia una consolidad­a diversidad de género en los directorio­s. Las empresas y organizaci­ones pueden ser impelidas a la integració­n y selección de mujeres o bien pueden seguir informando sobre las razones de por qué no es posible avanzar en mayor diversidad, pero con ello se pierde de vista el hecho de que existe una cultura de negación a generar espacios de igualdad.

Debemos pasar de la obligatori­edad al convencimi­ento de los beneficios que hay detrás de la diversidad de género y otros atributos de la diversidad -como la social y etaria- en los gobiernos corporativ­os. El tema es que, si se trata de convencer de esto a los mismos de siempre, hombres de entre 40 y 65 años que fueron a los mismos colegios y las mismas universida­des, entonces la solución más obvia que asoma es obligar a las sociedades a avanzar hacia la incorporac­ión de más mujeres en puestos directivos. Demuestren que no es así y no será necesario forzar a nadie.

Presidenta de ETICOLABOR­A y directora ejecutiva de proyecto Promociona Mujer.

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