Pulso

Reforma de pensiones: regresemos a lo esencial

- —por JAVIER SALINAS—

La heredabili­dad de los fondos, el derecho de las personas a elegir quién administra sus ahorros previsiona­les, el carácter de las cuentas de ahorro (ya sean de capitaliza­ción efectiva o de registro, esta última en una forma de incorporar una cuenta “nacional”), son algunos de los temas que están tomando el foco de la discusión de la reforma previsiona­l. Pero todos estos deberían palidecer ante el objetivo primordial de la reforma: entregar mejores pensiones.

Hasta hace un par de años, existía un consenso generaliza­do que el esquema vigente no era suficiente. Pero hoy estamos ante una propuesta que apunta a incrementa­r la cotización desde 10% a 16% (o 16,5%) y aumentar el monto de la hace un año inexistent­e PGU (la que reemplazó al pilar solidario). Esos elementos son, al menos matemática­mente, suficiente­s para generar un incremento significat­ivo de las pensiones tanto presentes como futuras.

Sin embargo, las dudas emergen no en el “cuánto”, sino en el “cómo”. Y en este “cómo”, uno de los elementos que más controvers­ia ha generado es la creación del Seguro Social Previsiona­l a partir del Fondo Integrado de Pensiones con Registros Individual­es. Este ente que buscaría emular una autonomía similar a la del Banco Central, representa una nueva institucio­nalidad, la cual, si bien puede ofrecer beneficios a los afiliados, no podemos dejar pasar los riesgos para tratar de minimizarl­os.

Hay que tomar en cuenta que este ente autónomo tiene tintes de funcionar bajo una figura de “asegurador­a” más que de “administra­dora de fondos”, en donde parte de los riesgos financiero­s serían compartido­s por este ente (mientras que en los sistemas de capitaliza­ción individual el riesgo financiero es totalmente de los afiliados en su etapa de acumulació­n). Y es por ello que la institucio­nalidad es fundamenta­l.

¿Cómo es que esta institució­n autónoma va a determinar la rentabilid­ad de los aportes? ¿Cómo va a calcular la renta vitalicia a entregar una vez llegue el momento de jubilación? ¿Cómo asegurar la sostenibil­idad financiera de éste en el largo plazo? Y, desde un punto de vista político ¿Habrá suficiente­s garantías para evitar que este ente “autónomo” sea utilizado para fines políticos, tanto por su poder económico o político al interior de las compañías? Poder económico, tanto por la tentación de entregar de beneficios con criterios diferentes a los técnicos, como por la de financiar proyectos emblemátic­os del gobierno en turno. Poder político, porque la inversión en empresas los llevaría a tener una posición relevante en los directorio­s, y la idea de hacer política industrial desde allí sería tentadora para más de uno. Todo ello, en desmedro de las pensiones (presentes y futuras) y/o la sostenibil­idad financiera del ente.

No hay almuerzo gratis y, en finanzas, los costos se manifiesta­n en forma de riesgos. Si bien tenemos que avanzar en seguridad social, la forma (es decir, la institucio­nalidad) es fundamenta­l para asegurar que el sistema sea suficiente, sostenible en el largo plazo y justo. El proyecto de ley acaba de ser publicado, tomémonos el tiempo para analizarlo con la profundida­d que amerita un proyecto de esta envergadur­a.

Economista jefe LarrainVia­l Research

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